Capítulo 1

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Jennie

Repasé mis labios con mi pintalabios de confianza y salí disparada hacia el hotel después de coger las llaves del mueble de la entrada. Por el camino, hice una parada en mi panadería favorita para comprar una de sus famosas palmeras de chocolate. Las mejores que había comido en toda mi vida las hacían en Azúcar y Canela. Esos dulces tenían la cobertura perfecta de chocolate, no era escaso y tampoco tan excesivo que se convertía en empalagoso. De toda la vida, mis padres me compraban la merienda aquí todos los días después de salir del colegio porque era la única que se encontraba de camino al hotel.

Empujé la puerta y las campanas doradas que colgaban tintinearon a causa del movimiento. Taeyeon apareció en mi campo de visión. Llevaba un delantal blanco con el dibujo de una rama de canela y un azucarero en el centro, un gorro y su amplia sonrisa, que se agrandó de manera casi instantánea en cuanto me vio.

—Buenas tardes Taeyeon, ¿me pones una palmera de chocolate? —pregunté con amabilidad.

—Buenas tardes cariño, ¿ya vas para el hotel?

—Sí, hoy me toca el turno de noche. —Puse una mueca de disgusto.

Taeyeon cogió una bolsa de papel con el logo de la panadería y metió la palmera. Saqué la cartera de mi bolso y preparé el dinero en la palma de mi mano. Siempre compraba lo mismo y, por ese motivo, conocía a la perfección el precio del producto.

—He metido también unos cruasanes para tus padres, que sé que están muy ocupados y les vendrá bien. —Mientras Taeyeon hablaba hice el amago de dejar el dinero sobre el mostrador que nos separaba—. Pero no me los pagues, es un regalo de la casa —me reprochó.

—Ya sabes que me sabe mal no pagarlo, siento que me estoy aprovechando de ti.

—No digas tonterías, Jennie. Si eres como mi hija. —Le quitó importancia al asunto haciendo un gesto con la mano.

En gran multitud de ocasiones me había dicho que me consideraba como una más de su familia, ya que me había visto crecer. Muchas veces, cuando mis padres tenían reuniones importantes, me quedaba con ella y la ayudaba a hacer panes y distintos tipos de dulces. Yo me lo pasaba bien y ambas disfrutábamos de la compañía de la otra.

Estiré el brazo para coger la bolsa y, al mismo tiempo, dejé un billete sobre el mostrador y salí corriendo a la calle. Giré la cabeza y vi como Taeyeon negó con la cabeza antes de volver a ordenar las barras de pan que estaban expuestas, como si pensara que no tenía remedio alguno.

Miré el reloj de mi muñeca y me di cuenta de que llegaba tarde al hotel. Aceleré el paso mientras le di un mordisco a mi palmera de chocolate. Al notar el sabor dulce cerré los ojos deleitando el momento para agudizar mis sentidos. ¿Cómo podía estar tan rica?

Cuando volví a abrirlos lo primero que vi fue el portal. El portal. En letras grandes y de color fluorescente con luces de neón a su alrededor. El portal en el que me di mi primer beso con Kai y que luego derivó en algo más. Se me instaló una presión en el pecho al recordarlo.

Aquella noche, a la salida del hotel, me desvié de mi camino habitual porque necesitaba tomar el aire antes de volver a casa. Acabé demasiado quemada de mi turno y mi humor no era el mejor del mundo. Al hacerlo, pasé por la puerta de una sala de conciertos que hasta ese momento no me había dado cuenta que estaba ahí, a pesar de haber caminado por la misma zona infinidad de veces. No sabía asegurar cuál fue el motivo que me llevó a entrar esa noche, pero fue el desencadenante de todo lo que ocurrió después.

Era una sala pequeña y estaba bastante oscura ya que solo había dos focos que iluminaban a un pequeño escenario, lo que le daba un ambiente más íntimo. Como mucho había unas veinte personas allí, aunque tal vez exageraba. Me quedé en el fondo de la sala para no llamar demasiado la atención y apoyé mi espalda en una columna cruzando los brazos por debajo de mi pecho. Podía recordar perfectamente cómo el chico que estaba sobre el escenario cantaba con su guitarra una canción, sin dejar de mirar a una chica morena con el pelo sobre los hombros sentada en una de las mesas más cercanas al escenario.

Todas las lunas que compartimos | Jenlisa G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora