Era una de esas noches en las que el cansancio se sentía más pesado de lo habitual. Gustabo García había tenido un día largo en la comisaría, entre papeleo interminable y una persecución que había durado horas. A pesar de haber atrapado al criminal, no podía evitar sentir una nube de agotamiento emocional cubriéndolo. Para alguien tan acostumbrado a mantener la compostura y el control, hoy era una de esas noches en las que todo lo que deseaba era simplemente rendirse a la necesidad de un poco de cariño.
Sentado en el borde de la cama, Gustabo miraba su reflejo en el espejo. El uniforme estaba perfectamente arreglado, como siempre, pero sus ojos mostraban una vulnerabilidad que solo se permitía sentir en la intimidad de su hogar. Sabía que había una persona en la ciudad que, con una simple caricia o una sonrisa, podía hacer desaparecer esa sensación de pesadez.
Freddy Trucazo.
El solo pensamiento de su nombre hizo que una pequeña sonrisa se dibujara en sus labios. Gustabo nunca había sido del tipo de hombre que pedía atención, pero con Freddy todo era diferente. Freddy sabía cómo derrumbar los muros que había levantado durante años, sabía exactamente qué decir o hacer para que Gustabo se sintiera querido, y eso era algo que atesoraba más de lo que alguna vez había imaginado.
Gustabo tomó su teléfono, y sin pensarlo demasiado, envió un mensaje corto pero directo a Freddy: "Ven a casa cuando termines, por favor. Te necesito."No pasó mucho tiempo antes de que escuchara el sonido familiar de la puerta de su apartamento abrirse. Gustabo sintió una extraña mezcla de alivio y nerviosismo. A pesar de estar en una relación con Freddy desde hacía un tiempo, cada vez que buscaba activamente su cariño, una parte de él todavía se sentía expuesta. Pero esa sensación desaparecía tan pronto como veía la sonrisa cálida de su pareja.
Freddy apareció en la puerta de la habitación, luciendo su habitual aire despreocupado, pero con una mirada suave que mostraba su preocupación. -Hey, Gustabiño, ¿qué pasa? ¿Todo bien?- preguntó, acercándose lentamente, notando la necesidad de su novio sin que este tuviera que decirlo.
Gustabo levantó la mirada y, sin decir nada, extendió sus brazos hacia Freddy, como un niño que busca consuelo. Freddy sonrió suavemente ante el gesto, sin dudar ni un segundo. Se acercó y envolvió a Gustabo en un abrazo cálido, permitiendo que el peso de su día se deslizara de sus hombros.
Gustabo apoyó su cabeza en el pecho de Freddy, cerrando los ojos mientras inhalaba profundamente su aroma familiar. Sentir sus brazos alrededor de él, la calidez de su cuerpo y la seguridad que siempre emanaba, era todo lo que necesitaba en ese momento.
-Freddy...- murmuró Gustabo, su voz apenas un susurro, -ha sido un día largo. Solo quiero estar contigo esta noche. No quiero pensar en nada más.-
Freddy acarició el cabello de Gustabo con una mano, mientras que con la otra trazaba lentos círculos en su espalda. -Lo sé, Tabito. Estoy aquí. No tienes que preocuparte por nada más. Hoy solo somos tú y yo.-
Gustabo suspiró suavemente contra el pecho de Freddy, sintiendo cómo la tensión en su cuerpo comenzaba a desaparecer. Era increíble cómo Freddy podía hacer que todo lo malo se desvaneciera con solo estar cerca. Sin decir una palabra más, Freddy se movió hacia la cama, guiando a Gustabo para que se recostara junto a él.
Se acomodaron bajo las mantas, y Gustabo, por una vez, no intentó ocultar lo mucho que necesitaba esos mimos. Se acurrucó contra Freddy, abrazándolo con fuerza y dejando que su cabeza descansara en el hueco entre el cuello y el hombro de su pareja. Freddy lo rodeó con ambos brazos, apretándolo suavemente y asegurándose de que Gustabo sintiera cada gramo de su cariño.
El silencio entre ellos era cómodo, lleno de comprensión y ternura. Gustabo no era de los que pedían estas cosas, pero cuando lo hacía, Freddy siempre sabía cómo hacerlo sentir amado y protegido. Y Gustabo, a pesar de su carácter serio y reservado, era extremadamente tierno cuando se sentía seguro. En esos momentos, Freddy podía ver a través de la fachada del policía duro y descubrir al hombre sensible que se escondía detrás.
-Freddy...-susurró Gustabo, levantando la mirada para encontrarse con los ojos de su pareja. -Gracias por esto. A veces siento que soy un poco... molesto cuando te pido estas cosas.- dijo mientras desviaba la mirada apenado.
Freddy lo miró con ternura, sonriendo mientras acariciaba su mejilla suavemente. -Nunca eres demasiado, Gus. Me encanta que confíes en mí para cuidarte. Sabes que siempre estaré aquí para darte todos los mimos que quieras, ¿verdad?-
Gustabo asintió, sintiendo un nudo en la garganta. Siempre había sido alguien que guardaba sus emociones para sí mismo, pero con Freddy, todo parecía fluir de una manera natural. -Te quiero mucho- dijo en un tono casi vulnerable, como si esas palabras fueran un tesoro que solo Freddy podía recibir.
Freddy sonrió y se inclinó para darle un suave beso en los labios. -Yo también te quiero, Gus. Y no necesitas decirme nada más. Solo relájate y déjame cuidar de ti esta noche.-
Con esas palabras, Freddy continuó acariciando a Gustabo con lentitud, dejándole saber que no estaba solo, que siempre tendría un lugar seguro en sus brazos. Gustabo cerró los ojos y se dejó llevar por la tranquilidad que Freddy le ofrecía. Sentir el calor de su cuerpo, el ritmo constante de su respiración, y las suaves caricias, era todo lo que necesitaba para finalmente descansar.
La noche avanzó en silencio, con la luz de la luna filtrándose a través de las cortinas. Los dos se quedaron así, enredados el uno en el otro, sin necesidad de hablar, porque en esos momentos, las palabras no eran necesarias. Gustabo sabía que, con Freddy, siempre encontraría el consuelo y el amor que tanto anhelaba. Y Freddy sabía que, aunque Gustabo era fuerte y duro por fuera, en su corazón había un hombre tierno que solo necesitaba ser amado.
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