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Pov. Katniss


Empecé a trabajar en la cafetería de Chaff a la mañana siguiente. El propio Chaff se ocupaba de la cocina. Era un tipo malhumorado y no me hablaba mucho, aunque le vi dirigir a Seeder una mirada que solo puede ser descrita como de adoración. Sospeché que en realidad era un osito, así que no me asustaba. También era consciente de que yo era una buena camarera y de que el nivel de agobio de Seeder era mucho menor una hora después de empezar, así que me imaginé que tenía a Chaff en el bote.

La cafetería estaba muy concurrida, el trabajo era bueno y los clientes, agradables; no podía quejarme. Los dos primeros días pasaron sin problemas.

El miércoles al salir de trabajar, me fui a casa para ducharme, me puse un bañador, unos vaqueros cortados y una camiseta blanca y me dirigí al lago con intención de explorar los alrededores. Puse a Phoebe la correa y la llevé conmigo.

Cuando ya estaba saliendo de casa, Mags me llamó desde su jardín, donde estaba regando los rosales. Me acerqué a ella sonriendo.

—¿Qué tal estás adaptándote? —me preguntó, dejando la regadera a un lado y acercándose a la valla por donde me había asomado.

—¡Muy bien! Llevo días queriendo venir a agradecerle que me dijera lo de la vacante en la cafetería. Me presenté al empleo y ahora soy la camarera.

—¡Oh, eso es genial! Seeder es una joya. No dejes que Chaff te asuste, mucho ruido y pocas nueces.

Me reí.

—Me di cuenta desde el principio —le confesé, guiñándole un ojo—. En serio, es un buen hombre. Ahora iba a acercarme al lago.

—Oh, qué bien. Los embarcaderos impiden que haya un buen paseo por aquí, aunque seguramente ya te has dado cuenta. Pero si te acercas a Briar Road y sigues la señalización, llegarás a una pequeña playa. —Me dio unas breves indicaciones para llegar hasta ella—. Si quieres, tengo una bicicleta que no uso nunca. Con la artritis no soy capaz de agarrar bien el manillar, y ya no me siento segura. Sin embargo, está casi nueva e incluso tiene una cesta para el perro. —Miró a Phoebe—. Hola, bonito, ¿cómo te llamas? —dijo, brindándole una sonrisa y haciendo que saltara feliz a su alrededor.

—Es una perra y se llama Phoebe. —Sonreí.

—¡Qué chica tan linda! —la halagó Mags, inclinándose para que Phoebe le lamiera la mano.

Se enderezó.

—La bici está en la habitación de invitados. ¿Quieres verla?

Hice una pausa.

—¿Está segura? Es decir, me gustaría mucho ir al lago en bici en vez de llevar el coche.

—Sí, sí. —Me hizo un gesto con la mano mientras se dirigía hacia la casa—. Me encantaría que la usaras. Yo acostumbraba a coger arándanos por esa zona; crecen de forma silvestre. Llévate un par de bolsas, y puedes traerlas en la cesta cuando vuelvas. ¿Te gusta hacer repostería?

—Mmm... —medité, siguiéndola a su cabaña—. Solía gustarme, pero hace tiempo que no hago nada.

Me miró por encima del hombro.

—Bueno, quizá los arándanos te animen a ponerte de nuevo el delantal. —Me sonrió mientras abría una puerta a la derecha del salón.

La casa estaba decorada de manera hogareña, con muebles antiguos y muchas baratijas adornándolos, junto con fotos enmarcadas. Un olor a eucaliptos secos flotaba en el aire. Al momento, me sentí cómoda y feliz.

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