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FELIX.

Me paro en la entrada sujetando el asa de mi único equipaje. El espacio me parece tan frío como siempre, pero me pregunto si es la realidad o si es sólo porque me parece tan poco acogedor.

Mi mamá no me dejó traer nada conmigo. Aunque no es que yo tenga mucho para empezar. Dijo que estaría viviendo y respirando la danza, así que todo lo que realmente necesitaba era ropa para eso. Llenó de todo para mí y chasqueó su lengua de forma desaprobatoria cuando traté de añadir otros artículos. Esperaba colar algunos libros, pero para ella, eso no era una necesidad.

Lo único que me encantaba de bailar era que tenía vestidos y zapatos bonitos para algunas de las fiestas a las que tenía que ir. ¡Me encantaban! No me gustaban los eventos, porque la mayoría de las veces mi mamá me hacía quedarme a su lado mientras ella me mostraba con orgullo a los allí presentes, pero amaba tener los vestidos después.

A veces, a altas horas de la noche me ponía uno y lo usaba alrededor de mi habitación solo después de que sabía que estaba dormida. A veces incluso fingía que era una princesa esperando que mi príncipe viniera a salvarme. Tonto e infantil. Pero no pude detenerme de tener algún tipo de fantasía sobre una vida lejos de aquí.

Me giro cuando oigo pasos y veo a mi mamá parada allí.

Creo que extrañaré más los vestidos que a ella. Ese pensamiento me entristece. No debería, pero lo hace. Sé que mi madre es mala, pero en cierto nivel creo que tiene que amarme. ¿Tal vez incluso me extraña un poco? O tal vez sólo sea otro de mis pensamientos infantiles, mi deseo. Hay una fría distancia que ha crecido entre nosotros a medida que me hago mayor, y a veces me pregunto si es porque cada año que envejezco es un año menos que soy capaz de bailar. Y eso es lo único que nos mantiene unidos.

—Ata ese cabello.— dice con un suspiro enfadado.

Haciendo como ella dice, tomo el lazo para el cabello en mi muñeca, tirando de mi pelo en una cola de caballo. No sé por qué no le gusta mi cabello. Incluso pidió a la productora que me lo recogieran en el último programa, pero se negaron y mamá no se opuso. Nunca se opone. Pone una sonrisa falsa y les da la razón.

Cuando oigo el timbre, sé que el transporte está aquí para llevarme al aeropuerto. La decepción me golpea porque mi propia madre ni siquiera se molestó en llevarme ella misma. No la veré por más de un año. No sé por qué todavía anhelo su atención, su amabilidad y su cuidado. Debería saber que a estas alturas no me la va a dar. Sin embargo, todavía doy un paso hacia ella para darle un abrazo de despedida.

—No arruines esto.— Sus duras palabras detienen mis pasos. —Quiero ver alguna mejora cuando regreses y que te deshagas de esa actitud infantil. Madura, Felix.

—¿Qué madure?— Mi voz es casi un chillido, y puedo escuchar mi propio dolor.

Siento que he sido un adulto toda mi vida. Nunca me permitieron hacer lo que los otros niños hicieron en la escuela. Me lo perdía todo. Bailes escolares, partidos de fútbol, novios, todo lo que no fuera danza. La mayor parte del tiempo me siento mayor de lo que soy.

—¡Sí, madura!— Espeta. —Tengo que mantener un candado en el refrigerador porque no tienes autocontrol. Ni disciplina.— Ella sacude la cabeza. —No sé dónde me equivoqué contigo.

Agacho la cabeza y miro mis zapatillas blancas.

—¿Te vas a quedar ahí parado o te vas a ir? Con mi suerte cambiarán de opinión.

Ante sus palabras, cojo mi bolso y doy la vuelta, manteniendo la cabeza baja. La vergüenza cubre mis mejillas mientras lucho contra las lágrimas que quieren liberarse. Abro la pesada puerta de hierro y salgo, sin mirarla. Estoy seguro de que ya se fue, pero verlo sería el golpe final.

𝖽𝖾𝗏𝗈𝗍𝗂𝗈𝗇 - 𝗁𝗒𝗎𝗇𝗅𝗂𝗑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora