Era innegable el atractivo físico de Martin, incluso sus amigas lesbianas se lo habían dicho alguna vez. Sus facciones marcadas, ayudadas por un mullet que encuadraba perfectamente su rostro, cabello color chocolate, abundante en cejas y bigote, y un cuerpo estilizado por el mero hecho de existir era lo que le proporcionaba tanta atención. La guinda del pastel eran sus ojos verdosos, que con las pestañas cargadas que tenía quedaban perfectamente rodeados y resaltados. Recientemente se había hecho pendientes, y como cualquier otro de su entorno, se había puesto aros, además de siempre utilizar un collar con un lauburu.
Se aprovechaba de su claro atractivo para poder ligar, aunque todos sabían que, dada su falta de vergüenza, casi que ni lo necesitaría. Tenía, sin duda, mucho carisma.
Para él, hacerse el duro nunca tuvo sentido en cuanto a ligar se refería, no lo necesitaba para su ego, pero a veces alargar tiempos ayudaba a crear tensión, además de que recibir atención aunque no la diese le gustaba, porque no había nada que le gustase más que sentirse deseado. Es decir, contestar mensajes al segundo no le avergonzaba si así era capaz de obtener la atención de alguien, pero si ignorarlo un poco hacía crecer dicha atención, lo hacía a gusto.
Quizás por esa falta de vergüenza, o quizás por el gusto hacia la atención, solía ser tan directo: apostaba de una para ganar más, y casi siempre le salía bien. Jon no iba a ser de otra manera, o así lo esperaba al menos.
Si bien no era capaz de romper su ego, era consciente de que el chico lo puso nervioso, e hizo que sus herramientas habituales desapareciesen, como si se esfumaran. Por eso decidió que la mejor manera para tentarlo al principio era por whatsapp, por donde toda relación es casi falsa y se pueden controlar mejor las emociones y los nerviosismos. Al fin y al cabo, no sabía si se lo encontraría de nuevo por la calle, y no quería parecer desesperado diciéndole de quedar inmediatamente, y, lo que era más importante aún, Jon fue el primero en mostrar su interés mediante redes. No era poca cosa, teniendo en cuenta que su chat se leía así:
*número desconocido
hola martin
soy jon, el del ascensor
te he pillado el número cuando me lo has dejado para llamar al 112, espero q no te importe
Decidió que lo mejor sería no responderle hasta el día siguiente, no por la tensión ni por el orgullo, sería mejor para poder mantener una conversación, ya que los mensajes los recibió a las 20:00, y en el momento en el que las leyó ya eran la 01:30 de la mañana, y, seguramente, el otro tendría un horario de sueño más normal que él y ya estaría dormido.
Por otra parte, el repaso que dio de clases con Bea fue más divertida que lo que creía, y se decidió a ir a clase el siguiente día. Los lunes no empezaban las clases hasta las 10:00, por lo que todavía tendría tiempo para dormir.
Así fue cómo por la mañana, al levantarse tan temprano como sus compañeras de piso, ambas lo miraron atónitas.
-¿Todavía no te has ido a dormir? -Preguntó Ruslana, casi preocupada-.
-Me acabo de levantar -respondió, mientras se quitaba las legañas-, joder qué frío hace en esta casa.
-Amor, es que por las mañanas suele ser así, sólo que entre edredones no lo notas -se rió suavemente Bea- ¿hoy vienes conmigo a clase?
-Sí, he decidido que no voy a decepcionar más a mis padres.
Ambas se rieron ante la ocurrencia. Martin les respondió con cara de enfado, aunque no podía negar que algo de razón tenían con reírse. Los tres, y cualquiera que lo conociese, sabía que Martin, aunque no con malas intenciones, era una persona que se contradecía mucho. Al ser tan impulsivo, no pensaba dos veces antes de actuar y una semana hacía una cosa y la siguiente decía lo contrario. Hacía menos de diez días desde que le dijo a Rus que no entendía nada de clase y que prefería simplemente militar, que quizás buscaría un trabajo como ella, que le parecía más importante centrarse en eso que en la música, y sabían que no tardaría más de una semana en volver a aquello.
ESTÁS LEYENDO
Una moneda que cae de canto
FanfictionMartin siempre había soñado con ser músico, hasta que entró a la carrera y comprendió que el loco de la guitarra de la facultad de filosofía creía más en la música que él, que se pasaba días y noches estudiando piano. Quizás la frustración de ver s...