XXVII

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James Rodríguez
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Han pasado casi dos semanas desde que Ava fue a esa pijamada, desde entonces la he visto de mejor humor que nunca. Como si se hubiera librado de un peso enorme, pero nunca lo cuestioné, solo lo disfruté.

En algunas ocasiones me acompañó al entrenamiento y he notado que la tensión entre ella y Richard ha disminuido, como si estuvieran en paz, esto hizo que poco a poco yo también me relaje respecto a él.

Como cuando estábamos haciendo algunos pases, Ava viéndonos desde las gradas mientras usaba su celular. En un mal saque, Quintero por poco alcanza a golpearla, pero Richard se apresuró en desviar la pelota con una patada.

—¡Mira bien para dónde mandas el balón! —regañó agitado por toda la actividad física que hemos hecho hasta ahora.

Esto me sacó una suave sonrisa.

Ava reaccionó un segundo después, apretando sus ojos y cubriéndose de una pelota ya desviada. Seguidamente levantó su vista hacia Richard con un tenue sonrojo.

Richard Ríos
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Hoy decidí que para averiguar la verdad debía hablar con Camila, después de todo, ella fue quien se dio cuenta del incendio primero. Tal vez ella vio algo más. Sin embargo, al llamarla, no me contestaba, por lo que me decidí a ir a su trabajo.

Al llegar hasta recepción y preguntar por ella, me informaron que estaba de viaje por una sesión de fotos en Cartagena, me aseguraron que regresaría en dos días, así que me resigné.

Al salir, me di cuenta de que en la tienda de la esquina estaban vendiendo mango biche. Se me iluminaron los ojos, no lo pensé dos veces y fui a comprar una porción.

Mientras una señora lo preparaba, otra señora en el mostrador se me acercaba.

—Que pena, mijo. ¿Usted no es el que traía a la monita que trabaja al frente? —preguntó.

Automáticamente entendí que se refería a Camila.

—Si, señora. —sonreí incómodamente.

—Ah... nada más quería saber si me podía colaborar con un favor: hace unos mesesitos que la niña me está debiendo dos mil pesos de un encendedor y no ha vuelto a pasar a pagarlos, es la única fiada que me falta por tachar.

El estómago me saltó, sentí un frío recorriéndome la espalda y dejé de escuchar y ver correctamente por un segundo.

—¿...Un encendedor?

La señora asintió.

—De estos baraticos, no costó mucho pero igual me parece una falta de respeto qu-..

—¿Compró algo más con ese encendedor? —interrumpí.

—Ah si. Unos cigarrillos, de estos "Chesterfield". —me mostró una caja idéntica a la que le encontraron a Ava entre sus pertenencias.

Me sentí mareado, casi me pesaba el pecho. Fue Camila... todo este tiempo... fui una mierda con Ava por pensar que casi mata a mi hermana cuando debí agradecerle por el resto de mi vida porque lo que hizo fue salvarla.

Maldita Camila... hijueputa vida-... No puede ser. La incriminó. Camila la incriminó.

—...S-si, yo le digo. Gracias igual. —me apresuré en volver a mi carro.

—¡Muchacho, espérate, el mango!

Ignoré cualquier otra palabra que me dieran. Comencé a manejar hacia la casa de Ava. No sé qué estoy por hacer, pero voy a empezar por disculparme, aunque sé que no merezco su perdón... ella me aseguró su inocencia tantas veces... ni siquiera me preocupé en cuidarla cuando estuvo lastimada por salvar a mi hermana. Soy una mierda.

Dios... por favor que no sea tarde... todo estaba tan bien entre nosotros... todo se sentía tan perfecto... ¿Por qué tuvo que pasar así?

Al llegar, comencé a timbrar, esperando a que ella saliera, pero en vez, salió James.

—¿Richard? —abrió la puerta extrañado por mi presencia.

—¿Está Ava? Tengo que hablar con ella. —expresé con un poco de vergüenza, me siento como un descarado al hacer esto después de tanto tiempo.

—¿A Ava? —se cruzó de brazos—. ¿De qué tienen que hablar exactamente?

—Es importante... de verdad, por favor dime si está...

James me miró en silencio por unos segundos, poco convencido, yo suspiré con entendimiento.

—Yo sé que me comporté como una mierda, perdóname. Por favor... solo quiero hablar con ella y arreglar lo que hice... no me voy a perdonar por todo lo que tardé en disculparme, o darme cuenta de todo; fui un idiota con todas las letras en mayúscula y entiendo que no me quieras cerca de ella, pero te suplico que me des una oportunidad...

Me sentí tan liberado al decir eso. El arrepentimiento que me inundaba se reflejaba en mi voz y al parecer James lo notó, porque suspiró y finalmente contestó.

—Ava no está.

—¿...Y dónde está entonces? —me tensioné un poco.

—Hace un rato salió al aeropuerto.

Sentí que el mundo se derrumbó sobre mí.

—¿¿Aeropuerto??

James asintió.

—¿¿Pero a dónde va??

—Decidió regresar al exterior con mi papá. Le ofrecieron una beca que no quiso desperdiciar.

Recordé las veces que la escuché hablando con Lucho o Muñoz de lo bien que le iba en la universidad y mi corazón se encogió. Pero no me iba a rendir. No puedo dejarla irse así y ya.

—¿Cuál aeropuerto?

—...El José María.

No lo pensé dos veces, estreché su mano en agradecimiento.

—Gracias, de verdad. —dije con sinceridad y me apresuré en regresar a mi carro, manejando tan rápido como pude hasta el aeropuerto.

Al llegar estaba perdido, no sabía ni hacia dónde ver. No podía llamar a su teléfono, ya que el número que tenía se perdió con el celular que quedó destrozado en el incendio.

Miré al rededor como si de paranoia se tratara, vi a una peli-negra de espaldas y sonreí aliviado, acercándome rápidamente a ella.

—¡Ava! —le toqué el hombro un poco agitado, pero tan pronto como se volteó, me di cuenta de que no era ella—. Disculpa..

Me equivoqué de persona al menos tres veces más, estaba desesperado, tal vez simplemente ya se fue.. la cagué... cagada tras cagada me llevaron hasta aquí... a estar sentado en un aeropuerto con el corazón en la mano y la esperanza en el piso.

Me levanté para regresar a mi carro; resignado, pero al levantar la vista, la veo... Ava. Encontré a Ava. Le está dando un abrazo a la chica con la que la encontré en el club. Están haciendo la fila para embarcar.

No dudé un segundo.

—¡Ava!

Richard Ríos | enemies to lovers?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora