Cap. 9

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Una semana había pasado y no entendía cómo había sobrevivido tanto tiempo.

El entrenamiento era horrible, siempre despertando los a las 4 de la mañana y ni hablar de los gritos del capitán Jeon, porque siempre eran regaños hacia él por no estar listo a tiempo, pero no podía evitarlo, prefería dormir un minuto más.

Aunque últimamente esa decisión se la había replanteado, ya que estaba cansando de tener que lavar los uniformes de todos los cabos y de tener que hacer más actividad física por seguir retando a la autoridad.

Pero era difícil cambiar ese pensamiento, toda su vida había luchado para lograr lo poco que había hecho de su vida, retar a la autoridad era algo que lo caracterizaba. Sabía que era momento de hacerlo, pero ciertamente no podía.

Lo estaba intentando, de verdad, pero seguía siendo complicado.

—¡No le dije que parara, cabo Park!

Soltó un suspiro cansado y siguió caminando, trayendo en su espalda al teniente Min.

Y sabía que era una sabia decisión que el capitán Jeon decidiera que fuera el Teniente Min quien fuera a su espalda durante las próximas 5 vueltas a la pista de atletismo, porque de haber sido él, Jimin hubiera fingido caerse sólo para tirarlo y lastimar al hombre.

Así de mal estaban las cosas.

Por suerte, logró terminar sin más pausas las vueltas. Ese fue el castigo más tranquilo que tuvo en la semana.

O eso pensó.

Hasta que se acercó al capitán Jeon.

—Cabo Park, sígame a mi oficina.

Tenía ganas de negarse, ¿y si era como en esas películas donde los superiores golpeaban a los cabos?

No quería descubrirlo, pero estaba tan cansado para hablar que no tuvo otra opción.

Los tenientes Kim y Min hicieron una reverencia cuando el capitán Jeon paso delante de ellos, podía notar que ambos hombres le tenían mucho respeto al capitán y también había notado que le hablaban con mucha confianza.

Una parte de él le hacía creer que el hombre no era malo, sólo muy estricto hasta el punto de fastidiarlo, pero que los dos hombres confiaran tanto en él, lo hacía suponer que no era sólo por ser su superior.

Le daba curiosidad saber su historia.

Pero por nada en particular, sólo para estar informado.

Caminaron un poco hasta llegar a un edificio donde Jimin jamás había estado, podía ver lo alto y, al igual que los demás, antiguo que era.

Entraron y vio al capitán Jeon dar pequeñas reverencias cuando unos hombres de mayor edad caminaron a su lado.

Jimin lo imitó, el ambiente ahí era diferente, más pesado.

Por suerte no caminaron por mucho tiempo, ya que casi al final del pasillo, el capitán Jeon abrió la puerta e ingresó. Jimin lo imitó.

El hombre se sentó en una silla detrás de su escritorio y Jimin se quedó parado sin saber que hacer.

—Cabo Park, por favor tome asiento.

Obedeció.

El hombre se sirvió un poco de agua de la jarra que tenía en su escritorio y la bebió antes de hablar.

Jimin observaba atento todos sus movimientos.

—Bien, Park Jimin, ¿Cierto? Esta semana la ha pasado mal y ha provocado que la pase mal. Así que seamos honestos, ¿por qué ingresó usted aquí?

Parpadeó un poco confundido por la pregunta.

—¿A qué se refiere? —preguntó cómo impulso.

—A que, realmente no debería estar aquí. Es claro que tiene problemas con la autoridad.

Jimin pasó saliva —Bueno, no tenía a dónde más ir —confesó.

El hombre se quedó meditando unos segundos su respuesta, que para Jimin fue una eternidad.

—Bien, entonces creo que es momento de que decida y reflexione que quiere hacer con su vida, la milicia no es lo suyo, es mejor que se vaya antes de que pase más tiempo. Podemos tramitar su baja sin consecuencias.

Jimin no podía describir exactamente lo que sintió, era una mezcla entre sorpresa, vergüenza y enojo.

¿El hombre estaba dudando de sus capacidades?

Sentía que no podía culparlo del todo, él sabía que tenía problemas con la autoridad, pero tanto como para que el capitán se tomará el tiempo de correrlo, sentía que era un desperdicio.

Y no iba a volver a permitir que nadie lo hiciera sentir de ese modo.

Así que, a sabiendas que lo mejor era aceptar la baja sin consecuencias, otra parte de él, el orgullo, no podía permitirlo.

El necesitaba eso.

Necesitaba probarse y probarle a todos los que lo habían subestimado que podía con eso.

Suspiró tratando de calmarse antes de hablar. El hombre lo veía sin esperanza y con una pizca de aburrimiento en su rostro.

—No voy a renunciar —respondió—, es cierto que he tenido un poco de dificultades, pero no me puede pedir que renuncie por pequeños errores.

El hombre sonrió sin gracia —Tal vez para usted sean pequeños errores, pero son graves, más por qué es un cabo y se preparan cabos para una guerra —lo vio suspirar—, debería considerarlo de nuevo.

—Estoy diciendo que no voy a renunciar.

—¿Lo ve? No son formas de hablarle a un superior.

Tenso la mandíbula y tuvo que desviar la mirada porque estaba comenzando a enfadarse de verdad.

—Pareciera que tiene algo en mi contra.

El hombre soltó una risa sin gracia —Yo no tengo nada en contra suya, ni de nadie —dijo—, sólo le doy un buen consejo como su superior.

—Pues nadie se lo pidió.

Jeon pareció ignorarlo —Y ahora, como un civil —lo vio recargarse de su escritorio—, ésto no es lo tuyo, desiste. He entrenado a muchos hombres y hasta ahora, eres el más desastroso. Desiste.

Le sorprendió que dejara la formalidad a un lado y le hablara de esa forma.

—No voy a renunciar —repitió.

El hombre asintió —Bien, si es tú decisión —el moreno sonrió con sorna—, muéstrame que tienes, niño.

Algo parecido a la ira, creció en su ser. 

Tear • km Donde viven las historias. Descúbrelo ahora