Daño Deliberado

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Enid Sinclair sufrió desde su niñez de los abusos psicológicos, parecía que cada una de sus acciones o decisiones, eran criticadas por su madre. Ella tenía la esperanza que cuando fuera capaz de transformarse por primera vez en hombre lobo obtendría la aceptación de Esther.

Enid se sintió tan aliviada la primera vez que consiguió convertir sus uñas en garras. Sucedió en una noche de Luna llena mientras estaba de vacaciones. De inmediato bajó feliz las escaleras desde su habitación hasta la cocina y se las mostró a su madre. Sin embargo, Enid no obtuvo la respuesta que ansiaba, su madre solo la miró y dijo.

— Tu hermano Aldair se transformó en hombre lobo cuando tenía 10 años. — Esther volvió a cortar la carne para la cena especial de esta noche. Enid caminó cabizbaja devuelta a su habitación. Una vez allí y sin deseos de ver a su familia al menos hasta mañana, se sentó en su cama y estuvo jugando con extraer y retraer sus garras. Se divirtió tanto que incluso se levantó e intentó diferentes poses, como si estuviera atacando a alguien, tan ensimismada estaba que no se percató de la hora, los aullidos de su familia la sobresaltaron y ella se rasgó su antebrazo izquierdo y en vez de asustarse, ella encontró agradable esa sensación. Ella solo tenía 11 años.

Ese incidente no fue un hecho aislado, se transformó en un hábito. Cada mes y siendo la única de la familia que permanecía en forma humana en las noches de Luna llena encontró un refugio, una forma de aliviar el dolor que la consumía. Con cada corte sentía una liberación temporal del peso que la aplastaba. Lo único que agradece es que sus heridas no eran lo suficientemente profundas, sanaban al día siguiente, también ayudaba el hecho de pertenecer a una familia de hombres lobos. Su curación era acelerada comparada con los seres humanos, no tenía ninguna marca visible.

Esa era su manera de castigarse por no poder complacer a su madre y enlobarse aun cuando fue a visitar a varios licanólogos a lo largo de 5 años.

Enid antes de empezar su primer año en el internado de Nevermore, se prometió que dejaría atrás esa costumbre, porque quizás ella lograría cumplir con el anhelo de su madre y al estar rodeada por los de su misma especie, al fin liberaría a su lobo.

La esperanza de Enid se esfumó en el tercer mes, solo contaba con alargar sus uñas y al escuchar a los demás estudiantes aullar a la Luna desde sus jaulas lupinas, ella cayó en su vieja costumbre. Aunque esta vez, ella no midió su fuerza, los cortes fueron profundos y sumados al hecho que no podía soportar ver sangre, ella se desmayó.

Enid cuando se despertó estaba totalmente desorientada, todavía su habitación estaba oscura. Lo primero que hizo fue mirar sus brazos.

—Ser un licántropa tiene sus beneficios — Lo dijo con sarcasmo. Las heridas habían sanado. Sabía que no podía jactarse de aquella condición, no cuando ella era "defectuosa".

Enid suspiró y se bañó rápidamente porque en 15 minutos más comenzaba su primera clase. Ella seguiría manteniendo su faceta de estudiante alegre, social y aparentemente sin problemas, aunque eso solo sea una careta para ocultar su dolor.


xXx  

Día 25: Autolesiones

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