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Shen Qingqiu ya no puede ir al Pabellón Rojo Cálido a dormir.
Su falta de sueño lo hace actuar de maneras que hacen que Liu Qingge se sienta... frustrado.
El Dios de la Guerra Bai Zhan enc...
Liu Qingge se paseó un rato fuera de la puerta. Podría derribar la puerta, pero algo en el comportamiento de Shen Qingqiu le hizo dudar en hacerlo. Finalmente miró por la ventana.
Se encontró con un interior bien organizado. La cama estaba hecha, las paredes cubiertas con una decoración bien pensada y un suelo que parecía barrido con regularidad.
Shen Qingqiu estaba en el suelo meditando.
Sin embargo, si el surco entre sus ojos era un indicador, la meditación no iba bien.
Aun así, Liu Qingge decidió dar por terminada la noche.
Si Shen Qingqiu estaba meditando, con suerte eso ayudaría con... lo que fuera que hubiera sido eso antes.
Aun así, se encontró caminando de un lado a otro cuando llegó a casa.
¿Qué estaba pasando con Shen Qingqiu?
Normalmente estaba lleno de energía y era vil.
Verlo tan tranquilo, casi plácido en la reunión... simplemente estaba mal.
¿La meditación sería suficiente para lidiar con lo que fuera que estuviera pasando?
Al día siguiente, Liu Qingge regresó a la cima Qing Jing. Observó desde la distancia durante un rato, pero Shen Qingqiu claramente seguía actuando como el día anterior.
Eso lo enfureció. Liu Qingge acorraló a Shen Qingqiu después de una de sus clases. "Pelea conmigo", ordenó. Si había alguna forma de averiguar qué le pasaba a Shen Qingqiu, sería con un combate de entrenamiento.
Shen Qingqiu ni siquiera levantó una ceja ni dijo nada burlón, simplemente sacó la espada en silencio y adoptó una posición de combate.
Liu Qingge se quedó allí un rato esperando... algo, alguna de las chispas habituales del otro hombre, pero lo máximo que consiguió fue que Shen Qingqiu finalmente dijera: "¿Estás listo?"
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La pelea fue rápida. Shen Qingqiu no usó trucos.
Solo su espada y movimientos que carecían de su habitual gracia etérea.
Aunque Liu Qingge siempre quiso batirse a duelo con Shen Qingqiu de una manera directa y honorable, cada movimiento que hacía el otro se sentía mal.
