Capítulo 02
La luz de la luna se colaba por las ventanas y ya había pasado media hora que la última persona de la furgoneta había caído dormida a excepción de Pablo que se encontraba manejando mientras escuchaba música para evitar caer en el sueño.
No había podido pegar ojo, pues se encontraba en alerta por si su hija se atrevía a hacer algún movimiento hacia ella. No había vuelto a sentir ningún movimiento para acomodarse en el asiento, así que supuso que también se encontraba dormitando.
De un momento a otro, dió un pequeño salto que la asustó, al parecer había un bache.
Cuán equivocada estaba.
Porque seguido de ese, vinieron muchos más al entrar a la zona boscosa. Un gemido quisó escapar cuando la pierna de su Isa se alzó levemente cuando ella caía de un pequeño salto, tocando su punto sensible. Ni siquiera sabía en qué momento había quedado con una pierna entre medio de ella.
—Santos cielos— susurró apoyando su cabeza en el asiento del frente, abrumada por el repentino placer que la había recorrido.
Un intenso calor invadió todo su cuerpo.
Uno, dos, tres, al cuarto salto notó como unas suaves palmas empezaron a subir la falda de su vestido hasta sus caderas, mientras recorrían el interior de sus lechosos muslos, enviando fuertes descargas a su clítoris.
Su hija se encontraba despierta.
—Isa— suspiro inconscientemente.
Se llevó un pequeño espanto cuando sintió un par de besos húmedos en su cuello.
—Que delicia sentir tu humedad en mis muslos, mamá.
Un gemido bajó escapó de los labios de Oriana cuando Isa la volvió a tomar de las caderas y la movió de adelante hacia atrás.
—I-Isabelle ya ba-basta. Detente— murmuró alarmada viendo a toda su familia, sobre todo a Alberto.
Ignorando toda palabra apenas bien pronunciada de su madre, siguió con su tarea: darle placer a su madre.
—Por favor Oriana, tu sabes perfectamente que no quieres que pare— susurró en su oído, siguiendo con el movimiento de sus caderas.
Adelante, atrás, adelante, atrás.
Placer y más placer.
Oriana maldecía saber que Isabelle tenía razón, lo que sea que estuviera haciéndole le estaba fascinando y aceptarlo le asustaba. No podían, no debía. Por Dios, era su hija.
—Que ganas de verte montando mi muslo, Ori.
Las finas tiras de su vestido cayeron y junto ellas el resto de su vestido, quedando solamente en brasier.
—Isabelle, po-por favor.
Una sonrisa se formó en los labios de la menor al escuchar sus palabras, cuando sus manos se encontraban sobre sus pechos estimulando sus pezones que pronto se pusieron duros, mientras ella montaba su muslo en busca de su propio placer.
—Eso, mami. Follate mi muslo como a ti te plazca.
Un suspiro llegó a sus oídos y un nuevo baño de fluidos humedeció aún más su piel. Que delicia.
Sabía que aquella mujer era su madre, pero no podía sacar de su mente, ni de su sistema el deseo que corría por sus venas. La deseaba mucho y no dejaría pasar la oportunidad.
La frente perlada de sudor de Oriana se encontraba apoyada en el asiento delantero, con los ojos cerrados y mordiendo sus labios en un intento de no hacer bulla para no ser descubierta, mientras se movía en un ritmo lento. Estaba excitada y saber que si hacía algo en falso la podrían descubrir, no hacía más que aumentar su excitación.
Entonces sintió leves chupones en su cuello que la hicieron temblar y aumentar el ritmo de sus caderas. Las manos de su hija se encontraban sobre la tela de su bra, pellizcando sus pezones y jalándolos como a ella le placía, haciéndole correr el riesgo de soltar un fuerte gemido.
Su coño estaba soltando muchos jugos en una invitación de ser tocaba para aumentar su placer. Una gran tentación para Isa, una tentación en la que estaría gustosa de caer y lo haría, pero no esa noche.
Estaba cerca.
De repente, tuvo que tapar su boca ante el grito que quería salir de sus labios, cuando su hija empezó a tirar de su braga, provocando que la tela hiciera una deliciosa fricción con su sensible clítoris.
Por todos los cielos, ¿que le estaba haciendo su hija, su niña?
—¿Te gusta, Ori?
Isa volvió a tomar a su madre para moverla sobre ella en un ritmo más rápido y fuerte que la hizo enloquecer.
—Dios sí— gimió avergonzada.
¿Qué cosas estaba diciendo?
—Tu coño puede dar fe de ello, solo hace falta que sientas el exquisito charco de tus jugos en mi piel.
Un bajo gemido brotó de los labios de su madre.
—¿Te gusta que tu pequeña hija te hable sucio?
Oh, sí le gustaba pero no iba a decírselo.
Un nuevo tirón de su braga, junto al pellizco que recibió en sus duros pezones y la leve mordida que sintió en su sensible cuello, hizo que una fuerte oleada la recorriera.
—Voy-voy a correrme.
Ante sus palabras, Isa no hizo más que aumentar el ritmo de la velocidad jalando su braga y cuando sintió que el cuerpo de su madre se tensó, no demoró en tapar su boca para acallar sus gemidos, mientras no detenía su balanceo.
El orgasmo la arrasó fuertemente, corriéndose a chorros, mojando aún más (si se podía) el muslo de su hija. El muslo que le había regalado el mejor orgasmo de su vida.
Sintió unos cuantos besos recorrer su cuello, antes de que la menor acomodara su vestido, mientras ella se recuperaba. Finalmente el pequeño cuerpo de Ori cayó sobre el de Isa, estaba cansada, agotada, solo quería dormir.
Y cuando uno de sus mulos chocó con la humedad en la piel de su hija, cayó en cuenta de lo que había sucedido.
Rápidamente buscó con la mirada a Alberto, que al parecer no se había dado cuenta de lo que acababa de pasar y se encontraba tarareando una canción. Y el resto de los integrantes continuaban durmiendo tranquilamente.
¿cómo pudo?
¿montó el...?, Santos cielos, de solo pensarlo se ruborizaba de la vergüenza.
¿cómo fue posible de permitirlo?
Dios mío, ¿que había hecho?

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So forbidden [+18]
RomanceRelatos eróticos lésbicos de incesto. Advertencia: Este libro es de contenido fuerte y explícito, leer bajo tu propia responsabilidad. Si no te agrada ese tipo escritura, te invito a que te retires, dejes disfrutar a los que sí les gusta y evites la...