Capítulo 18

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—Bonito niño el que tienes allí —dijo Lauren, uniéndose a kara en el porche de Doc, su cuello vuelto contra el frío de la noche.

Kara miró a través de la ventana hacia donde Elisa forzaba otro pedazo de pastel en el niño. Nada ofendía a Elisa más que un niño mal alimentado.

—Para todo el alboroto que armó por tomar ese baño, quedó bien limpio.

Lauren tocó la magulladura en su mejilla que había conseguido mientras escoltaba a Liam a la bañera.

—Es un luchador hasta los huesos.

La puerta se abrió y la luz se derramó encima del pequeño porche antes de ser bloqueada por el cuerpo de Kal.

—¿Hablando de Liam?

—Buen nombre para ponérselo al niño.

Kara se encogió de hombros.

—El niño lo escogió.

—Creo que eso fue más en defensa propia —dijo Lauren, apoyada contra un soporte del porche—. Sin intención de ofender, kara, pero lena no tiene oído para los lenguajes.

Kara sonrió.

—Si el niño no hubiera hecho una concesión, yo estaba considerando implorar. Fue pura tortura escucharla desvirtuar su nombre.

Kal se apoyó contra la pared de troncos, fundiéndose naturalmente en la sombra.

—Ella no es una que se de por vencida, eso es seguro.

—No, no lo es.

—Y a ti te gusta eso sobre ella.

Kara sonrió.

—Sí, así es.

Los dientes de Kal brillaron blancos en el destello repentino al encender un cerillo.

Él tendió el cigarrillo que acababa de encender.

Kara sacudió la cabeza.

—¿Desde cuándo no te apetece una fumada después de la cena? —le preguntó Lauren, la diversión en su tono señalaba que tenía una buena idea.

—Desde que me casé. — El único momento que Lena se había apartado de su beso era justo después de que se había fumado un cigarrillo. Lena se había recobrado, pero a ella le gustaba más cuando se apoyaba en si en vez de alejarse.

—¿pequeña dictadora tan pronto? —pregunto Kal.

—No más que tú.

—Estoy a salvo esta noche —dijo Kal, dando un profundo jalón a su cigarrillo, su mirada estrechándose con satisfacción.

—Lois no puede entrometerse con mi cena si percibe una bocanada de humo mientras ve cómo Elisa cocina.

—Podrías sólo imponer la ley para ella —sugirió Lauren.

—¿En la misma forma que tú dictaste la ley para Camila sobre domar caballos? — preguntó Kal, sonriente.

Kara hizo eco de la sonrisa abierta. Era el secreto peor guardado en el territorio que Lauren consentía a su esposa terca.

—Siguiendo esas líneas —admitió Lauren.

—Podría sólo estar suavizándome, pero todo lo que la mujer tiene que hacer es voltear esos bonitos ojos sobre mí, y olvido mi punto.

—Sí. Lo mismo aquí. —Kal dio otra fumada—. La única diferencia es que los ojos de Lois son cafés.

—Los de Camila son más bonitos también —dijo Lauren con una cara perfectamente franca.

"Promesas Que Prevalecen"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora