Trey
Emily me empezó a dar demasiado miedo al día siguiente.
Se empezó a reír de la mera nada en la mitad de clases y perecía que le daba un ataque de esquizofrenia, siendo más específicos, parecía drogada, pero ella no parecía ser del tipo de personas que tomara una sola gota de alcohol.
Se comportaba como niña pequeña mientras hacía berrinche porque no le gustaban las clases, me daba gracia y preocupación por su salud mental en estos momentos. En algún momento se subió en una silla queriendo ver algo y se terminó cayendo, pero empezó a reírse mientras se quejaba de que le dolía el brazo. Pobre del ser humano que tenga que soportarla.
Temía que llegara la clase de literatura y ella siguiera con sus ataques de esquizofrenia. Temo por mi vida.
Ya llegando al teatro parecía que todas sus energías del día habían desaparecido, pero mantenía una sonrisa como si se acordara de todo lo que hizo en clases. Empezamos a practicar algunos diálogos mientras los demás hablaban sobre los escenarios que teníamos que recrear.
-Ya me aburrí. –Murmuro viendo a todos lados hasta que encontró unas dos sillas juntas y acostó en estas.
-No puedes dejar de ensayar solo porque te aburres.
-¿Quién dice? –Estornudo e hizo una mueca.
-Em –Tamara se acercó a ella y toco su frente. –Emily estas ardiendo en fiebre.
-¿Fiebre? ¿No estaba tomada? –Mateo se metió en la conversación.
-Yo no necesito tomar para parecer drogada, solo necesito estar enferma o aburrida.
<<Este tipo de cosas complicarían la apuesta de Daven>>
-Eso explica mucho.
-¿Por qué no fuiste a que te atiendan? –Pregunto Tamara.
-Es que me daba pena.
-Esta inútil no va a poder practicar los diálogos, pero si quieren yo puedo hacerlo.
-¡NO! –Respondieron todos, incluyéndome ante la propuesta de Pilar.
-¿Por qué enfermaste? –Siguió su amiga.
-Es que me tome helado en la madrugada por dos días, creo que no fue mi mejor idea, pero no me arrepiento de nada. –Se sentó mirando con una sonrisa a Tamara.
-¿Se lo decimos a la maestra? –Propuse.
-No, estoy bien, ya me tomé una pastilla.
-Te comiste una gomita, no una pastilla.
-Ah, eso explica porque no mejoro.
Me quería reír de su comportamiento, pero sabía que no era el mejor momento para hacerlo. Siguió insistiendo en que estaba bien y siguió practicando algunos diálogos conmigo, pero la mayoría le daban risa y luego se ponía seria al instante. No creo que nadie pueda soportar por mucho a esta mujer.
En un momento de la escena que practicábamos tenía que tomarle del brazo, pero al momento de hacerlo ella al instante hizo una mueca de dolor.
-Lo siento, ¿te tome fuerte?
-No, mi gato me rasguño ayer y me duele. –Sonrió sobándose el brazo y asentí.
Se terminó la hora y con ello el periodo escolar. Tamara fue la encargada de llevársela a casa al enterarse de que sus padres no llegarían por ella. Fui unos momentos a la cancha de básquet para intentar despejar mi mente de todo, no tenía mucho ánimo como para ir a casa al instante.
Cuando me limpie el sudor de la cara quitándome los lentes surgió otra pregunta en mi cabeza. ¿De verdad fue su gato el que hizo una herida en su brazo?
Había pasado dos años compartiendo curso con ella y no entendía el porqué de repente tenía un interés casi obsesivo con ella. Quizá todos en algún momento nos llegamos a obsesionar con algo y no sabemos muy bien el porqué, pero esperaba que fuera pasajero ya que ella era una persona bastante rara y con su comportamiento de hoy solo por estar enferma me lo confirmaba, pero de verdad daba risa su comportamiento incluso a ella misma.
Si tenía esas heridas en su brazo, ¿Cómo puede ser tan feliz? Su felicidad dependiendo el día puede llegar a ser contagiosa ya que hace comentarios pasivo agresivos, además de que era graciosa e inteligente. Pero su cordura era algo que no se podía debatir sin que terminara en un, hace tiempo que perdió la cabeza.
Aunque tal vez eso era lo que la hacía ser ella misma, durante el tiempo que estuve compartiendo curso con ella me di cuenta que no le importaba mucho lo que decían los demás sobre ella y sabía perfectamente cómo defenderse.
Me reí de mí mismo y mis pensamientos, me puse los lentes y salí de la cancha directo al estacionamiento. Encendí mi auto y mientras escuchaba la radio local me dirigí a casa, pero durante mi camino la encontré sentada en un parque llorando.
La duda y la curiosidad pudieron conmigo y me encontré estacionando mi auto, aunque lo pensé por un instante preguntándome si hacia lo correcto al momento siguiente me encontré caminando en su dirección fingiendo que solo caminaba por ahí.
-¿Emily? ¿Qué haces aquí? –Dije intentando parecer lo más normal posible, ella me miro con mala cara.
-Que te importa.
-Grosera.
-¿No estás viendo que me caí ignorante? –Alzo un poco la voz, la miré confundido y cuando vi que su pantalón estaba arremangado exponiendo la herida de su rodilla.
-¿Te caíste?
-No, es una marca de nacimiento. –Respondió con ironía, ya había dejado de llorar.
-Solo pregunte. –Puse los ojos en blanco.
-Anciano no es mi culpa que hagas preguntas tontas.
-¿Anciano? Solo soy un año mayor a ti.
-Estas viejo. –Sonrió un poco.
-Vieja estas tu que ya ni sabes caminar bien.
-Por lo menos tengo buena vista.
-Mocosa, nunca más vuelvo a intentar ayudarte.
-Como si necesitara tu ayuda.
Me fui un tanto molesto de nuevo a mi auto. Parecía una niña malcriada e irritante, por eso no había tenido pareja todavía y yo que sentí compasión por esa tonta, ahora siento compasión por Daven que va a tener que ser el que la tenga que soportar por un tiempo.
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La belleza de lo roto
Teen FictionTrey es un chico intrigado en su compañera de clase Emily. Las cicatrices en sus brazos y su forma de actuar crean un remolino de pensamientos en su cabeza y no sabe decir la razón del porqué. Conforme la va conociendo cree poder hacerse la idea del...