Capítulo 2

38 5 0
                                    

Tan pronto como llegó al hotel, Minghao fue a su cuarto. Todo el camino hasta allá se había asegurado de mantener el paso uniforme, algo que no fue fácil debido a que la pierna lo estaba matando.

Cuando saltó sobre la Serpiente, se jaló un músculo.

No quería que los demás lo supieran por dos buenas razones. Primero, iban a insistir en que viera a Taeyang. No era que Minghao odiara al tipo, pero el médico aún estaba entrenando y no era muy confiable, todavía. La última vez que Minghao había usado sus servicios, el hombre lo había hincado cinco veces antes de ponerle bien la intravenosa. Minghao no era una gallina cuando se trataba de agujas, pero tampoco era una puta del dolor.

La segunda razón era más importante. Aunque Minghao había estado con la Hermandad por varios meses, aun no confiaba en alguien, así que no quería mostrarse como un débil, ni siquiera por un segundo.

Simplemente tenía que ir a su habitación y esperar a que un cambio lo sanara.

Claro, su gemelo quizás fuera amiguísimo del grupo, pero el hombre estaba emparejado con uno de los jefes. En cuanto a Minghao, no tenía una verdadera conexión con ninguno de ellos, por lo que no se podían preocupar menos por él. Esto lo hacía peligrosamente prescindible. Minghao había aprendido temprano en la vida que esa era una posición peligrosa, y no estaba dispuesto a decir voluntariamente que era débil. No, no iba a pasar. No es esta maldita vida. Había contado consigo mismo toda la vida, así que no iba a empezar a lanzar su confianza por ahí.

Minghao entró en su habitación y cerró la puerta tras él, asegurándose de que los numerosos seguros estuvieran puestos. Miró a su alrededor, por costumbre, para asegurarse de que nadie estuviera acechando en las esquinas, no es que hubiera muchos sitios para esconderse. El lugar estaba bastante vació, solo un sofá, televisión, una mesa de cocina sencilla, y un juego de dormitorio.

Hubiera podido poner más porquerías. Ya que al mudarse a la Hermandad, su cuenta de banco se había vuelto bastante impresionante, pero Minghao no era de chucherías u otras mierdas. Le gustaba mantener las cosas simples. Además, nunca sabía cuándo tendría que partir, así que no le veía sentido a coleccionar pertenencias. Aunque Bambam a lo mejor estaba ahí para quedarse, Minghao se daba cuenta de que, a lo mejor, lo mismo no se aplicaba a él.

Dolería estar alejado de su hermano. Habían estado juntos desde el vientre y habían sufrido algunas mierdas. Pero Minghao siempre supo en el fondo, que llegarían a un punto en el que tendrían que separarse. Bambam se las habían arreglado para conservar su humanidad. No se podía decir lo mismo de Minghao.

Con frecuencia sentía como si estuviera hueco por dentro. Era como si su ex amo hubiera agarrado una pala y hubiera sacado todas las emociones, empatía y felicidad de Minghao, y en su lugar hubiera dejado una cáscara de odio. Por años, Minghao se había aferrado a eso también. No solo los había ayudado a Bambam y él a sobrevivir. Sino que lo había protegido de salir herido alguna vez. Ahora encontraba eso un poco deprimente, es decir, si se permitiera revolcarse en esas cosas.

Minghao se dijo que no necesitaba un compañero o amigos, que él era más fuerte porque estaba solo. Pero a veces, se descubría poniéndose celoso por lo que Bambam tenía, lo que quería decir que quizás sí tenía algunas emociones, después de todo, solo que no las correctas. En lugar de felicidad, amor y comodidad, todo lo que sentía era ira, envidia y desesperación.

Sacudió la cabeza de disgusto mientras se sacaba la ropa.

Apestaban a esa estúpida Serpiente, así que en cuanto cambiara, planeaba tomar una ducha. Luego se vestiría con un uniforme limpio antes de meterse en la cama. Todos los Asesinos dormían de esa manera. Así podían estar listos en un instante. Uno nunca sabía cuándo podía llegar un ataque o una misión.

Serie de la HdA 04 - La Venganza de SeungkwanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora