"Promesas Que Prevalecen"

Capitulo 7

Kara abrió la cesta que contenía su regalo de boda. El pastel estaba un poco maltrecho, pero unas cuantas abolladuras no lo ponían fuera de circulación. No con la manera en que Lena podía tomar unos simples ingredientes y hacer que las papilas gustativas pidieran misericordia. Por encima de su cabeza, escuchó pequeños crujidos que indicaron el avance de Lena alrededor del dormitorio. Ella la había dejado sola para cambiarse y prepararse para meterse en la cama mientras traía su bocadillo. Su miembro palpitó en sus vaqueros, tan impaciente como si no se hubiera venido dos veces y con fuerza en la garganta apretada de Lena que ella había pensado que su cabeza explotaría.

Agarró el cuchillo de la mesa. Maldición, ella tenía una boca que podría hacer clamar por misericordia. Y aquel cuerpo. Ese cuerpo... haría caer de rodillas a cualquiera… Colocó el cuchillo en medio del pastel y cortó una rebanada grande.
Tenía tanta hambre de ella que se sintió como una mocosa que va detrás de su primer amor. Ella sólo quería enterrarse en todo ese fuego exuberante una y otra vez hasta que Lena estuviera tan llena de su semilla que al ponerse en pie se derramara fuera. Quería marcarla permanentemente como suya entonces ningún otro podría propasarse con ella. El que fuera su esposa no parecía ser suficiente. Con una demanda que nunca había conocido antes, su cuerpo quería marcarla físicamente, haciendo obvio más allá de cualquier sombra de duda, a quien ella pertenecía. Tanto así que perdió la cabeza y comenzó su luna de miel en el granero.

Puso una segunda pieza de pastel en otro plato, enganchó un par de copas de vino en su dedo y agarró la botella. Con suerte, el chocolate y el vino impedirían a Lena pensar demasiado en ese “menos que romántico” comienzo de su vida juntas. Para una mujer con una reputación entre las damas, no estaba caminando con el pie derecho hacia su esposa.

Danny gimoteó desde donde yacía en el centro del piso de la gran cocina. Kara no tuvo que mirarlo para saber lo que quería.

—Olvídalo, compañero. Este es mi obsequio. —Danny recostó su cabeza en él y dejó que los músculos de su cara se hundieran. Kara resopló.

—Dejé de caer por esa mirada avergonzada hace aproximadamente un año.

Pasó por encima del gran perro y Danny rodó, mostrando su estómago. Kara lo acarició con la punta de su bota antes de salir. Esta vez su resoplido fue de disgusto cuando las grandes quijadas del perro retrocedieron y se balanceó como un cachorro.

—Sabes, solía haber un tiempo cuando inspirabas miedo en la gente. —Danny gimió feliz y meneó su cola. Kara sacudió su cabeza y abrió la puerta con su codo—. ¡Maldita vergüenza, te autodomesticaste!

Kara todavía sacudía su cabeza mientras subía las escaleras hacia el dormitorio. Sin duda alguna, iba a tener que conseguir otro perro para cuidar el lugar. La buena vida se había llevado rápidamente un perro absolutamente bueno. El revoltijo de patas detrás de ella le dejó saber que Danny no le quitaba la vista al pastel de chocolate. Kara tocó ligeramente la puerta del dormitorio con la punta de su bota. Oyó un agudo —“Oh”— seguido de un sonido seco cuando algo golpeó el piso. Estuvo a punto de dar un puntapié a la puerta, pensando que Lena se había caído, cuando oyó una serie de maldiciones. Una esquina de su boca se arqueó hacia arriba. ¿Quién hubiera creído que su pequeño dulce, diría “boo” a un fantasma? Lena podía blasfemar como un vaquero.

—¿Lena?

—¿Qué? —El tono descontento levantó el otro lado de su boca.

—Abre la puerta.

—Sólo un minuto.

Algo le empujó el codo. Danny había serpenteado hasta ella y miraba con expectación la puerta.

—De ningún modo, compañero.

Danny gimió y rasguñó el piso. La manija traqueteó. Danny se reanimó. Kara le empujó hacia atrás con su pie. Ella no necesitaba que Lena se conmoviera ante la mirada suplicante del perro y traer auditorio a su noche de boda. La puerta crujió y tuvo una vista perfecta del lado izquierdo de su cara.