Capítulo 2

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El día terrible ha llegado al fin, pensó Bianca Barclay al ver marchar a la anciana criada, el que más temía desde el día en que nació.

Un matrimonio arreglado, un acuerdo maldito; su querida madre realmente no quería verla feliz, ¿no es sí? Hoy solo es la confirmación de esa sospecha: es el ensayo para la boda entre ella y la hija menor de la familia Sinclair, y aquí está ella, obligada a casarse con una completa extraña, con otra mujer. Qué Dios se apiade de ella cuando muera.

Jamás había hablado con la joven Sinclair, siquiera una mirada le había dado; su familia conocía a la suya solo de vista y la breve charla para acordar detalles de la boda y los beneficios del matrimonio para ambas familias. No sabe siquiera la educación que ha tenido la mujer o si su corazón es de bien; solo conoce su apellido, y la fortuna que ha construido su familia con su incursión en el mercado local.

Supone que eso fue lo que llamó la atención de su madre para llegar a formalizar este extraño acuerdo.

Los Barclay no eran la mejor clase de personas, ella misma lo podía afirmar al venir de dicha familia. De hecho, eran algunas de las personas más engreídas y horribles que podrías llegar a conocer, su madre encabezaba la lista, capaz de endulzar a cualquiera con su canto de sirena. Durante toda su infancia y adolescencia temía este momento, donde ella se convertiría en un peón más en este juego de ajedrez de su madre, donde si no se casaba, su madre y su padrastro definitivamente la repudiarían por el resto de su vida, donde ninguno de sus logros anteriores podría parar esta locura.

Y como si un Dios Todopoderoso hubiera sabido su descontento con ello, el día se había tornado nublado y mostraba signos evidentes de una tormenta muy próxima.

Era un día terrible para una boda, para el ensayo de boda.

Pero en sí, no era de extrañarse, teniendo en cuenta que Bianca Barclay nunca había vivido para ver una mañana cálida o una calle alegre, donde la gente sonreía unos a otros o donde la gente prosperara por cuenta propia; la alegría parece haber perecido hace muchos años en Jericó. Los recuerdos de su niñez parecen distantes ahora, solo quedan las vagas memorias de esta pequeña ciudad en la que había crecido habitada por muertos vivientes.

"Quizá la muerte es el remedio de esto..." piensa con un débil suspiro.

Vuelve a mirarse al espejo.

Su corsé estaba tan ceñido que apenas podía respirar, su vestido fue diseñado para encajar perfectamente con su figura (y siquiera es el vestido para el evento real), y sus emociones (o lo que podría considerar como tal) escondidas en una caja asegurada con cadenas de negación en lo profundo de su mente, cumpliendo con todas las expectativas que su madre había impuesto sobre ella desde muy joven.

Ella es igual a todos los que viven en esta ciudad de casas muertas. Una vida más siendo desperdiciada. Todos cumplieron un papel y una vez que se les acabara el tiempo alguien más llenaría el vacío, ella sería igual. Todos eran seres reemplazables en un vano juego llamado vida.

Su situación actual era semejante a la de muchas familias aristócratas: su familia en bancarrota, tras derrochar mucho en la bolsa de valores y en inversiones de dudosa reputación, y necesitaban dinero para solventar gran parte de sus problemas y deudas. Entonces, en lugar de pedir un préstamo al banco o pedir ayuda a algún familiar en el extranjero, su madre y su padrastro decidieron que la mejor manera de salvar el apellido, y la situación financiera, era casar a su única heredera con una mujer extraña con la esperanza de mantener su estatus.

Su existencia jamás fue deseada, ya lo ha aceptado, y es en este momento, cuando el dinero es escaso y la necesidad de un acuerdo es más grande que cualquier otra cosa, donde piensan en ella. Muchos opinarían que el matrimonio es la fase final donde llegará una pareja enamorada, pero ¿esto? ¿Amor? Se ríe con cinismo, su madre lo ha visto siempre como una alianza nada más, el sentimiento estaba fuera de las creencias de la familia, el amor solo traía debilidad y una condena, y ella debía traer honor y riquezas.

Hasta que la muerte nos separe | WenclairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora