Capítulo 4- Wicked Game.

16 4 0
                                    

Estaba en la sala de espera de San Mungo, Kreacher estaba sentado a su lado, mientras Scorpius dormía en mis brazos, envuelto en la manta. Lo sostenía en contra de mi pecho queriendo olvidar las imágenes pasaban con rapidez en mi mente; no podía olvidar el olor de la sangre, no podía olvidar los lamentos y los cadáveres apilados en el Gran Salón, todas estas imágenes se mezclaban con la de Draco. Apoyé mi cabeza en la pared, para mirar al techo, necesitaba concentrarme en algo más, porque si seguía repitiendo las escenas en su mente no podría hacer nada, ni pensar en algo más; ahora Draco y Scorpius eran prioridad.

Cuando llegaron a San Mungo los sanadores dudaron en atender a Draco, fue hasta que llegó gritando cuando por fin lo atendieron. Algunos sanadores pidieron revisar a Scorpius pero él no me soltó en ningún momento, lo tuvieron que revisar en mis brazos. Scorpius solo tenía unos pequeños cortes en sus piecitos, lo cual fue curado con rapidez.

No sabía cuánto tiempo había pasado, y aún no tenía noticias sobre el estado de Draco, sabía que informaron a los Aurores pero no habían llegado. Kreacher también estaba cabeceando a causa del sueño a su lado, el pobre elfo tampoco se separó de él en ningún momento.

Seguía ebrio, toda la tarde se la pasó bebiendo y fumando; sentía el entumecimiento del alcohol recorriendo su cuerpo, su cabeza daba vueltas, le dolía la parte posterior de esta, y tenía ganas de vomitar. No había comido en todo el día, solo ingirió un sándwich por la mañana, pero a lo que alcanzaba a ver en el reloj de la sala eran las 12 de la noche. El sueño también lo estaba venciendo hasta que una mano sacudió su hombro.

Era Ron, genial, lo que faltaba en un día de porquería. Él estaba vestido con la túnica de Jefe de Aurores, y si la vida no lo podía odiar más, a su lado estaba Dean, el maldito Thomas. No lo había visto desde que se fueron a los golpes en su casa, ese maldito día.

–Señor Potter –dijo el imbécil de Dean.

Ron parecía en shock, seguramente por su imagen; la última vez que me vio tenía apariencia de vagabundo. Ahora me veía miserable, pero no cómo un vagabundo.

–Dean –dije en tono molesto.

–Es Auror Thomas, señor Potter –dijo con burla. Si, ahora recordaba porque lo había golpeado–. Vinimos a hacerle la declaración sobre lo que pasó con el señor Black.

–¿Señor Black? –dije confundido.

Draco no había mencionado que ya no tenía el apellido Malfoy, ni lo había corregido cuando lo llamó por su apellido. Kreacher miró con curiosidad al imbécil de Thomas.

–Si, queremos saber que paso, Harry –por fin Ron se metió en la conversación. Ron veía fijamente a mis brazos y sabía que estaba interesado por saber qué había debajo de la manta–. A solas –añadió mirando a Kreacher interesado a mi lado.

Suspiré, dejé a Scorpius acostado en las sillas de la sala de espera, esperando que no se despertara. Le dije a Kreacher que lo cuidara y que, si venían con noticias de Draco, viniera rápidamente conmigo. Él solo asintió ante las órdenes. Ron y Thomas quedaron sorprendidos al ver a Scorpius, pero solo me interpuse en su vista para que dejaran de verlo. No quería hablar de eso.

Me llevaron a un pequeño consultorio solo, caminaba mareado, me tropecé un par de veces, cosa que no pasó de inadvertida para ninguno de los dos Aurores. Me sentaron en una silla y ellos enfrente de mí. Dios, sentía que la cabeza me iba a explotar.

–¿Qué tipo de relación tiene con el señor Black? –preguntó molesto Thomas.

–A ti que te importa, eso no es lo importante. Deben arrestar a los que hicieron esto.

El niño que vivió pero no aprendió a vivir.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora