Capítulo 5

1.7K 154 168
                                    

El rubiesito que toca el violín

Faella

Desde siempre me ha gustado tocar el violín, y se podría decir que es mi lugar seguro. Siempre que me siento mal, toco un poco y ya me siento un poco mejor.

Antes tomaba clases, pero tiempo después las deje, porque ya era bastante buena y en ese momento no estábamos tan bien económicamente como para permitirnos pagar unas clases, pero ahora las voy a retomar, porque ya estamos bastante mejor en el aspecto económico.

—Hija, si no llego a la hora exacta a buscarte, espérame aquí y no hables con extraños, que te pueden secuestrar y violar, para luego vender tus órganos. —papá dice, apenas estaciona el auto.

Se podrán dar cuenta que mi papá es medio sobreprotector y celoso.

—Ya se. No tengo diez años.

—Y si algún chico te pide el número, tu di que no tienes teléfono y que el único hombre en tu vida es tu papá.

—No voy a decir eso.

—Cuando eras pequeña si lo hacías.

—Tenía seis años papá, no sabía que era tener novio.

—¿Porque no te podías quedar chiquitita? Antes me hacías caso en estas cosas. Eres demasiado linda como para que te deje estar con cualquier cabron. —dice, negando con la cabeza, haciéndose el sentido.

—Déjame ser feliz con quien quiera, ¿bien?

—No.

—Ush, como quieras. —agarro mi violín, y salgo del auto.

—¡Te quiero!

—Yo también.

Me adentro en el estudio de música. En este lugar se pueden tomar clases de variados instrumentos, así que si tengo suerte no voy a tener que hablar ni cruzarme con nadie.

Me dirijo hasta donde queda la sala 106. Cuando llego, abro la puerta lentamente, observando bien el lugar antes de entrar.

Hay una señora ya de unos cincuenta años, que tiene unos lentes grandes y la cara algo regordeta. Y a su lado, con un violín en la mano y tocándolo bastante mal, esta un chico de pelo rubio. Esta de espaldas, así que no le puedo ver la cara.

—Hola, ¿tu eres Faella verdad? —la señora pregunta animadamente con una sonrisa tan alegre que me resulta incomoda.

—Eh... si, soy yo. —murmuro, entrando a la sala, cerrando la puerta detrás mio.

—¡Genial! Yo me llamo Heidi, mucho gusto.

—Mucho gusto, Heidi. —digo, sentandome en una de las sillas, quedando justo al lado del chico rubio, el cual ya había dejado de tocar el violín y ahora se dedicaba a mirarme fijamente.

—El es Thomas —señala al chico, quien se mantiene callado analizandome—. Esta es su primera clase aquí.

—Hola... —murmura. El chico tiene el pelo rubio claro, medio largo y desordenado, es delgado, tiene la piel bastante blanca, pero aun así no me supera, también tiene los ojos azules, pero un poco más oscuros que los míos, su mandíbula está muy marcada, debido a lo delgado que es, y sus rasgos son finos. También viste un poleron verde que le queda bastante bien y unos jeans azules clarito. 

Un error terriblemente perfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora