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Shen Qingqiu ya no puede ir al Pabellón Rojo Cálido a dormir.
Su falta de sueño lo hace actuar de maneras que hacen que Liu Qingge se sienta... frustrado.
El Dios de la Guerra Bai Zhan enc...
La clase terminó en caos después de que Liu Qingge literalmente cayera del cielo, dejando caer una lluvia de almohadas sobre sus discípulos. Afortunadamente para los discípulos, las almohadas eran de la variedad suave, por lo que no hubo muchas lesiones. Shen Qingqiu entendió que la progresión lógica después de comprar mantas eran almohadas, pero... ¿por qué tantas almohadas? ¿Y por qué las llevaba en sus brazos en lugar de en la bolsa qiankun que claramente tenía consigo?
Fue solo después de limpiar el caos que eran los restos de su clase y regresar a su casa que miró dentro de la bolsa qiankun que Liu Qingge le había arrojado para encontrar... ¿Aún más almohadas? ¿Qué significaba esto? ¡La bolsa qiankun estaba literalmente llena hasta reventar de almohadas! ¿Se suponía que debía dormir con todas estas almohadas a la vez? ¿En qué estaba pensando el bruto? Y, sin embargo, aunque se sentía exacerbado por todas estas almohadas, sintió que el cariño florecía en su pecho. "Shidi estúpido", pensó cálidamente.
No había forma de negarlo. Liu Qingge estaba tratando de ayudar fervientemente. No era exactamente bueno para determinar lo que realmente necesitaba, pero el intento fue más de lo que esperaba de cualquiera. Estaba tan acostumbrado a que todos en la secta lo rechazaran y que él a su vez lo rechazara, que no sabía qué hacer con un intento tan sincero del más brutal de sus hermanos marciales. Liu Qingge, realmente era un hombre difícil. ¿Cómo era que había comenzado a hacerle sentir cosas cuando durante años todo lo que hacía era fruncirle el ceño y, sin embargo, ahora tenía la imagen del hombre sonrojándose, tratando una y otra vez de encontrar una manera de ayudarlo a dormir? Era terco hasta el extremo, no entendía que dejar una bestia muerta en la puerta de alguien era de mala educación y, sin embargo... era alguien a quien le había importado lo suficiente como para intentar ayudar. Era casi como... que el hombre extrañara sus comentarios sarcásticos, extrañara la versión de sí mismo que no estaba privado de sueño. Había tanto que desempacar allí, pero su mente estaba confusa y al menos necesitaba intentar dormir.
Se rodeó de almohadas e hizo todo lo posible por acurrucarse en las mantas que Liu Qingge le había regalado. Al final, las almohadas que eligió para dormir fueron las que habían caído sobre los discípulos. Odiaba admitirlo, pero el olor familiar de Liu Qingge a grasa de espada y hierbas que todavía estaba en las almohadas era muy relajante.
Incluso rodeado de tanto lujo, pronto se encontró dando vueltas en la cama. Aunque la cama era cómoda, las pesadillas siempre lo devolvían a la conciencia antes de que el sueño pudiera apoderarse por completo de él. Extrañaba los cálidos brazos de las mujeres del burdel y las palabras tranquilizadoras que le decían en voz baja y que lo ayudaban a luchar contra las pesadillas. Ahora no podía tener eso. Así que, aunque su mente se acercó más al sueño que en mucho tiempo, siguió siendo una noche intranquila.
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Cuando finalmente se levantó al día siguiente, escuchó que alguien golpeaba la puerta. Se suponía que era Liu-Shidi.
A estas alturas, la rutina de Liu Qingge de llegar temprano por la mañana se había convertido en algo normal. Aunque después de la última visita, en la que se encontraba tan desaliñado, habría pensado que el hombre ya había aprendido la lección de llegar tan temprano. Supuso que tendría que enseñárselo de nuevo.
