Una importante confesión

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Todos los lores del norte vinieron a conocer a los herederos de la casa Stark. Trajeron obsequios para ambos y su abuelo, les regalo un corcel a cada uno. Todos nos felicitaron por nuestros hermosos lobos y yo no podía estar más feliz con ellos. En medio de toda la celebración, nos íbamos turnando para cagarlos y cuando Sara llego, mire a mi alfa y le pedí que su esposa no tocara a ninguno de mis hijos. Estuvo de acuerdo y ambos nos acercamos a la pareja.

Sara elevo los brazos para cargar al bebe que Cregan cargaba y gruñí. Todos me miraron sorprendidos y me disculpe, diciendo que aún no me acostumbraba a que alguien más los tocara. Entendió automáticamente y me sentí muy mal por su cara de desilusión, pero revoleé los ojos cuando vi como mi alfa, ocultaba su sonrisa orgullosa mientras besaba a nuestro hijo. Era cierto realmente. No dejaba que nadie los tocara. Cuando él no podía estar conmigo, Meg me ayudaba, pero siempre la tenía a la vista. Me sentía mal por desconfiar de ella, pero creía que lo mejor era que estuvieran con Cregan y conmigo.

Fuera del vientre ambos eran encantadores. Se portaban muy bien y solo lloraban cuando querían estar en brazos. Los alimentaba en mi nido solo o en presencia de Cregan, pero nunca delante de otras personas. Incluso hacia que Meg saliera de la habitación para poder estar tranquilo. Alimentaba a uno, mientras el otro estaba acostado a mi lado, rodeado de almohadones, viendo con sus ojitos negros todo lo que había hecho por ellos. Cuando terminaba solo me quedaba viéndolos dormir, tenía que poner un almohadón entre ambos, porque ni bien se sentían, intentaban separase.

Paso un mes de su nacimiento y creí que era momento para ir a la cripta. No hacia tanto frio y, si quería que se acostumbraran al frio, tenía que sacarlos del armario. Fue lindo ver como sus naricitas se arrugaban al sentir el nuevo ambiente y como sus ojos crecían al ver las antorchar de la cripta. Brandon venia conmigo y Aron con Cregan. Llegamos al pequeño dragón y me senté, palmeando el suelo para que se sentara a mi lado. Acomode a mi niño en mi brazo y con el otro, limpie el nombre y corrí las flores secas, colocando otras.

Daeron – Hola mi amor. Perdón por no venir antes, pero te presento a Brandon y a Aron, tus hermanitos.

Cregan – Yo tengo a Aron – aclaro.

Daeron – Él sabe diferenciarlos... Mira! – vi como Aron intentaba alcanzar el altar y Cregan lo acerco un poco, pero tomo uno de los juguetes que habíamos dejado – No amor, eso es de Rickon. – se lo saqué y volví a dejarlo donde estaba, pero cayó al suelo. Intente una vez más, pero volvió a caer.

Cregan – Creo que quiere que lo tenga amor. – lo miré con un nudo en mi garganta y accedí.

Daeron – De acuerdo. Ten amor – mi niño agarro con fuerza el pequeño caballo de madera y lo acerco a su pecho sonriendo.

Cregan – Es el nuevo consentido?

Daeron – Es porque es el menor. Sé muy bien que el los ama por igual.

Sabía que así era. Lo sentía en mi corazón. Nos quedamos un poco más y cuando fue hora de comer, volvimos. Ambos dejamos besos en el pequeño dragón de mármol y prometimos volver. Y claro que lo hicimos.

A medida que iban pasando los meses, yo los fui liberando un poco. Su abuelo amaba cargarlos y ver cómo le sacaba rizas fingiendo que iba a comer sus pancitas, era lo más hermoso. Y empezó a atar su cabello desordenado cuando Brando tuvo la manía de jalarlo. Era algo rebelde y medio brusco con los demás. A veces no se dejaba agarrar por cualquiera, empezaba a moverse o a llorar y volvía a mis brazos o a los de Cregan y muy raras veces, a los de Meg.

Mis pequeños lobos, crecían muy rápido y empecé a cuestionar que tenía en mis pechos. Padre me había dicho que era normal. Decía que cuando Cregan nació parecía que tenía un año y cuando Sara llego, pegaba estirones cada dos meses. Llegue a la conclusión que no era mi leche, sino sus genes. Malditos sean.

Matrimonio por conveniencia / DaeganDonde viven las historias. Descúbrelo ahora