Capítulo 08
La mujer se encontraba nerviosa, no paraba de caminar de un lado a otro cual león enjaulado. No dejaba de preguntarse con el teléfono en manos: ¿Por qué no podía hacerlo? Era demasiado simple, solo debía marcar y decir lo que tenía que decir para quedar libre. ¿Entonces por qué cuando estaba dispuesta a llamar, terminaba temblando? Quizás se debía a la ansiedad que sentía o quizás no podía enfrentar sus miedos.
Aun así, si quería ser feliz, debía hacerlo. Tenía que hacerlo.
El sonido de la puerta llega hasta sus oídos. Luego de lo que había sucedido hace cuatro noches, Isa se la había dejado sola en la habitación y desde entonces, no la había visto. Parecía que la menor trataba de evitarla, se iba de la casa tan temprano como podía y regresaba hasta la madrugada.
No le gustaba nada lo que estaba sucediendo, no quería continuar así, su corazón estaba sufriendo con aquellas acciones. Pero también era consciente que ella era la que había originado esta situación.
Estaba harta de pensar en los demás y dejarse a ella como último lugar. Toda su vida actuó en base a lo que terceras personas deseaban para ella, siempre era "Oriana haz esto", "Oriana no puedes comportarte así", "Oriana tienes que actuar así", Oriana aquí y Oriana allá. Jamás se le preguntó que era lo que quería, incluso con Jorge, ella no se había enamorado, ni lo había elegido como esposo. Sencillamente, su familia decidió que era un buen hombre y de buena economía e inmediatamente la desposó.
Fue miserable toda su vida, hasta que ella llegó.
Una pequeñita de ojos verdes que le cambió la vida, hasta que un día cuando se encontraba limpiando la habitación de la luz de sus ojos, encontró algo que en aquel entonces la había dejado fría. Aquella noche, cuando leía aquel diario solo se cuestionaba si había fallado en algo, le había dado todo el amor, era comprensible, consentidora, siempre estaba ahí para escucharla. No lograba entender por qué de repente había cambiado su forma de verla.
En cuanto aquello sucedió, se asustó de tal manera que su única opción había sido evitar a su hija. Desde aquel entonces, su relación madre-hija se deterioró y no pasó mucho cuando Isa se fue de la casa. Por supuesto, Jorge jamás se enteró de nada, estaba demasiado ocupado en sí mismo que no prestaba atención a los cambios que había en su hogar.
Se sobresaltó cuando el sonido de la puerta principal sonó en todo el departamento, saliendo de sus recuerdos, sus ojos se fijaron en las páginas viejas que se encontraba sobre el velador y viendo la bonita caligrafía, se imaginó un futuro donde podía ser feliz, donde podía disfrutar de los placeres que recientemente había descubierto, donde podía vivir sin tener que seguir órdenes, donde podía vivir con total libertad sin pensar en el qué dirán. Pero, sobre todo, donde ella estaba.
Entonces, recordó las palabras de aquella jovencita en la bañera y las expectativas de un futuro prometedor, fueron el incentivo que necesitó.
Cuando estaba dispuesta a marcar un número en concreto, el timbre de la puerta la interrumpió. Se extrañó, pues recordaba bien que Isa tenía un juego de llaves al igual que la señora de limpieza que se encargaba del departamento. Quizás alguna lo había olvidado. Bajando de la segunda planta, se dirigió a la puerta y en cuanto la abrió, sintió que todo a su alrededor pasó a segundo plano.
Todo su ser tembló de miedo, sintió que la presión se le había bajado y odió tanto encontrarse sola.
—¿Qu-qué haces aquí?
La puerta fue empujada con brusquedad y la mujer casi corrió hasta el otro extremo del salón.
—Maldita perra sucia, te haz estado cogiendo a nuestra hija...
Jorge se acercó hacia Orianna con rapidez acorralándola contra la pared, sus manos se posaron sobre su cuello con fuerza, impidiendo que el oxígeno les llegue a los pulmones.
—Te has cogido a Isabelle— repitió a unos centímetros de su rostro—. Pero se acabó tu cochinada. Tomarás tus trapos y regresarás a la casa, al lugar del que jamás debiste ir y te aseguro, que en cuanto lleguemos te enseñaré a respetarme.
—Suéltame.
—Y una mierda, ¿Querías coger? Te daré lo que quieres, amor mío.
En un rápido movimiento, la tiro sobre el sofá y aprovechando que Orianna se encontraba tratando de recuperarse, rompió el vestido que llevaba puesto, dejándola semi desnuda. Se abalanzó hacia el blanquecino cuello de la mujer y empezó a besarlo y morder con brusquedad.
—Suéltame, suéltame, Jorge— pidió llorando.
—Oh, sucia perra, no es eso lo que te oí decirle hace unas noches a Isa.
—Por favor, Jorge. Iré contigo a donde sea, pero suéltame— inútilmente empezó un forcejeo, que lejos de ayudarla a escapar, provocaba que se lastimara más.
Una carcajada amarga escapó de los labios del hombre.
—Así no lo quisieras, te irás conmigo— amenazó tomándola de la cara—. Pero ahora, te daré la primera parte del castigo.
Orianna escuchó el sonido de la bragueta al ser bajada y de inmediato, intentó con desesperación quitarlo de encima.
—¡No, Jorge, por favor!
Su braga fue rota y sintió el pánico en cada fibra de su ser. Estaba dispuesta a rendirse, cuando se sintió libre de todo el peso y, por el contrario, escucho vidrio hacerse añicos.
—No vuelvas a ponerle un dedo encima, cabrón.
Un sollozo de alivio escapó de sus labios en cuanto escuchó su voz. Tomó con rapidez el pedazo de prenda que se encontraba a unos metros y tapó su desnudez. En el piso yacía el cuerpo de Jorge, entre medio del vidrio roto y con los brazos llenos de sangre, debido a la mesa de centro que había sido quebrantado cuando el hombre cayó.
—Te aseguro que vas a arrepentirte de esto.
Isabelle rio con fuerza.
—No estaría tan seguro.
Jorge se levantó en un rápido movimiento y tomando un pedazo de vidrio se acercó amenazante hacia Isa.
—¡No!
—¿Yo no debería de estarlo? Tu ya deberías saber que después de este día, no volverás a ver a la perra de tu padre.
—¿Piensas matar a tu hija? — cuestionó con ironía, sabiéndolo incapaz de hacer tal acto.
—¿Mi hija? Mi hija murió desde el día en que me quitó a mi mujer y se la estuvo cogiendo en mi cara.
—Jorge, basta. No le hagas nada.
—¡Tu cállate!
Isabelle entonces entendió todo.
—La tratabas como a una mierda, no te merecías a la mujer que tenías al lado, solo haz estado lastimándola y minimizándola por años. En cambio, yo, en tan solo unos días, he logrado darle más de lo que tú has podido en veinticinco. Le di amor, seguridad, confianza y libertad. A ti no te duele el hecho que esté conmigo, a ti jode que te haya cambiado por una mujer y que haya herido tu ego de macho. Pero, ¿adivina qué? Esta vagina le ha dado mucho, mucho placer y ha podido satisfacerla de mil maneras posibles.
En cuanto terminó, el joven cuerpo fue lanzado con brusquedad hacia la pared y seguido de ello, sangre empezó a derramarse de su brazo derecho.
—¡Isabelle! —Orianna corrió hacia ella a auxiliarla.
—Quiero que lo repitas— una sonrisa aterradora se apoderó de su rostro, acercándose hacia Isa con intenciones de apuñalarla. Entonces, aquel hombre que ella recordaba se había esfumado por completo.
—¡El arma al suelo y las manos detrás de la cabeza!
De pronto el lugar se había llenado de oficiales, apuntando hacia una sola persona y cuando Orianna la ayudó a recostarse sobre su regazo, le dirigió una mirada que le hizo entender todo. Había tomado la decisión que cambiaría su vida, había elegido el camino a ser feliz.

ESTÁS LEYENDO
So forbidden [+18]
RomansaRelatos eróticos lésbicos de incesto. Advertencia: Este libro es de contenido fuerte y explícito, leer bajo tu propia responsabilidad. Si no te agrada ese tipo escritura, te invito a que te retires, dejes disfrutar a los que sí les gusta y evites la...