Kim Taehyung había pasado gran parte de su vida evitando los reflectores. Aunque su apellido lo conectaba con una de las familias más influyentes del país, el prefería mantenerse al margen de los juegos de poder que definían a su padre y a su círculo. Su vida era sencilla, llena de pequeños placeres, lejos del bullicio de las grandes ciudades y las intrigas empresariales. Pero esa mañana, mientras miraba su reflejo en el espejo de su apartamento en Gwangju, no podía evitar sentirse atrapado.
La propuesta de matrimonio, presentada como una obligación familiar, había caído sobre el como una sentencia. Taehyung sabía que no se trataba de un cuento de hadas ni de un romance. Era un acuerdo, un trato frío que la vinculaba con un hombre al que nunca había conocido y que, según los informes que había leído, no tenía el menor interés en conocerla.
"Kim Seokjin", pensó, mientras se recogía el cabello con una banda para el cabello. El nombre resonaba en su mente con un peso incómodo. Un nombre que era sinónimo de poder, arrogancia, y un éxito que había alcanzado a costa de muchos otros. Había visto su foto en los periódicos, un hombre alto, de rasgos marcados y ojos fríos, siempre vestido impecablemente en trajes a medida. Un hombre que no conocía la palabra "no", y que no dudaba en aplastar a cualquiera que se interpusiera en su camino.
El sonido de la puerta del apartamento interrumpió sus pensamientos. Tomó aire, tratando de calmar el torbellino que sentía en su pecho, y caminó hacia la entrada. Cuando abrió la puerta, se encontró cara a cara con su padre, Kim Byung-chul, un hombre de porte imponente, que nunca dejaba entrever sus verdaderas intenciones.
— Taehyung, querido, estás listo —dijo Chul, más como una afirmación que como una pregunta. Su tono era suave, pero en él había una autoridad que no se podía desafiar.
Taehyung asintió, cerrando la puerta detrás de el. El mayor de los Kim le ofreció su brazo, y el lo tomó, sintiendo el peso de lo que estaba a punto de ocurrir. Durante el camino en el lujoso coche negro que los llevaría a la reunión con Kim Seokjin, su progenitor habló en términos que apenas registraba. Palabras como "alianza estratégica", "fusión", "beneficios", pasaban por su mente sin dejar huella. Su mente estaba demasiado ocupada tratando de imaginar cómo sería la vida al lado de un hombre como Seokjin.
Cuando llegaron a la Torre Kim, un edificio que reflejaba el poder y la influencia de su dueño, Taehyung sintió una punzada de ansiedad. Su vida estaba a punto de cambiar irrevocablemente, y no podía evitar preguntarse si estaba preparada para enfrentar lo que venía.
El vestíbulo era impresionante, todo mármol y cristal, con un aire de eficiencia y profesionalismo. Byung-chul lo guió hacia el ascensor privado, que los llevó rápidamente hasta el último piso. Las puertas se abrieron con un suave "ding", y allí, esperándolos, estaba Kim Seokjin.
El impacto de verlo en persona fue más intenso de lo que Taehyung había anticipado. Aunque las fotos en los periódicos eran fieles a su imagen, la presencia de Seokjin era algo que no podía capturarse en una fotografía. Era más alto de lo que había imaginado, casi de la misma altura qué el, solo por la pequeña diferencia de unos centímetros, con una postura que emanaba autoridad y una mirada que parecía perforar el alma de quien se atreviera a sostenerla. Su traje gris oscuro estaba impecablemente cortado, y no había ni un solo rasgo de él que no gritara perfección calculada.
Seokjin no mostró ninguna reacción visible al verlo. Sus ojos lo recorrieron con una evaluación rápida, como si estuviera midiendo su valor en una fracción de segundo. Taehyung sostuvo su mirada, esforzándose por mantener la calma y recordar que el también tenía un papel que jugar en esta farsa.
—Señor Kim —saludó Chul, extendiendo su mano hacia Seokjin.
—Señor Byung-Chul —respondió Seokjin, aceptando el apretón de manos con la misma frialdad que había mostrado desde que comenzó este proceso.
Luego, sus ojos se posaron en Taehyung.
— Joven Kim —dijo, su tono cortés pero distante.
Taehyung asintió, forzando una pequeña sonrisa.
— Seokjin—respondió el, probando el nombre en sus labios.
Un silencio incómodo cayó sobre ellos, hasta que Byung-chul, siempre el mediador, habló.
—Creo que podemos proceder a discutir los detalles —sugirió, indicando la puerta hacia la oficina de Seokjin.
Taehyung lo siguió, consciente del peso de la mirada de Seokjin sobre el. Se sentía como un insecto bajo un microscopio, analizad y juzgado. Pero no dejó que su incomodidad se reflejara en su rostro. Había pasado años aprendiendo a mantener una fachada tranquila, y no iba a permitir que Kim Seokjin lo hiciera perder el control.
Una vez dentro de la oficina, Seokjin se acomodó detrás de su enorme escritorio de caoba, señalando a ambos Kim que tomaran asiento. Los documentos ya estaban dispuestos, como si este encuentro fuera simplemente una formalidad antes de que todos siguieran con sus vidas.
—El acuerdo está listo para ser firmado —dijo Seokjin, sin rodeos. Su voz era firme, sin lugar para la duda o la negociación.
Taehyung tomó el bolígrafo que Seokjin le ofrecía, sintiendo un nudo en el estómago. Mientras firmaba su nombre en el documento, no podía evitar pensar en la ironía de la situación. Aquí estaba, casándose con un hombre que no conocía, en un acto que sellaría su destino y lo vincularía al suyo. Era una prisión dorada, construida con las palabras de un contrato legal.
Cuando terminó, levantó la vista y encontró los ojos de Seokjin sobre el. Por un momento, algo indescriptible pasó entre ellos, una chispa de reconocimiento, de que ambos estaban igualmente atrapados en esta situación.
—Felicidades, señores Kim —dijo Byung-chul, rompiendo el silencio, aunque en su voz no había rastro de alegría.
Seokjin se levantó y extendió su mano hacia Taehyung. El la tomó, sintiendo la frialdad de su piel contra la suya.
—Bienvenido a mi mundo, Taehyung —dijo Seokjin, con una media sonrisa que no alcanzó sus ojos.
Taehyung se obligó a devolver la sonrisa, aunque en su interior, una tormenta comenzaba a gestarse. Sabía que, aunque había firmado el contrato, la verdadera lucha apenas comenzaba. Y sería una batalla no solo contra Seokjin, sino contra lo que ambos habían sacrificado para llegar hasta aquí.
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El Amor No Estaba En El Plan | Taejin
RomantiekKim Seokjin es un CEO multimillonario acostumbrado a tener el control absoluto sobre su vida y a obtener todo lo que desea. Egocéntrico y frío, su única prioridad es el éxito de su imperio empresarial. Pero su mundo perfecto se tambalea cuando, por...