El día en la comisaría había sido largo y agotador. Ambos habían estado patrullando durante horas, lidiando con problemas pequeños pero constantes que los habían dejado cansados. Cuando finalmente llegaron a casa, el único deseo de Gustabo era desconectar de todo y disfrutar de un poco de paz.
Freddy, como de costumbre, se encargaba de preparar algo para cenar en la cocina, mientras Gustabo se dejó caer en el sofá. Se envolvió en una manta y puso la televisión para distraerse, pero no podía dejar de pensar en lo cansado que estaba. Sin embargo, más allá del cansancio físico, lo que realmente quería era algo más… necesitaba sentir la cercanía de Freddy.
Minutos después, Freddy salió de la cocina con una sonrisa y se acercó a Gustabo. -La cena estará lista en un rato, Gus. ¿Todo bien?-
Gustabo, en lugar de responder, extendió los brazos en dirección a Freddy con una pequeña sonrisa en los labios. Freddy lo miró con una ceja levantada, divertido. -¿Qué pasa?-
-Quiero un abrazo- respondió Gustabo con una voz suave, mirándolo con ojos que claramente pedían cariño. A Freddy le encantaba esa faceta de Gustabo, cuando simplemente dejaba de lado su seriedad y dejaba ver lo mucho que apreciaba esos momentos tranquilos con él.
Freddy sonrió de inmediato y se acercó al sofá. Sin pensarlo dos veces, se inclinó y lo envolvió en un fuerte abrazo, dejando que Gustabo se acurrucara completamente en su pecho. Gustabo dejó escapar un pequeño suspiro de alivio, cerrando los ojos mientras se acomodaba más contra Freddy.
-Sabes, siempre dices que te gustan mis abrazos- comentó Freddy mientras acariciaba suavemente la espalda de Gustabo. -¿Por qué te gustan tanto, rubia?-
Gustabo se quedó en silencio por un momento, pensando en cómo explicarlo. A veces, no necesitaba una razón concreta, simplemente le encantaba cómo se sentía en los brazos de Freddy. Era su lugar seguro, donde todo lo demás parecía desvanecerse.
-Es que… contigo me siento bien- murmuró Gustabo finalmente. -Cuando me abrazas, es como si todo lo malo del día desapareciera. Me haces sentir protegido, como si nada más importara.-
Freddy sintió cómo se le ablandaba el corazón al escuchar esas palabras. No siempre tenían este tipo de conversaciones, pero cuando sucedían, se daba cuenta de lo importante que era para Gustabo, y eso solo hacía que quisiera abrazarlo más fuerte.
-Bueno, puedes tener todos los abrazos que quieras, amor. Siempre que los necesites, estaré aquí- respondió Freddy, apretándolo con cariño.
Gustabo sonrió, completamente satisfecho, y no hizo ningún esfuerzo por moverse. Estaba tan cómodo que no podía imaginar estar en ningún otro lugar que no fuera en los brazos de Freddy. De hecho, siempre se decía que su lugar favorito en el mundo no era un sitio específico, sino estar así, acurrucado contra el pecho de Freddy, rodeado por su calor.
Pasaron varios minutos así, en silencio, mientras Gustabo disfrutaba de cada segundo del abrazo. Freddy, por su parte, no tenía prisa por moverse. Sabía cuánto significaba para Gustabo, y también lo disfrutaba. A veces, las pequeñas cosas, como un abrazo, eran lo más valioso después de un día difícil.
-¿Sabes qué?- dijo Gustabo después de un rato, levantando la cabeza para mirar a Freddy.
-¿Qué pasa?- respondió Freddy, mirándolo con ternura.
-Creo que tu pecho es el lugar más cómodo del mundo- dijo Gustabo con una sonrisa traviesa.
Freddy soltó una pequeña risa y le dio un suave beso en la frente. -Y el tuyo es el más tierno, tabito. Así que creo que estamos hechos el uno para el otro.-
Gustabo rió suavemente, dejando que sus ojos se cerraran de nuevo mientras se acomodaba una vez más. -Definitivamente.-
Y así, sin decir nada más, ambos se quedaron acurrucados en el sofá, disfrutando de la tranquilidad y de los abrazos que, para Gustabo, siempre serían el mejor refugio después de un largo día.
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