One short de Dipcifica.

Confidencias en el Vapor.

                          ° One short °

El sol se había puesto hace horas, y la mansión Northwest estaba sumida en un silencio casi reverencial. Solo el suave murmullo del agua llenando la bañera en el baño principal rompía la quietud. Pacifica había insistido en que Dipper se relajara después de un día agotador, y él no había podido decir que no.

La bañera, una obra maestra de mármol blanco y grifos dorados, estaba casi llena. Pacifica, ya envuelta en una suave bata de seda, se acercó a Dipper, que observaba con cierta fascinación el lujo a su alrededor.

—Parece que nunca te acostumbras a esto— comentó ella, con una risa suave mientras se deslizaba al agua, sumergiéndose hasta los hombros. —Vamos, Dipper. No muerde.

Dipper, aún un poco tímido ante toda la opulencia, finalmente se despojó de su ropa y entró en la bañera con ella. El calor del agua y el aroma de los aceites esenciales que Pacifica había añadido lo envolvieron al instante, relajando sus músculos tensos.

Se acomodó en el extremo opuesto de la bañera, pero Pacifica rápidamente lo atrajo hacia ella, haciendo que se sentara a su lado. La diferencia de altura entre ellos era más evidente ahora, con Dipper inclinándose ligeramente para acomodarse en el espacio reducido, mientras Pacifica se acurrucaba contra su pecho.

—Esto es… diferente— comentó Dipper, mirando las luces suaves que iluminaban el baño.

—¿Diferente cómo?— preguntó Pacifica, su voz un susurro mientras dibujaba círculos en su pecho con un dedo.

—No lo sé— respondió él, buscando las palabras adecuadas. —Es tan… lujoso. Nunca pensé que estaría en un lugar como este, compartiendo un momento así contigo.

Pacifica lo miró, su expresión suavizándose. —Para mí, no importa dónde estemos. Lo importante es que estamos juntos— dijo, su voz sincera y llena de afecto.

Dipper sonrió, sintiéndose más relajado con cada segundo que pasaba. —Tienes razón— murmuró, inclinándose para besarla en la frente. —No podría imaginar un lugar mejor.

El silencio se instaló entre ellos, pero era un silencio cómodo, lleno de entendimiento y conexión. El agua cálida, el suave zumbido del hidromasaje, y la presencia de Pacifica hacían que Dipper se sintiera más en paz que nunca.

—Dipper— dijo Pacifica de repente, rompiendo el silencio. —¿Te has dado cuenta de cuánto hemos cambiado desde que nos conocimos?

Dipper la miró, sorprendido por la pregunta. —Sí, lo he notado— respondió, tomando su mano bajo el agua. —Nunca pensé que terminaríamos así… juntos.

—Yo tampoco— admitió ella, su mirada perdiéndose en las burbujas que flotaban en la superficie. —Al principio, me costaba creer que alguien como tú pudiera importarme tanto.

—¿Alguien como yo?— preguntó Dipper, levantando una ceja.

—Alguien honesto, genuino— explicó ella, apretando suavemente su mano. —Alguien que me ve por quien soy, no por mi apellido o por lo que otros esperan de mí.

Dipper sintió un nudo en la garganta, conmovido por sus palabras. —Pacifica… siempre te veré como eres. Y me gusta lo que veo.

Ella sonrió, inclinándose hacia él para un beso suave y dulce. En ese pequeño y lujoso refugio, alejados del mundo exterior, se permitieron ser completamente vulnerables, compartiendo sus miedos, sus esperanzas, y su amor mutuo.

—Gracias por estar aquí conmigo— susurró ella, sus labios aún cerca de los suyos.

—No hay ningún otro lugar en el que preferiría estar— respondió él, abrazándola más fuerte mientras el vapor los envolvía, ocultándolos del mundo exterior y dejándolos solos en su pequeño universo de calidez y cariño.

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