La convivencia

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Volvimos a casa. Y me sentía bien de hacerlo. El viaje había sido muy instructivo y la verdad, fue bueno al fin conocer algo tan histórico. Tuve la oportunidad de mirar desde las alturas todo el continente y maravillarme con lo hermoso que era. El sol jamás saldrá igual para mí y ninguna vista se podría comparar. Antes de partir, el Lord Comandante me pidió que volviera algún día. Decía que ahora, como Lord del norte, tenía un deber con ellos. Que por favor no los olvidara.

Empecé a pensar que no solo tenía un deber con ellos, sino con todos en el norte. En especial con los de Winterfell. No había estado mucho tiempo y no conocía a nadie. Mientras que, a él, todo el mundo lo conocía. Se paraban a hablar con él, lo saludaban con cariño y, sobre todo, lo respetaban. No por ser el hijo del señor, sino porque él se ganó todo eso y sentía que yo debía hacer lo mismo. Tenia que estar a la altura de mi señor y, sobre todo, de la gente que me adopto.

Me puse en plan de conocer a mi gente, asiqué luego de los desayunos, mientras él iba con su padre a las reuniones con los lores. Yo me dirigía al pueblo. Todos eran muy amables conmigo y las mujeres que me cruzaba, me daban bendiciones para que mis hijos nazcan fuertes. Y yo solo respondía con una sonrisa cortes. Escuchaba los problemas de la gente y luego las hablaba con él, para saber que podía hacer para ayudarlos.

Me dio varias recomendaciones y me gusto saber que contaba con su apoyo para continuar haciéndolo. Supongo que interpreto mi necesidad por caer bien, asique me ayudo en lo que pudo. Sino estaba en el pueblo caminando por el comercio, ayudaba en las caballerizas o en la gran casa limpiando las habitaciones. El me veía entrar y salir con sábanas y almohadones, pero jamás me dijo nada. Lo cruzaba cuando volvíamos de lavar las cosas y hablábamos un poco mientras el sostenía mi canasto de sabanas limpias y yo acomodaba mi ropa. Me pedía que no me exigiera mucho y seguíamos cada quien en lo suyo.

Sara – No crees que te esfuerzas demasiado? – terminaba de colgar la última sabana cuando llego a mi lado.

Daeron – A que te refieres? – pregunte mientras limpiaba mi frente

Sara – A todo esto. No eres un sirviente Daeron. No tienes que hacer nada.

Daeron – No me gusta quedarme quieto. Detesto tener que quedarme en un solo lugar, sintiéndome inútil.

Sara – Pero esta no es tu obligación hermano

Daeron – Dime cuales son entonces. Desde que llegue que todos me tratan como si fuera de porcelana. No lo soy Sara.

Sara – Eres el esposo de mi hermano.

Daeron – Nada más? – suspire – Escucha, tengo que hacer algo. Por todos ellos, por mí. No quiero ser el esposo trofeo de un Lord.

Sara – Que dice mi hermano de todo esto? – cuestiono y me molesto su pregunta.

Daeron – No le pregunte.

Sara – Daeron, estoy segura que no le gustara verte aquí... Arrodillado en el suelo, lavando las sabanas de los empleados en el frio.

Daeron – Me lo he cruzados varias veces de regreso del rio y nunca me dijo nada.

Sara – Que? El... te vio, así... y no dijo nada? – coloco las manos en su cintura y negó con la cabeza – Si fueras mi omega, no permitiría que te rebajaras así.

Daeron – Bueno Sara, pero no lo soy – dije molesto, levantando el canasto del suelo – Rompiste el compromiso, ¿recuerdas?

Pase de ella, intentando controlar mis nervios. No tenía derecho a decirme algo así ni a meterse en mis asuntos. Él no me decía nada porque, sin decirle, sabia como me sentía. Y si, por ahí le molestaba que su esposo pase tiempo con las muchachas del servicio, pero era mi forma de contribuir. No me iba a quedar sentado, tejiendo. Una porque no sabía hacerlo y otra, porque no era quien yo era. Al casarme renuncie a, algún día, convertirme en soldado. Y aún no había bebe en camino, asique mientras pudiera moverme, iba a hacer lo que se me diera la gana.

Matrimonio por conveniencia / DaeganDonde viven las historias. Descúbrelo ahora