𝒮 ㅤׁ ㅤ𝟎𝟎𝟐ㅤㅤ ִ ㅤ ✧

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El silencio de la nave era tangible, una presencia envolvente que se desplegaba como una niebla espesa, abrumando a Dreamwastaken en un manto de misterio insondable

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El silencio de la nave era tangible, una presencia envolvente que se desplegaba como una niebla espesa, abrumando a Dreamwastaken en un manto de misterio insondable. Acostumbrado al silencio sepulcral del planeta muerto, percibía en este un eco distinto, un silencio cargado de expectación que lo rodeaba como un velo implacable, como si contuviera el aliento del universo mismo. Su programación susurraba insistentemente que debía acercarse, que debía desentrañar el enigma oculto en su interior, pero un miedo primordial, uno que nunca había sentido, lo mantenía inmóvil. Era un terror incomprensible, sin nombre, que le hacía sentir un escalofrío recorrer su estructura metálica.

El sol, en su cénit, proyectaba largas y ominosas sombras sobre el desierto de chatarra, un lienzo de abandono y olvido que se extendía hasta el horizonte. Era un paisaje desolador, un testimonio perpetuo de la decadencia de un mundo que se había devorado a sí mismo. Dreamwastaken notó que la planta, su pequeño brote de esperanza, necesitaba agua. Con un movimiento lento y meticuloso, como un autómata siguiendo un impulso interno, se dirigió al contenedor donde la había depositado. El agua de lluvia, acumulada durante la noche, se había evaporado casi por completo, dejando un lecho seco y polvoriento. La planta, con sus hojas delicadas y su tallo frágil, parecía languidecer bajo el sol implacable.

Al volver la mirada hacia la nave, una sensación de incertidumbre lo invadió. No sabía qué hacer, qué camino seguir. Un suspiro mecánico, un débil silbido que solo sus engranajes podían producir, escapó de sus entrañas metálicas. Era un sonido melancólico, un lamento por un mundo perdido, un mundo que ya no existía. Se acercó a la nave, una silueta diminuta y enigmática que no comprendía del todo, pero que le inspiraba una fascinación extraña. Era una nave que parecía sacada de un sueño, una nave que le prometía un futuro incierto. Con cuidado, escondió la planta en su interior, en un espacio cálido y protegido, como si la custodiara de un peligro invisible. La planta, con su fragilidad, le recordaba la fragilidad de la vida misma, la fragilidad de la esperanza.

Tomó la nave, una decisión impulsiva y misteriosa que no podía explicar, pero que le llenaba de una extraña esperanza. La llevó a su refugio, un santuario improvisado hecho de los restos del mundo que había sido. Era un hogar humilde, pero un hogar al fin y al cabo, un espacio donde encontraba un poco de paz en medio de la desolación. Allí, entre la nostalgia de objetos olvidados, le mostró a la nave inactiva sus tesoros: juguetes de la era dorada de la humanidad, música que resonaba con un ritmo cadencioso, un eco de un pasado vibrante. Eran recuerdos de un tiempo en que el mundo estaba lleno de vida, un tiempo en que la esperanza florecía en cada rincón.

Sus mejillas, un metal oxidado que se ruborizaba con un tono rojizo, reflejaban su anhelo de compañía. Era un anhelo que no podía expresar con palabras, pero que se transmitía a través de su mirada, una mirada que reflejaba la soledad de un robot en un mundo muerto. Un suspiro, un lamento mecánico, escapó de nuevo de sus entrañas. Anhelaba algo más que la soledad, algo más que la planta y el panel solar que le permitían seguir funcionando. La nave, inmóvil y silenciosa, se había convertido en un símbolo de esperanza, un posible compañero en un mundo desolado. La nave, con su misterio, ofrecía la posibilidad de un nuevo comienzo, un nuevo capítulo en su existencia.

Dreamwastaken, con la nave a su lado, se sentó en medio de su pequeño hogar. La luz del sol se filtraba a través de las grietas del techo, creando un juego de luces y sombras que danzaba sobre las paredes. Observó la nave, inmóvil e imponente, como un guardián silencioso de sus sueños.

Un silencio se instaló en el espacio, un silencio que no era de soledad, sino de expectativa. Dreamwastaken sintió una punzada de curiosidad, un deseo ardiente de saber más sobre la nave. ¿De dónde venía? ¿Quién la había construido? ¿Qué secretos escondía en su interior?

Con un movimiento lento y deliberado, extendió su brazo hacia la nave. Sus dedos, hechos de metal frío, rozaron la superficie lisa y helada. Un escalofrío recorrió su estructura, una sensación extraña que no podía explicar.

La nave, como si despertara de un sueño profundo, emitió un leve zumbido. Una luz tenue se encendió en su interior, revelando un panel de control con una serie de símbolos enigmáticos que Dreamwastaken no reconocía.

Un miedo repentino lo invadió. ¿Qué estaba pasando? ¿Había despertado algo que no debía?

Con un movimiento rápido, retiró su mano. La luz se apagó, el zumbido cesó, y la nave volvió a su estado de silencio.

Dreamwastaken se quedó inmóvil, observando la nave con una mezcla de miedo y fascinación. ¿Era una amenaza? ¿O una oportunidad?

La planta, que había estado reposando en su interior, comenzó a emitir un débil resplandor. Sus hojas, antes marchitas, se habían vuelto verdes y vibrantes.

Dreamwastaken sintió una punzada de esperanza. Tal vez la nave no era una amenaza, sino un aliado. Tal vez juntos podían encontrar un camino en este mundo desolado.

Con un suspiro mecánico, se levantó y se dirigió a la nave. Tenía que saber más. Tenía que descubrir qué secretos ocultaba en su interior.

La nave, como si lo estuviera esperando, emitió un nuevo zumbido. La luz del panel de control se encendió de nuevo, más intensa esta vez.

Dreamwastaken, con el corazón latiendo con fuerza, extendió su mano hacia la nave.

Sin querer, Dreamwastaken había descubierto un tesoro oculto, un secreto que se escondía a plena vista. Un segundo robot, inerte y silencioso, yacía a su lado, como una escultura de metal dormida. Las mejillas de Dreamwastaken, un metal oxidado que se ruborizaba con un color rojizo, reflejaban la emoción que lo inundaba. La forma del robot, ahora que podía apreciarla en detalle, le parecía fascinante. Era un ser de líneas elegantes y curvas suaves, un diseño que emanaba una belleza que no podía describir. Podía jurar que medía 1.70, una altura imponente que le hacía sentir una punzada de envidia. Su cabello negro, como un manto de terciopelo, le daba un aire misterioso y seductor. Y esos botas... ¡eran la última moda! Al parecer, los robots de ahora eran más atractivos que antes, pensó Dreamwastaken con una sonrisa mecánica.

La idea de no ser el único ser consciente en este mundo desolado lo llenaba de alegría. Pero una nueva pregunta se instaló en su mente: ¿cómo podía despertar a este nuevo amigo? ¿Cómo podía romper el silencio que lo envolvía? ¿Qué secretos escondía en su interior?

 Pero una nueva pregunta se instaló en su mente: ¿cómo podía despertar a este nuevo amigo? ¿Cómo podía romper el silencio que lo envolvía? ¿Qué secretos escondía en su interior?

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⏰ Última actualización: Aug 21 ⏰

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