Visiones Nocturnas

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Enid Sinclair pedalea con prisa por las calles repletas de turistas, cerca del muelle número 39 en San Francisco, es la ruta más corta para su entrega, sin embargo, ella olvidó que esta semana comenzaban las vacaciones de verano. Esquivando con gran destreza a las personas, Enid miró su reloj, todavía debe recorrer 2 km más.

Enid finalizó sus estudios hace meses, sin embargo, aún no encontraba trabajo y debía encontrar una forma para costear sus gastos, al menos compartía un pequeño apartamento con su amiga de toda la vida, Yoko Tanaka. Fue ella quien le dio la idea de trabajar en un local de comida haciendo las entregas y sabiendo que Enid siempre practicó algún deporte, esa ocupación se adapta demasiado bien con ella.

Enid miró su celular para confirmar la dirección de su última entrega del día. Ese pequeño descuido tuvo una lastimosa consecuencia. No vio a la mujer que cruzaba la calle mientras el semáforo todavía permanecía en verde, Enid desvió el manillar hacia la derecha y apretó los frenos, con esas rápidas acciones puedo evitar chocar a la mujer, sin embargo, la bolsa donde estaba la caja de cartón que contenía las alitas de pollo y el refresco, se derramaron en la calle.

Enid se quedó con el grito ahogado cuando vio que la mujer solo le dio una mirada que te acusa sin necesidad de palabras y continuó caminando. Enid no sería capaz de olvidarla mientras recogía los restos de comida del suelo y los guardaba en la bolsa. Ahora solo tendría que avisar al encargado del local acerca de su accidente y esperar que no le gritara como lo hizo la semana pasada, porque no es la primera vez que desperdicia una orden de entrega.

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Enid no pudo olvidar a esa mujer de largos cabellos negros y de baja estatura, durante días. Sabía que sus posibilidades de reencontrarse con ella eran prácticamente nulas, pero Enid es una persona que le encanta soñar y a veces el destino juega a su favor.

Un viernes por la mañana, día libre de Enid, salió para hacer las compras de la semana, porque perdió un juego la noche anterior con Yoko. Fue hasta la tienda de conveniencia que solo estaba a un par de cuadras del edificio donde vivía. Compró algunos vegetales y también frutas, porque casi toda la semana lo único que comieron fue pizza, ninguna de las dos llegaba con ánimos de cocinar la cena.

Cuando volvió al apartamento ordenó todo y volvió a salir. Esta vez saldría a recorrer una nueva ruta en su bicicleta.

—Ni siquiera en mis días libres puedo deshacerme de ti— Dijo mientras se ajustaba el casco y revisaba el aire de las ruedas. Una vez que subió a la bicicleta no detuvo su andar hasta que nuevamente casi choca con una persona.

—Tienes una afición bastante extraña — Dijo la mujer en un tono sereno pero teñido de irritación. Sus ojos estaban ocultos detrás de unos grandes lentes negros.

—Yo... no... — Enid se quedó sin palabras porque una vez más estuvo a centímetros de chocar con la misma mujer de hace algunos días.

—O quizás todavía no aprendes a andar en bicicleta— Esta vez la mujer habló sarcásticamente.

—O solo eres tú la que atrae las desgracias— Enid respondió de igual forma. La mujer esbozó una ligera sonrisa.

—Al menos esta vez no desperdiciaste tu comida— La mujer cruzó sus brazos.

—No era mi comida, era una entrega... — Enid no sabía porque estaba dando tanta explicación a una perfecta desconocida.

—Aun siendo torpe, tienes ese tipo de trabajo— La mujer dio un paso más cerca de Enid.

—No lo soy, eso fue un caso bastante aislado— Enid mintió.

—No te creo.

—¡Pues no lo hagas!— Enid se estaba irritando.

—Vaya y además te enojas con facilidad.

—Eso no es cierto— Enid exhaló con fuerza. No podía creer que la mujer en la que pensó durante este tiempo podría ser fastidiosa.

—Me acordaré de ti como la ciclista furiosa.

—Eso es demasiado, no me enfurezco con facilidad— Enid al menos tenía la esperanza que aquella mujer la recordara, aunque no de la forma que deseaba.

—Si tú lo dices.... me iré antes que...—

—Espera, soy Enid— La interrumpió.

—Bien Enid, alias ciclista furiosa, espero que no vuelvas a intentar atropellarme— La mujer se dio la vuelta. —Espera— Gritó Enid.

La mujer volvió a mirar a Enid —Tu nombre es...—

—Wednesday— Contestó con simpleza y se marchó. Enid dudó en creer si le había dado su verdadero nombre.

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Las siguientes semanas se encontraron un par de veces. Enid no creyó que podía tener tanta buena suerte, porque estaban en lugares distintos que Enid creyó que Wednesday la estaba acechando. A Wednesday le gustaba caminar por la ciudad, era una de sus formas favoritas para inspirarse en escribir.

Cada vez que se encontraban conversaban un par de minutos y poco a poco se fueron volviendo más cercanas, intercambiaron sus números de teléfono y tuvieron un par de citas hasta consolidar su relación.

Un día Enid caminaba distraídamente, llevaba puestos sus auriculares, estaba sumergida en sus pensamientos y de lo afortunada que ha sido durante estos meses. Wednesday iba unos metros detrás de Enid, no sabía si sorprenderla o esperar a cruzar con ella hasta el lugar donde acordaron encontrarse, sin embargo, Enid se distrajo con su celular y cruzó sin mirar el semáforo que aún estaba en rojo. Wednesday sin pensarlo dos veces se apresura y agarra el brazo de su novia.

—Wends..— Enid dice nerviosamente. Ella no le contesta solo sonríe y esperan hasta que nuevamente la luz cambie a verde y así iniciar su cita.

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Enid despierta bruscamente, con su respiración agitada y su frente sudorosa. Cuando mira hacia su derecha esperando encontrar a su novia, solo ve el espacio vacío en su cama. Unos momentos después recuerda que eso es imposible.

— Debo advertirle a la doctora de los efectos secundarios del medicamento — Enid todas las noches soñaba con los encuentros fortuitos y citas con Wednesday. Enid siempre altera el último sueño, cuando Wednesday le salva la vida a costa de la suya.


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Día 19: Sueños

Angstruary 2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora