Capitulo 8

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La dejó alejarse. Su dedo dejó su increíble refugio con un apesadumbrado chasquido.

La agarró antes de que pudiera dejar la cama, arrastrándose a su lado. Dejándose caer sobre su espalda, tiró de ella contra si, curvando su brazo de modo que cayera en su pecho, su mejilla apoyándose naturalmente en la curva de su hombro. La cerró allí con su brazo alrededor de su cintura.

Contra sus costillas, podía sentir su corazón retumbando. Su fuerte latido hizo eco con el suyo, pero kara comenzaba a entender, no por los mismos motivos. Pasó su mano entre sus muslos, por los rizos elásticos, entonces entre sus piernas. Ella tembló, pero no se resistió. Como sospechó, estaba seca, sus pliegues suaves metidos fuertemente contra su cuerpo. Dudaba que la hubiera excitado en algún momento esa tarde, lo cuál trajo a colación algunas preguntas bastante serias.

Aspiró aire para tranquilizarse, ordenó a su miembro calmarse, y dijo en el tono más normal que pudo encontrar.

—Sunshine, tenemos que hablar.

Lena se apretó más a ella, su rodilla cavando en su muslo.

—No haré esto. ¡No lo haré!

Las palabras silbaron contra su hombro. Kara se apoyó en su antebrazo para ver mejor su cara. Ella levantó su brazo, obviamente esperando ser golpeada. Un sentimiento frío, enfermo, se instaló en su estómago. Caramba, si ella tuviera la intención de golpearla, no habría dejado ni rastro de ella. Kara le bajó el brazo. Lena la fulminó con la mirada, con la expresión tensa llena de miedo y desafío, cada músculo firme.

—¡Ah maldición, Lena! ¿Qué demonios hicieron contigo?

El pánico llameó en sus ojos.

—Nada. Nadie me ha hecho nada.

Dudó seriamente de aquello, pero no iba a desperdiciar su noche de bodas discutiendo el punto.

—¿Para qué usabas la crema, Lena?

Su mirada rehuyó la suya.

—¡No para esto!

—Entiendo. ¿Entonces para que la usabas?

Hubo una larga pausa, y luego dijo en un susurro muy inestable.

—Así no dolerá tanto.

—¿Piensa que yo me forzaría dentro ti?

—No puedes forzarme.

Kara miró la extensión de su brazo mientras se estiraba a través de su torso. Podría obligarla a hacer cualquier maldita cosa que ella quisiera sin siquiera sacar una gota de sudor.

—¿Por qué?

—Soy tu esposa. Es mi deber satisfacer tus necesidades.

—Ah.

—Salvo eso. No lo hago.

—Ya lo dijiste.

—Lo digo en serio.

—Sé que lo es, pero eso todavía no explica por qué piensas que yo podría dañarte.

Parte de la tensión se alejó del cuerpo de Lena cuando la miró con el ceño fruncido.

—Eso siempre duele.

Kara tocó el pliegue entre las cejas de Lena.

—¿Te dolió en el granero?

Asintió con la cabeza, estudiando su expresión atentamente, sin duda esperando el momento cuando kara perdiera la paciencia y se encendiera contra ella.

—¿Entonces porque lo hiciste?

—Tú lo necesitabas y fuiste tan agradable con los gatitos, pensé que podría hacerte feliz.

"Promesas Que Prevalecen"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora