Capítulo 29

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Jennie

Después de tantos meses preparando el evento para el aniversario y el estrés acumulado para que todo saliera según lo esperado, se respiraba calma por primera vez en Caelum. Dejé de preocuparme por si las flores llegaban a tiempo y en buen estado, por si habíamos comprado suficiente champán o por si el evento era del gusto de los asistentes y estaba a la altura de lo que esperaban. Fue un gran alivio para todos.

Me hubiera gustado tener unos días para recuperarme de todo el cansancio acumulado, pero no todo podía ser como queríamos y el hotel tenía que seguir con su agenda habitual.

Me quité la placa con mi nombre de la solapa de la chaqueta y cerré la taquilla. Salí de la sala de empleados y caminé por el vestíbulo hacia el despacho de mi padre. Esa misma mañana me avisó para que pasara por allí cuando terminara mi jornada laboral en el hotel. Cuando estuve frente a la puerta, la golpeé con los nudillos un par de veces y abrí la puerta.

Mi padre estaba sentado en la silla de su despacho, sujetando el móvil entre su hombro y su oreja mientras escribía algo en su agenda. Tomé asiento en una de las sillas que se encontraban al otro lado de la mesa, concretamente en la de la derecha, para poder mirar por la ventana. La última vez que había estado en el hotel fue muy especial por todo lo que ocurrió y supe que siempre atesoraría aquellos recuerdos como una de las mejores noches de mi vida.

Cuando la llamada telefónica acabó, mi padre dejó el móvil sobre la mesa y soltó un suspiro. Se le notaba cansado. Las ojeras se marcaban bajo sus ojos y parecía algo decaído. Toda la organización había hecho mella en él y un día de descanso no había sido suficiente para recuperarse por completo.

—¿Quién era? —pregunté.

—Un inversor. Ha concertado una reunión para el jueves para tratar unos asuntos.

Mi padre se levantó de la silla y se aflojó la corbata. Dio la vuelta a la mesa y tomó asiento en la silla contigua a la que estaba ocupando para estar más cerca de mí. Lo miré, expectante. Estaba expectante ante lo que me diría porque no tenía ninguna idea previa de qué podría ser.

—Hoy no va a venir Seulgi —me informó mi padre—. Me han llamado del bufete porque se ha cogido el día libre.

Seulgi era la más lista de todos. Después de la fiesta, se pillaba el día libre para poder dormir hasta el mediodía y poder recuperarse de la resaca. Si hubiera sido por mí, yo también lo hubiera hecho. Aunque la mía era más una resaca emocional que una consecuencia del alcohol.

—¿Para qué querías que viniera?

—Estos días he reflexionado sobre algo y he estado hablando con tu madre sobre un tema que te incumbe. —Mi curiosidad se disparó—. Pero con todo el jaleo del aniversario lo he ido atrasando y todavía no he hablado contigo.

—¿Sobre qué?

—Sobre tus planes de futuro. Ya sé que tienes pensado irte fuera y visitar varios países...

—Pero eso no significa que me vaya a ir para siempre —lo interrumpí—. Una parte de mí siempre estará aquí pero necesito conocer qué hay más allá de las paredes de este hotel para asegurarme de lo que quiero y de lo que no.

—Yo también tenía muchos sueños y quedarme con el hotel no era uno de ellos —confesó—. Cuando mi madre enfermó tuve que sacrificar muchas cosas y dejó de importarme todo lo que no fuera ella. Yo quería ser piloto de avión, ¿sabes? —Negué con la cabeza y en sus labios apareció una sonrisa triste—. Quise pero no pude. Con los años, fui cumpliendo los sueños que no pudieron lograr los demás como una manera de mantenerlos cerca y me olvidé de los míos. No quiero que eso te pase a ti y se repita la historia, Jennie.

Todas las lunas que compartimos | Jenlisa G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora