Capítulo 8

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Minghao se reprendió silenciosamente mientras lideraba la vuelta al hotel esa noche. No estaba enojado con el hecho de que iba a tener sexo, tampoco. No, era ese alguien con quien iba calentar las sábanas el que lo hacía dudar.

Todavía no sabía si había sido un momento de debilidad, o si su polla había hecho toda la conversación cuando había tenido ese encuentro con Seungkwan, más temprano. Lo único de lo que Minghao estaba seguro, en el fondo, era que en verdad quería una probada del Tigre.

Minghao se daba cuenta perfectamente de que estaba a punto de cometer un error, uno del que no sería fácil retractarse. Sin embargo, eso no iba a evitar que su estúpido culo lo hiciera. Su verga estaba ya tan dura que apenas podía caminar. Eso, incluso antes de tocar a Seungkwan.

Frunció el ceño. Tenía que ser capaz de resistirse. Había estado haciendo eso desde que había llegado a vivir a la Hermandad. Por supuesto, había notado a Seungkwan desde el principio. Solo un ciego se hubiera perdido a alguien tan sexy como ese sabelotodo, y sin embargo Minghao se había resistido.

Por qué, no lo podía precisar. Simplemente algo le había dicho que desconfiara cuando se trataba del otro Asesino, no es que pensara que Seungkwan le haría daño físicamente o algo. Por una cosa, eso iría contra las reglas. Seungkwan podía ser un mocoso malcriado, pero ni siquiera él se arriesgaría a la furia de los jefes por esa razón.

No, había algo más acerca de Seungkwan, algo sobre lo que Minghao no podía poner el dedo. Pero que continuaba dándole lata, tanto, que bien podría ser una llamativa señal de advertencia roja. Entonces,

¿por qué estaba sonriendo mientras entraba por el frente del edificio?

Como norma, se reportaría con su hermano, agarraría algo de comida y luego se iría a la cama. Minghao no tenía intención de hacer nada de eso. Bueno, quizás cayeran en la cama... eventualmente. Eso, si es que Seungkwan se portaba como un buen gatito.

Por una vez, Seungkwan se quedó callado mientras seguía a Minghao escaleras arriba. Unos cuantos Asesinos saludaron al felino a gritos, ya que era bastante popular. Seungkwan gritó hola, pero no se detuvo a conversar. Tenía que ser bastante obvio para cualquiera que estuviera viendo lo que estaba pasando, pero nadie hizo ni un comentario.

Ya que su habitación estaba más cerca, Minghao fue para allá. La abrió y condujo a Seungkwan adentro. Minghao ni siquiera miró hacia atrás cuando cerró la puerta de golpe.

—¿Qué hace...? —Seungkwan empezó.

Minghao lo cortó empujándolo contra la pared del closet. Minghao lo apretó con su cuerpo, así Seungkwan no tendría dudas de lo duro que estaba. Seungkwan abrió los ojos grandes mientras se lamía los labios, nervioso. Un leve aroma a miedo se desprendió de él, pero Minghao no se apartó, no cuando veía la llamarada de deseo en los ojos del Tigre. Podía estar un poco asustado, pero aun quería que las cosas siguieran adelante.

Minghao estiró la mano hacia abajo y empezó a desbrochar el pantalón de Seungkwan. Seungkwan soltó un jadeo antes de mover la cabeza hacia adelante. Confundido, Minghao frunció el ceño.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó.

—Ah, tratando de darte un beso —Seungkwan replicó, su voz teñida de vacilación—. Te gusta hacer eso, ¿no?

—No sé. Por lo general trato de evitarlo.

—¿Por qué? —Seungkwan hizo un pequeño puchero—. Normalmente es una de las partes más excitantes.

—No lo sé. Siempre parece ser una pérdida de tiempo. Seungkwan sonrió.

—Eso es porque nunca lo has hecho correctamente. Ven, déjame enseñarte.

Serie de la HdA 04 - La Venganza de SeungkwanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora