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FELIX.

Me despierto por el calor que me rodea y con el olor de Hyunjin llenando mis pulmones. La poca luz que entra a través de las ventanas me permite saber que el sol ya se está poniendo. Hemos hecho el amor todo el día, y yo he dormido entre medias.

Me doy la vuelta para ver mejor a Hyunjin, un hombre del que no sé nada. Pero me dejo perder en él todo el día, entregándole todo de mí. Nunca me había sentido tan conectado a alguien.

Toda la soledad que había sentido a lo largo de mi vida desapareció con sus caricias. La forma en que adoraba mi cuerpo me hizo sentir que yo le pertenecía.

Sentía que él no podía estar sin mí.

Su rostro parece más relajado de lo normal. La habitual tensión de su cuerpo se ha disuelto. Al recordar todo lo que hicimos, cierro mis ojos y respiro profundo, intentando orientarme.

Al abrirlos de nuevo, me siento a un lado de la cama y trato de ordenar mis pensamientos. Todavía no puedo creer lo que sucedió. Miro por encima del hombro al hombre que más quiero. Pero no puedo olvidar lo que pasó antes de que viniera a por mí esta mañana. Las cosas que había oído por casualidad. No sé cómo me perdí tanto en el momento que dejé que esas cosas se me escaparan tan fácilmente.

Tal vez porque no quería creerlas. Lo quería todo para mí.

Me levanto de la cama y voy a conseguir algo de ropa. Entro en mi armario, encuentro un camisón y me lo pongo. Mientras camino a través de la habitación y el pasillo tan silenciosamente como me es posible, sintiendo el dulce dolor que me dejó el pasar tantas horas junto a Hyunjin en la cama. 

Me habló de una manera, cómo nadie nunca lo había hecho; cosas sucias sobre que yo quería que la gente me mirara, que anhelaba esa atención. No sabía cuánta razón tenía hasta que sus labios pronunciaron esas palabras.

Ansiaba esa atención.

Primero de mi madre, pensando que ella amaría cuán bien bailo y me elogiaría por una vez en la vida. Que ella quisiera estar a mi lado, que me amara. Cuando no lo conseguí, luché para ser el mejor en mis clases de baile, queriendo la aprobación de todo el mundo. Hyunjin tenía razón. Ansiaba atención. Pero ahora la única atención que quiero es la suya, y no me pertenece. Sólo tengo un año aquí. Si acaso. 

Quién sabe qué pasará cuando se despierte y nos enfrentemos a lo que hicimos hoy. ¿Seguirá mirándome como lo hizo cuando me tomó una y otra vez? Como si no tuviera suficiente de mí. No podía llegar lo suficientemente profundo dentro de mí para saciar su necesidad.

¿O era sólo un juguete como oí decir a esa mujer? Sólo uno de muchos. Por lo que sé, le da clases a una persona nueva cada año. Si es que eso es lo que hace. No me ha enseñado nada sobre danza. De hecho, nunca le he oído hablar de ello más que para decirme que haga lo que quiera. Ni siquiera sé si sabe algo de entrenamiento, cuanto más lo pienso.

La casa está en completo silencio mientras camino por ella. Sé adónde voy. Al único lugar donde sé que Hyunjin pasa todo su tiempo: su oficina. Mientras camino, pienso y no recuerdo que Elina me haya señalado alguna vez una habitación para él.

Cuando llego a las gruesas puertas negras giro la perilla y ésta se abre. Doy un suspiro por lo bonita que es. Un escritorio negro gigante se sitúa en frente de las tres grandes ventanas con vistas al mar. Ambos muros, de derecha a izquierda, están cubiertos de televisores de pantalla plana. ¿Quién necesita tantos televisores?

Me acerco hacia uno de los estantes que está al lado de los monitores de TV y puedo ver filas y filas de cajas de DVD con mi nombre. Saco uno y veo una fecha garabateada en la portada. Empiezo a sacar más y más de los estantes y veo que cada uno está fechado, cada día en orden, remontándome a hace dos meses. 

—¿Qué diablos?— Cojo uno y me dirijo a los televisores para intentar encender uno. Pulso un botón y se encienden todas a la vez. Las pantallas se llenan de imágenes de seguridad y cada panel muestra una zona distinta de la casa. Una pantalla muestra una cámara de la zona exterior de mi habitación y la mayoría de las otras muestran diferentes ángulos del estudio de baile. 

Me doy la vuelta para mirar a la otra pared y veo vídeos míos bailando. Estoy en todos ellos. Dejo caer el DVD que tengo en la mano. No sé qué hacer. Ni que pensar de todo esto. Estoy rodeado de imágenes de mí mismo en bucle, reproduciéndose una y otra vez. Empiezo a temblar. 

—Felix, no me gusta que dejes la cama cuando todavía estoy en ella.

Me giro para mirar a Hyunjin, que está de pie en la puerta de su oficina. Sus ojos están puestos en mí. Es como si él no viera lo que estoy viendo. Él está allí, usando sólo un par de bóxers. Tal vez no lo nota porque está acostumbrado a esto. Tal vez estoy siempre en los monitores.

—¿Qué es todo esto? ¿Esto es...?— Titubeo, tratando de pensar por qué él tendría todo esto. —¿Esto es porque me estudias para así poderme enseñar a bailar mejor o algo así? ¿Como los jugadores de fútbol que ven sus partidos?— Como si por fin se diera cuenta de los monitores, vuelve la cabeza para mirarlos. 

—No, pequeño sol. Esto fue para poder respirar.— dice suavemente, haciendo su camino hacia mí. Doy un paso atrás y sus ojos se estrechan. —¿Qué dije sobre no huir de mí?

No quiero correr. Realmente no. —Dime lo que está sucediendo.

—Vuelve a la cama, cariño. Voy a hacer algo de comer y nos acostaremos juntos a ver una película. Tu eliges.— Me atrae hacia a él. Mi cuerpo hace lo que le place. Y aunque mi mente está tratando de rebelarse, mi corazón y mi cuerpo están ganando la guerra. 

—Siempre haces lo mismo.— Murmuro 

—¿Qué, pequeño sol?— Está realmente confundido mientras me mira. 

—No respondes cuando te hago una pregunta. Te limitas a decir otra cosa.
 
—Lo siento, solo intento...

Esta vez lo corto. —Está bien. Estoy acostumbrado. No es nada nuevo para mí. Sé que debo hacer lo que me dicen.— Digo, soltándome de sus brazos y volviendo a mi habitación.

𝖽𝖾𝗏𝗈𝗍𝗂𝗈𝗇 - 𝗁𝗒𝗎𝗇𝗅𝗂𝗑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora