Pov. Katniss
Me colgué la mochila al hombro, cogí el trasportín de mi perrita del asiento trasero y cerré la puerta del coche. Me quedé quieta un minuto, escuchando el canto de los grillos que resonaba a mi alrededor, casi ahogando el suave silbido del viento en los árboles. Por encima de mí, el cielo era de un azul profundo, y se veía a lo lejos el reflejo brillante del agua del lago entre las casas que tenía delante. Entrecerré los ojos para estudiar el letrero que todavía permanecía pegado en la ventana, frente a mí, anunciando que la cabaña estaba en alquiler. Era antigua y parecía un poco descuidada, pero poseía un encanto especial que me atrajo de inmediato. Podía imaginarme sentada en el pequeño porche por las noches, viendo cómo los árboles que la rodeaban eran mecidos por la brisa mientras la luna se reflejaba en el lago, a mi espalda, con el aroma a pino y a agua flotando en el aire. Sonreí para mis adentros. Esperaba que el interior ofreciera también aquel encanto, o que al menos estuviera limpio.
—¿Qué te parece, Phoebs? —pregunté en voz baja.
Phoebe soltó un pequeño ladrido desde el trasportín.
—Sí, yo también lo creo —aseguré.
Un viejo sedán se detuvo junto a mi pequeño escarabajo Volkswagen, y el hombre maduro y calvo que salió del sedán se acercó a mí.
—¿Katniss Everdeen?
—La misma. —Sonreí y di un paso hacia él tendiéndole la mano—. Gracias por arreglarlo todo en tan poco tiempo, señor Connick.
—Por favor, llámame George —me invitó con una sonrisa al tiempo que avanzaba hacia la casa, levantando polvo y haciendo crujir a cada paso las agujas de pino caídas por el suelo—. No ha supuesto ningún problema. Ya me he jubilado, así que no es como si tuviera que cumplir un horario. Ha sido fácil.
Subimos los tres escalones de madera que conducían al porche mientras sacaba un manojo de llaves del bolsillo y se ponía a buscar la correcta.
—Vamos allá —me invitó, metiendo la llave en la cerradura y abriendo la puerta. Un leve olor a polvo y humedad me saludó en cuanto entramos. Miré a mi alrededor.
—Mi esposa viene tan a menudo como puede para limpiar lo básico, pero, como puedes ver, necesita una buena limpieza general. Norma ya no se mueve tan bien como antes, tiene artritis en la cadera. La casa lleva todo el verano vacía.
—No pasa nada. —Sonreí y dejé el trasportín de Phoebe junto a la puerta antes de avanzar hacia lo que parecía la cocina. El interior necesitaba algo más que una limpieza general básica, pero eso no impidió que me gustara. Era pintoresca y poseía mucho encanto. Cuando levanté las sábanas que cubrían los muebles vi que se trataba de elementos antiguos, pero de buen gusto. Los suelos estaban formados por amplios tablones de madera de aspecto rústico, y el color de la pintura resultaba sutil y tranquilizador.
Los electrodomésticos no eran nuevos, pero tampoco precisaba más. No estaba segura de sí querría volver a cocinar alguna vez.
—El dormitorio y el cuarto de baño están atrás —comentó el señor Connick.
—Me la quedo —lo interrumpí. Luego me reí y sacudí la cabeza—. Es decir, si todavía está disponible y llegamos a un acuerdo, me la quedo.
Él se rio entre dientes.
—Pues estupendo. Voy a buscar el contrato de alquiler al coche y podemos dejar resuelto el asunto. Están estipulados un par de meses de fianza, pero podemos hablarlo si supone un problema.
Dije que no con la cabeza.
—No, no es un problema. Me parece bien.
—De acuerdo. Vuelvo ahora mismo —indicó al tiempo que se dirigía hacia la puerta.
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Tu Voz...
RomanceEscuchar y entender tu voz es mi salvación y mi vivir. Nueva adaptación, espero les guste.