7. Caída

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Perdí la noción del tiempo, la cuenta de los días que llebábamos viajando y el sentido del lugar. Podía decir con toda seguridad de que no tenía ni la más mínima idea de dónde nos encontrábamos después de tantos días grises cubiertos de nieve y de cabalgar por noches interminables. Perdí la cuenta después del octavo día, desde entonces todo había sido una nube de recuerdos inconexos que carecían de todo sentido. Al parecer, los efectos de la lidamia eran mucho más eficaces de lo que nuestros captores esperaban.

Green se había debilitado, en los últimos días se la pasaba durmiendo más que nada. La falta de su vínculo con los bosques le estaba absorbiendo la vida. Y contra eso no había nada que yo pudiera hacer. Lena, por otro lado, seguía sumergida en el fondo del más profundo sueño que haya visto jamás. No importaba cuanto le hablara, sus ojos permanecían cerrados, su cuerpo cálido pero inmóvil, su respiración lenta y constante, pero sin vida. La preocupación me helaba la sangre mucho más que la nevada. Las ideas de lo que podría pasarle me atormentaban sin parar. ¿Y si no despertaba nunca? ¿Y si moría mientras dormía y no me daba cuenta? ¿Y si ya había muerto? ... No había manera de parar esos pensamientos. Hasta la sangre que corría por mis venas me recordaba que era yo quien debería estar en su lugar. Yo había traído esto sobre nosotros.

____ Hey, despierta. Es hora de partir.

No estaba dormida, aún así, mantenía los parpados cerrados, descansando lo mejor que podía. Mientras tanto, me obligaba a trazar formas de escapar en mi mente solo para mantenerme ocupada, para estar preparada, para no enloquecer, para mantener la esperanza viva. Sabía que Calum me buscaba, él me encontraría, siempre lo hacía. Así que lo esperaría lista.

Miré a Ansel de soslayo y me senté como mejor lo permitieron mis ataduras. Arrugué la nariz cuando tuve una vista completa de mi misma.
Mi estado solo se podía definir como "deprorable". Las marcas de las cuerdas relucían en tonos rosa y rojo con algunas motas de sangre seca, cada vez más profundas. Me dolían las extremidades y el pecho, tenía el pelo enmarañado y amarillento, y apestaba a heno y a cabras. A penas me había bañado tres veces en lo que iba de viaje debido a la nevada. No me enorgullecía admitirlo, pedo los tres idiotas sabían respetar el espacio de una mujer, era lo único por lo que en su momento, consideré darles una muerte un poco más rápida.

____ ¿Tienes hambre?

Volví la mirada a Ansel que en ese momento ponía su propia capa sobre Lena. Cada vez que viajábamos hacía lo mismo, la abrigada con su capa propia y luego la suya, la mantenía cómoda y me permitía limpiarla regularmente. Mirarlo hacía que me cuestionara sobre la razón por la que la habían traído con nosotros a pesar de ser un peso muerto para ellos.

El pensamiento trajo las palabras a mi boca.

____ ¿Por qué?

Detuvo el movimiento de sus manos solo un segundo antes de seguir como si no me hubiera escuchado.

____ Dime... ¿Por qué? ____ Repetí con voz calma pero firme.

Finalmente se detuvo por completo. Miraba a Lena detenidamente. Había esa cosa en sus ojos, esa cosa que los hacía brillar cada vez que estaba cerca de ella.

____ No lo entenderías. ____ Ansel suspiró sin apartar la mirada de Lena. ____ Ni siquiera yo lo entiendo.

Busqué algún indicador de que estuviera fingiendo, algo en su expresión que no fuera genuino, que no fuera real, pero no encontré nada de eso. Su rostro se contrajo por lo que definí como confusión, y en el fondo, ese brillo delicado y tierno que lo acompañaba cada vez que posaba sus ojos sobre ella. Eso parecía especial, parecía puro, y después de observarlo por semanas, al fin supe lo que era. Era cariño.

Alderamin (La leyenda) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora