Capitulo 44

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Habían pasado diez horas. Eran las siete de la mañana y  Camille   seguía tendida en aquella cama, convertida en la esclava de Lucifer.
Todo había comenzado como un infierno. Leonardo fue el primero en aprovecharse de ella y lo hizo durante una hora, provocándole a  Camille   un dolor que ni siquiera creía que existía. Cada embestida era un grito, cada movimiento un hueso de su interior que se retorcía, cada beso una puñalada en el corazón.
Tom disfrutaba del espectáculo desde su posición. Dejó un espacio de tiempo para que  Camille  se recuperara cuando Leonardo consiguió tener su octava corrida, lo que era tonto porque aquello le llevaría días, semanas e incluso meses.  Camille   no había sido solo afectada físicamente si no también mentalmente.
Luego saltó a la carga y jugó con  Camille   todo el tiempo que pudo. No. No jugó con  Camille  . Fue él solo quien jugó. Ella no tenía fuerzas para nada. Incluso las lágrimas habían dejado de salir de sus ojos, los cuales mantenía cerrados. Estaba a punto de perder el conocimiento pero cada roce de aquellos hombres sobre su piel la mantenía despierta por inercia. Ella quería desaparecer, dormirse, perder el conocimiento, no pensar en lo que le estaba ocurriendo. Quería morir y no sentir nada más nunca más.
Como había dicho antes: Todo había comenzado como un infierno, había continuado como un infierno y continuaría como un infierno. Porque ni Leonardo ni Tom habían puesto final para aquella fiesta que ambos habían montado haciendo de  Camille   su juguete principal.
Ellos, ambos, parecían insaciables. Cuando uno terminaba, el otro tomaba el relevo, cosa que  Camille  _ no podía hacer. Ella era única allí y su destino estaba escrito. Se aprovecharon de su frágil cuerpo durante toda la noche. Desde entrada la noche hasta empezado el día. Cada parte de su cuerpo fue tocada, violada, masturbada, herida... Le habían arrebatado toda la energía, todas las fuerzas, las lágrimas, la voz, las esperanzas de que un príncipe pudiera aparecer en cualquier momento y salvarla. Ella ni siquiera sabía que Niall estaba de camino y que iba a dar lo que fuera por encontrarla.  Camille   no guardaba una sola esperanza pensando que Niall pudiera acunarla entre sus brazos después de aquello. Ella pensaba que Niall no sabía por el horror por el que estaba pasando. Ya lo daba todo por perdido...
-¡Oh, sí!-Gimió Tom, echando la cabeza hacia atrás y permaneciendo unos segundos más con su ***** dentro de  Camille  . Luego se levantó de la cama y rió.
-Me vuelve a tocar-Repuso Leonardo, subiendo a la cama donde yacía medio muerta  Camille  .
-Leonardo-Tom puso una mano en su brazo-Creo que ya deberíamos parar. Han sido más de diez horas, ¿No has tenido suficiente?
-No. Y ella tampoco-Ambos la miraron, pálida como estaba, demacrada, con los ojos cerrados, los labios resecos y llenos de pequeñas heridas y cortes, irritados, la piel roja por todas partes, varios chupetones en el cuello, en los pechos. Nunca había estado tan mal, apenas podía respirar.
-Ella sí-Lo contradijo Tom-Deberíamos dejarla ya.
-Una vez más-Insistió.
-No.
-Sí-Y antes de que Tom pudiera hacer nada, Leonardo había vuelto a encajar su pene entre las paredes vaginales de  Camille  . La pobre soltó un gemido inaudible, sus labios apenas se separaron. Sus ojos no se abrieron.
Tom hizo una mueca.
-Iré a cambiarme. Cuando salga quiero que ella tenga algo de ropa encima y que tú hayas terminado de satisfacerte.
-Dalo por hecho. Iré lo más rápido que pueda-Sonrió, triunfante-Un polvo rápido y abrasador.
-Y no le hagas daño.
-Hermano, aún no entiendo cómo puedes decirme eso después de todo lo que le hemos hecho. Venga, ves a cambiarte y deja que me ocupe de ella por última vez.
Tom negó con la cabeza y se encerró en el baño.
Diez minutos después, salió vestido con unos jeans y una camiseta negra. Vio como su hermano recostaba a  Camille   en la cama después de haberla incorporado un poco para ponerle su ropa intima y cubrirla con una camisa enormemente grande de color rosa. Ella ni siquiera se había inmutado. Leonardo se estaba abrochando los pantalones, continuaba sin camiseta.
-Ves a por un poco de agua-Le ordenó a su hermano menor-Esta muy deshidratada.
Tom asintió y salió de la habitación, fue hasta la cocina y rebuscó en los armarios hasta sacar un vaso y llenarlo de agua. Cuando se dirigía a la habitación, la puerta de entrada del apartamento se abrió de un golpe seco. Un seguido de hombres trajeados de arriba debajo de negro entraron en él gritando y cargando pistolas en sus manos. El vaso que Tom sujetaba se rompió en pedazos al tocar el suelo.
-¡Manos arriba!-Gritó uno de los hombres

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