Capítulo 3

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Lena estrechó a la pequeña contra ella y clavó los ojos en Kara.
No podía querer decir lo que ella pensó que quiso decir. No podía querer decir que iba a casarse con ella. Kara Zor-El era una leyenda. Las personas le temían y le admiraban a partes iguales. En la misma forma que lo hacían con su primo. Mestiza o no, no había una mujer en el territorio que no quisiera –o no se hubiera– arrojado ella o a su hija virgen a sus pies.
Todas ofrendas sacrificadas a su riqueza y su fuerza.

Y había mucha fuerza. Miró hacia arriba, su cuerpo mientras estaba delante de ella. Era fuerte, la musculatura en sus muslos apretados contra sus pantalones vaqueros, su torso ascendiendo poderosamente de sus caderas delgadas. No se atrevió a mirarla a la cara. En lugar de eso, dejó a su mirada deslizarse a través de sus hombros macizos antes de viajar abajo sobre la protuberancia de su bíceps hasta que llego a los huesos firmes de sus muñecas. La muñeca junto a la mano en su mejilla. Podría romper su cuello con un golpecito de esa muñeca, pero su agarre, aunque firme, no era furioso. Aún así, le preocupaba. Especialmente cuando acunó su mejilla y sus dedos se deslizaron alrededor para acariciar la base de su cráneo. Era todo lo que podía hacer para quedarse quieta. La ponía tan nerviosa.

Se mordió los labios y consideró sus opciones. Los Zor-El eran fuertes, atrevidos, y posesivos. Todo el mundo sabía que una vez que un Zor-El reclamaba algo como suyo, no había viaje de regreso, y si, desgracia para quienquiera que intentara tomarlo. Los Zor-El eran duros, personas atemorizantes, pero cuando decidían que algo era de ellos, removían cielo y tierra para protegerlo. Lo cual probaba aun más que Kara no podría querer decir lo que ella pensó que había querido decir. No podía reclamar a Lori.

Lori se inquietó otra vez. Su pequeño estómago sin duda vacío. Lena la empujo ligeramente, conteniendo un gemido cuando el movimiento hizo a sus músculos acalambrarse.

—¿Estás bien sobre esto, Lena? —preguntó el doctor—. ¿Vas a casarte con la muchacha?

Muchacha. Contempló  el torso de kara, su atención permaneciendo mucho tiempo sobre el punto de su cuello, todavía oscuro por el chupeteo de Lori. Sólo el doctor consideraría a kara una muchacha. Ella forzó la respuesta detrás de sus labios, deseando ser más atrevida.

—No.

Sería demasiado humillante cuando kara dejara saber al Doctor que ella no había querido decir sus palabras en la forma que habían sonado. No podría soportar que supiera cuánto quería el nombre Zor-El para Lori. Cuánto quería para su nuevo bebé la protección que ella nunca había tenido.

Para su sorpresa, no fue el Doctor el que contestó, sino kara misma. Su dedo se deslizó debajo de su barbilla, los callos arrastrándose en su carne mientras inclinó su cara hacia arriba, obligándola a encontrar la intensidad de su azul mirada profunda.

—Sí.

—No quieres decir eso.

Su mirada no vaciló, exigiendo su conformidad.

—No sucede a menudo que diga cosas que no quiera decir.

—¿Pero qué hay sobre Lori?

—¿Es el nombre de ese Botón?

—Sí.

—¿Qué hay acerca de ella?

—Tú no puedes... —Intentó evadir su mirada. Kara no lo permitiría, sujetándola centrada con la punta de su dedo y la fuerza de su personalidad.

—¿No puedo qué?

—No la puedes querer.

Su ceja izquierda ascendió.

—¿Por qué no?

—¡Porque!

Porque había sido abandonada. Sin valor a los ojos de la sociedad. Porque siempre se vería más mestiza que blanca. Como kara lo era, pero el mundo era más duro con las mujeres, y tan intolerantes de las diferencias. Porque criar a una niñita mestiza no iba a ser fácil. No era lo suficientemente estúpida para insultar a kara abiertamente diciendo lo obvio así es que ella se asentó en:

"Promesas Que Prevalecen"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora