11. destello

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Martin se encontraba en el cuarto de invitados, el que una vez perteneció a la mejor amiga de su ex novio, Denna. La habitación era pequeña pero acogedora, con una luz cálida que caía sobre la cama perfectamente hecha, como si Juanjo la hubiera preparado especialmente para él. Las paredes eran de un color suave, y desde la ventana entraba un tenue reflejo de las luces de la ciudad.

Llevaba dos horas acostado, dándole vueltas a todo lo que había pasado este tiempo. Era impactante, ¿no? Cómo todo había cambiado tanto en apenas un mes. Había pasado de echarlo de menos cada minuto de sus días, de intentar convencerse de que debía dejarlo atrás, y de llorar cada noche deseando que lo que pasó hace ocho meses fuese una pesadilla, a verlo casi a diario, a hablar con él por teléfono todos los días, y hasta a volver a dormir ambos en el mismo piso.

Era abrumador y casi irreal.

Y mientras seguía dándole vueltas, no pudo evitar pensar que lo único más irreal que estar de nuevo en el mismo espacio con Juanjo era que, en el fondo, todavía quería quedarse.

Martin se giró de lado, con la mirada fija en el destello que entraba por la ventana. El silencio de la habitación contrastaba con el torbellino de pensamientos que le mantenía despierto. ¿Cómo habían llegado a este punto otra vez? ¿Cómo, después de todo el dolor y la distancia, ahora estaban reconstruyendo algo? Tal vez no era lo mismo que antes, pero definitivamente se sentía igual de intenso, igual de vivo. Era como si cada mensaje, cada mirada, estuviera redibujando el mapa de su relación.

Incapaz de encontrar la paz en la cama, Martin decidió levantarse. Se puso los pantalones de chándal y una camiseta, y caminó silenciosamente hacia la cocina. La luz suave de la nevera iluminó la habitación cuando la abrió, buscando algo que pudiera calmar su mente y su estómago. Agarró una botella de agua y se apoyó en la encimera, mirando hacia la oscuridad del salón.

Mientras bebía, escuchó unos pasos suaves acercándose. Al girarse, vio a Juanjo en la entrada de la cocina, con el pelo despeinado y una expresión de sueño decorando su cara.

"He escuchado un ruido. ¿No puedes dormir?" Preguntó Juanjo, su voz un susurro en la quietud de la noche.

"No, demasiadas cosas en la cabeza."

"Entiendo. Yo tampoco puedo dejar de pensar en todo esto." Juanjo se acercó y se apoyó en la encimera a su lado.

Había una pausa cómoda entre ellos. Martin se giró para mirar a Juanjo, sus ojos reflejando las luces de la cocina.

"¿Cómo hemos llegado aquí de nuevo, Juanjo? Después de todo lo que pasó..."

"No lo sé. Tal vez porque, a pesar de todo, nunca dejamos de querernos."

Las palabras de Juanjo resonaron en el silencio de la cocina, llenando el espacio con una verdad que ambos sabían pero que rara vez decían en voz alta. Martin dejó la botella de agua en la encimera y se giró completamente hacia Juanjo, sus ojos buscando respuestas en los de él.

"¿Y ahora qué hacemos?"

"Decías que no podías dormir, ¿no?" Juanjo decidió darle un significado diferente a la pregunta, mientras que el contrario simplemente asintió, algo confundido. "Ven, dame la mano."

Martin, sin preguntar más, extendió su mano hacia la de Juanjo. El tacto era cálido y familiar, como si ese simple gesto pudiera anclarlo en el presente, alejando los pensamientos que lo mantenían despierto. Juanjo tiró suavemente de él, llevándolo hacia el salón.

En el instante en que sus dedos se encontraron, una corriente eléctrica recorrió su cuerpo. Era un toque que desencadenaba chispas en su piel, una reacción visceral que lo hizo sentir como si todo su ser despertara de un letargo. Su corazón comenzó a latir con fuerza, acelerando su ritmo hasta casi parecer que quería escapar de su pecho.

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