Besos a Medianoche

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Era tarde, ya pasada la medianoche, y el apartamento de Freddy y Gustabo estaba en completo silencio. La ciudad afuera se había calmado, y solo el sonido ocasional de un automóvil rompía la tranquilidad. Ambos estaban profundamente dormidos, acurrucados bajo las sábanas después de un largo día de trabajo en la comisaría.

Sin embargo, Gustabo comenzó a despertarse poco a poco. No por alguna pesadilla o ruido, sino por una razón mucho más mundana: tenía hambre. Abrió los ojos lentamente, sintiendo un leve gruñido en su estómago. Miró el reloj en la mesita de noche: las 2:37 a.m.

Sabía que lo más lógico sería levantarse y prepararse algo rápido en la cocina, pero la cama estaba tan cálida, y la idea de caminar por el frío suelo del apartamento no le resultaba nada atractiva. Además, justo a su lado, Freddy dormía plácidamente, y Gustabo no podía evitar pensar que sería mucho más agradable si Freddy estuviera despierto con él. Sonrió para sí mismo, pensando en una idea.

Sabía que Freddy rara vez podía resistirse a sus muestras de cariño, y decidió aprovecharlo. Con mucho cuidado, se deslizó más cerca de Freddy, acercando su rostro al de él. Primero, dejó un beso suave en su mejilla, esperando alguna reacción. Nada. Gustabo frunció el ceño, pero no se rindió. Se movió un poco más cerca y comenzó a dejar una serie de pequeños besos en el rostro de Freddy, en su frente, su nariz, su otra mejilla.

Al cabo de unos segundos, Freddy emitió un pequeño gruñido y se movió un poco, pero no abrió los ojos.Decidido a lograr su objetivo, Gustabo continuó, esta vez dejando besos en el cuello de Freddy, susurrando suavemente. -Freddy... tengo hambre...-Freddy murmuró algo ininteligible, moviéndose un poco más, pero aún sin despertarse del todo.

Gustabo sonrió ante la tenacidad de su compañero y decidió usar su carta final. Se acercó a la oreja de Freddy y, con su voz más suave y dulce, susurró: -Freddy, por favor… tengo hambre y necesito que me hagas algo rico de comer.- Finalmente, Freddy abrió lentamente los ojos, parpadeando para despejar el sueño.

Miró a Gustabo, todavía medio dormido pero con una sonrisa suave en el rostro.
-¿Gus… qué hora es?-preguntó con voz ronca.

Gustabo se acurrucó más cerca, con una expresión inocente en su rostro. -Es tarde… pero tengo hambre. ¿Me harías algo para comer, por favor?-Freddy soltó una pequeña risa y negó con la cabeza, todavía algo adormilado.

-¿Sabes que podrías haberte hecho algo tú mismo, verdad?-Gustabo sonrió aún más ampliamente, dejando otro beso en la mejilla de Freddy.

-Lo sé, pero no es lo mismo sin ti. Y además, haces las mejores tortillas.-Freddy suspiró, pero la sonrisa en su rostro demostraba que no podía resistirse a los encantos de Gustabo.

-Está bien, Tabito. Vamos a la cocina y te haré algo.-Gustabo soltó un suave "¡yay!" y rápidamente se levantó de la cama, tirando suavemente de la mano de Freddy para llevarlo a la cocina. Freddy, aún con sueño, lo siguió, sacudiendo la cabeza pero sin poder evitar sentirse enternecido por la insistencia de Gustabo.

En la cocina, mientras Freddy preparaba una tortilla rápida, Gustabo se sentó en la mesa, observándolo con una mirada soñadora. -Sabes que eres el mejor, ¿verdad?-Freddy rió suavemente, volteando la tortilla en la sartén.

-Sí, lo sé. Y sé que usarás eso para convencerme de hacerte comida en mitad de la noche cada vez que tengas hambre.-Gustabo sonrió y se encogió de hombros.

-Tal vez… pero siempre estaré aquí para darte besos de agradecimiento.-Freddy terminó de preparar la comida y la colocó frente a Gustabo en un plato.

-Trato hecho,-dijo con una sonrisa mientras se sentaba a su lado.Mientras Gustabo comía felizmente, Freddy lo observaba con una expresión suave en su rostro. Momentos como ese, aunque simples, siempre le recordaban lo importante que era tener a alguien como Gustabo a su lado, alguien que llenaba incluso las noches más tranquilas de pequeñas alegrías.

Cuando Gustabo terminó, se levantó de su silla y se inclinó hacia Freddy, dejando un suave beso en sus labios. -Gracias, Freddy. Eres el mejor cocinero de medianoche.-Freddy sonrió y correspondió el beso, sabiendo que, aunque podría haber seguido durmiendo, no cambiaría esos momentos por nada en el mundo.

-De nada, rubia. Ahora, volvamos a la cama.-Y así lo hicieron, volviendo a la calidez de las sábanas y quedándose dormidos nuevamente, con la certeza de que, no importaba la hora o la situación, siempre estarían ahí el uno para el otro.

-Y así lo hicieron, volviendo a la calidez de las sábanas y quedándose dormidos nuevamente, con la certeza de que, no importaba la hora o la situación, siempre estarían ahí el uno para el otro

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