Un cálido abrazo

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Dos horas y media las separaban de su destino, un pequeño pueblo llamado St. Moritz, rodeado de los lujos más extravagantes y paisajes invernales más hermosos que la naturaleza haya creado; con razón dicen que es sabia porque realmente es un lugar de ensueño. Para disfrutar de todo el recorrido y llevarse en sus memorias la experiencia completa, decidieron volar hasta Italia y desde allí cruzar la frontera de Tirano a Suiza, en el famoso tren rojo de Bernina que las llevaría en un sorprendente trayecto. Ocuparon asientos individuales una frente de la otra. Era como viajar dentro de un mágico cuento de navidad, cada milimétrico detalle estaba especialmente preparado para quedar encantadas. Las ventanas panorámicas, de un amplio tamaño, fueron diseñadas para recrearse con el entorno y no perderse nada, aunque eso era casi imposible, estaban tan entusiasmadas que no sabían para donde mirar sin que se les pasara algo con la velocidad del tren, pero aun así no dejaba de ser un verdadero espectáculo.

No hablaron mucho durante todo el viaje, Becky no se atrevía a tocar otro tema que no fuera las cosas hermosas que iban sorprendiéndolas en cada metro que avanzaban. De vez en cuando sus ojos se topaban y disimulaban regresando sus miradas al esplendor de los Alpes Suizos. Cada pueblo mágico, lago, bosque era más impresionante que el otro. Freen se debatía entre usar su cámara para capturar los momentos o quedarse embobada observando, Becky sólo se reía de su indecisión, pero no perdió tiempo en tomar su celular en la mano, al subir instaló en su lado de la ventana un soporte de teléfonos para automóviles y dejó grabando el recorrido. Ninguna de las dos sabía que les deparaba la navidad, pero Freen estaba feliz de estar lejos de casa y Rebecca de estar junto a ella.

Llegaron a la estación y les dio tranquilidad ver un rostro conocido, habían dispuesto para ellas el mismo chofer de su anterior visita a New York, al parecer el hombre no sólo era trabajador de la compañía, sino que viajaba a menudo con la familia que les había invitado a pasar las fiestas.

- Buenas tardes, señoritas ¿Tuvieron un buen viaje? – les preguntó a lo que las chicas respondieron positivamente con entusiasmo, lo que habían visto hasta el momento les resultó encantador. Guardaron las maletas dentro del elegante Mercedes Benz y se acomodaron, dentro sonaba la hermosa melodía de At Lats en la voz de Etta James, viajaron otros quince minutos donde pudieron apreciar más de cerca la belleza de todo el lugar. Se podía ver un claro cielo azul, las colinas tocadas por el cálido sol y cubiertas de una espesa nieve, era como traspasar el fino velo de la realidad y adentrarse en un mundo de fantasías que sólo habían observado por fotografías, ambas estaban ansiosas por llegar y explorar todo lo que pudieran, esta vez Freen no estaría trabajando así que tendrían todo el tiempo para compartir momentos únicos y vivir experiencias nuevas. 

La casa de descanso era una ostentosa cabaña construida alrededor de 1928. Sólo era restaurada por necesidades o cada vez que alguno de sus propietarios se le antojaba agregar un nuevo espacio, siempre respetando la maravillosa arquitectura inicial por lo que no se notaban los cambios que hasta el momento habían realizado. Los anfitriones las recibieron en la entrada, alegres se saludaron y ayudaron a entrar su equipaje. Se detuvieron en el umbral de la puerta, con asombro observaban cada detalle hasta que la señora llamó la atención de ambas antes de que entraran, señalándoles algo encima de donde se encontraban paradas, voltearon la vista rápidamente hacia arriba, se miraron entre ellas sin palabras y Freen acomodó su cabello detrás de la oreja, Becky iba conociéndola y podría asegurar que estaba levemente nerviosa.

-Es un muérdago, no pueden atravesar esa puerta sin seguir la tradición- incitó la mujer la cual parecía de estas personas que llevan el espíritu de la navidad en la sonrisa. 

-Pero no es Nochebuena hasta mañana- se defendió Becky, sabía que la otra chica no se sentía bien cuando era presionada y no quería verla obligada a nada, las palabras de la doctora fueron un sorbo de decepción para todos los presentes, pero aquella mujer no se dejaría ganar.

Esposa por Negocio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora