Cap. 7

14 4 0
                                    

Se consideraba un chico atlético. Antes de entrar ahí, solía hacer ejercicio de todo tipo para mantenerse en forma, debía, pero nada se comparaba con lo que estaba viviendo en ese momento.

Podía ver al hombre que ahora sabía era el capitán Jeon sentado con los brazos cruzados y escuchando lo que, los otros dos hombres a su lado, le decían.

Ya no sabía cuánto tiempo había pasado, pero estaba exhausto.

Se detuvo un segundo, jadeando mientras el sudor corría por toda su cara. Trato de limpiarla con la manga de su uniforme y colocó sus manos sobre sus rodillas.

Era demasiado para él.

—¡No les dije que se pararan, señoritas! ¡Les quedan 15 minutos!

Por octava vez, el teniente Kim gritaba con su voz a los cabos, la diferencia es que era la primera de esas ocho veces que iba dirigió a él.

Se enderezó como pudo y trató de seguir.

Sus piernas ya no le respondían y no era el único, en una orilla hacían unos hombres que ya no habían podido continuar. Todos ellos jadeando y con cierto temor en su rostro al no saber cuál sería su destino.

Por otro lado, daba reojos al capitán que no se veía satisfecho por los resultados. La mitad del grupo seguía corriendo, la otra mitad hacia en el suelo.

Intentó mantenerse trotando, ya sólo eran 15 minutos, pero una de sus piernas de repente dejó de responder para comenzar a doler de golpe, cómo si estuviera teniendo una descarga eléctrica en su chamorro; estaba teniendo un tirón.

Se quejó y se dejó caer en el suelo. Sobándose su chamorro tratando de deshacer la bola que sentía, pero no funcionaba.

—Puta madre —dijo en voz baja—, era lo único que faltaba.

El dolor no cesó, así que tuvo que arrastrarse como pudo para no estorbarle a los cabos que seguían corriendo.

Cuando logró llegar a la orilla, siguió sobándose hasta que después de un par de minutos el dolor cesó.

No sabía si sería una buena idea levantarse y continuar, pero mientras se debatía, observó al teniente Kim acercarse a la pista.

—¡Tiempo!

Los hombres que aún corrían, se detuvieron y los vio jadear exhaustos, algunos parecían frescos, cómo si fuera cosa de todos los días.

Los envidió un poco.

Se puso de pie al ver qué todos lo hacían, de acercó a sus compañeros y espero su castigo.

—A todos los que no terminaron de cortar —habló el capitán Jeon—, den un paso enfrente.

De inmediato aceptó su destino y dio un paso enfrente, así como la mitad de los hombres.

El capitán Jeon se veía decepcionado y enfadado, hasta cierto punto podía comprenderlo pero a la vez sentía que exageraba. Era el primer día, no era para tanto.

—Cien flexiones, ahora.

Suspiró y se puso en su posición, comenzó a hacerlas sin protestar, tal vez debería morderse la lengua y no provocar más desastre.

Estaba seguro de que sus compañeros ya lo tenían fichado y no quería más problemas de los que seguramente tendría.

—¡Cuenten en voz alta!

—¡Tres! ¡Cuatro! ¡Cinco!

Todos comenzaron a contar en voz alta. Jimin trató de hacerlas rápido y bien, por suerte está vez pudo terminarlas sin mayor problema.

El capitán Jeon lo vio, pero no dijo nada.

Cuando todos terminaron, el hombre volvió a hablar.

—Muy bien, son las 6 de la mañana, el teniente Min los guiará al comedor, nos vemos acá a las 7:30 am, ¿Entendido?

—¡Sí, señor!

—Pueden irse.

Comenzaron a seguir al teniente y el hombre que le había sonreído anteriormente se le acercó.

—Fue una paliza, ¿Verdad?

Sonrió —Tú aguantaste la hora.

—Fue suerte —el hombre le sonrió—, soy Jung Hoseok.

—Park Jimin.

—Espero que nos llevemos bien, ya suena bastante difícil estar acá.

Le dio la razón.

Ya sonaba bastante difícil.

Finalmente llegaron al comedor y agradeció que el hombre se sentará con él a desayunar. Todos los demás no dejaban de verlo mal y no podía culparlos.

Llevaba un día y no sé veía que fuera a ser tranquila su estancia de seguir así.

«¿A dónde mierda me vine a meter?», pensó. 

Tear • km Donde viven las historias. Descúbrelo ahora