06. cafetería

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La mente del maño era un torbellino de pensamientos y emociones, cada opción que consideraba parecía tan buena como desastrosa. Por un lado, quería salir corriendo detrás de Martin, explicarle todo, decirle que nada de esto era lo que quería, que todo había sido un malentendido. Pero, por otro lado, sabía que el vasco necesitaba espacio, que tal vez lo mejor sería dejar que se calmara y buscar otro momento para hablar.

Sin embargo, el miedo a perderlo de nuevo era insoportable.

Se pasó una mano por el pelo, despeinándolo aún más, mientras su mirada iba de la puerta por la que Martin acababa de salir, a la ahora vacía entrada donde había estado la chica. Sabía que si no actuaba rápido, podría perderlo de nuevo, pero también sabía que cualquier movimiento en falso podría empeorar las cosas aún más.

Dio un paso hacia la puerta, pero se detuvo. No podía seguir actuando impulsivamente, no después de todo lo que había pasado.

Tomó aire profundamente, intentando calmarse. Decidió que lo mejor sería darle a Martin el espacio que necesitaba

Martin caminaba sin rumbo fijo por las calles de Madrid, las luces de la ciudad parpadeando a su alrededor mientras su mente se encontraba atrapada en mil pensamientos. No podía dejar de preguntarse qué había salido mal, qué había hecho para merecer esto. La misma pregunta lo había mantenido despierto noche tras noche, a menudo hasta las dos de la madrugada, cuando el silencio de la noche hacía que los pensamientos fueran aún más ruidosos.

Mientras caminaba, su mente volvía a la escena de la chica apareciendo en la puerta. Las palabras de Juanjo resonaban en su cabeza, pero se sentían vacías, carentes de sentido ante la cruda realidad. ¿Cómo podía haber sido tan ingenuo? ¿Cómo había dejado que sus sentimientos nublaran su juicio hasta este punto?

Se preguntaba quién ocupaba el corazón de Juanjo ahora. La duda lo carcomía por dentro, un veneno lento que se extendía a cada rincón de su ser.

[...]

Las semanas pasaron y ninguno fue capaz de contactar al contrario. El vasco, por su lado, no tenía nada que hablar con su ex, él ya había pasado página y ahora era feliz con otra chica. Mientras tanto, el maño no encontraba la forma de escribirle. Por su mente pasaron miles de formas en las que volvían a verse y conseguían aclararlo todo como es debido, pero cada intento de contacto se veía frustrado por el miedo y la duda. Juanjo sabía que debía hacerlo, que debía ser él quien diera el primer paso, pero cada vez que cogía el teléfono, su mente se llenaba de inseguridades.

Martin intentaba convencerse de que ya no le importaba. Que si Juanjo estaba feliz con otra persona, él también debería estarlo. Pero en las noches más oscuras, cuando todo estaba en silencio, no podía evitar que su mente volviera a su ex. Recordaba las veces que se quedó despierto hasta las dos de la mañana, preguntándose a quién quería Juanjo ahora, imaginando conversaciones que nunca sucederían. Se levantaba de la cama, caminando de un lado a otro en su apartamento, deseando que, en cualquier momento, Juanjo apareciera en su puerta, tocando suavemente, solo para decirle 'hola' y hacer que todo estuviera bien de nuevo.

Pero la realidad era mucho más cruda. Ambos estaban atrapados en un ciclo de lo que podría haber sido, ambos temiendo romper el silencio que se había instalado entre ellos. Ninguno se atrevía a dar ese paso final, ese que podría cerrar la distancia que los separaba o, por el contrario, confirmarla para siempre. El peso de lo no dicho, de lo no aclarado, se hacía más pesado con cada día que pasaba, y ambos sabían, en lo más profundo, que la situación no podía continuar así para siempre.

"Martin, esto no puede seguir siendo así. Te has vuelto a encerrar durante días en tu cuarto. Te estamos perdiendo de nuevo, y no lo vamos a permitir." Ruslana irrumpió en su cuarto, abriendo la puerta con violencia.

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