dieciocho

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Minho no podía dormir. Estaba recostado junto a Felix, observando cómo su pecho subía y bajaba rítmicamente, envuelto en la tranquilidad que solo el sueño podía brindar. Pero para él, no había paz. Su mente era un caos de pensamientos, cada uno más oscuro que el anterior. La imagen de la llamada de aquella noche seguía repitiéndose en su cabeza, las palabras de esa voz robótica resonando como un eco incesante. Había considerado, por un momento, ignorar la amenaza. ¿Por qué tendría que ceder ante alguien que ni siquiera daba la cara? Pero entonces, pensaba en Felix, en lo vulnerable que se vería si algo saliera mal, y ese pensamiento lo hundía aún más en su propia desesperación.

El brillo tenue de la luz de la madrugada entraba por la ventana, proyectando sombras sobre el rostro de Felix. Minho le acarició suavemente la mejilla, grabando cada línea y curva en su memoria, como si fuera la última vez que podría hacerlo. Estaba a punto de tomar una decisión cuando su teléfono vibró silenciosamente en la mesita de noche. Al ver el nombre de Jisung en la pantalla, una ola de preocupación lo recorrió. Sabía que Jisung no llamaría a esa hora sin una buena razón.

Minho se levantó con cuidado para no despertar a Felix y contestó en voz baja, alejándose unos pasos de la cama. La voz apresurada y tensa de Jisung le confirmó que algo no estaba bien. Le explicó que la llamada que había recibido no era un simple farol. Jisung había rastreado la señal y descubierto que provenía de un lugar que ambos conocían bien: un viejo almacén en las afueras de la ciudad, un sitio que solían usar en el pasado para tratos oscuros. La revelación lo dejó sin aliento. Ese lugar no solo era peligroso, sino que quienquiera que estuviera detrás de esto tenía más recursos de los que Minho había previsto. Si alguien estaba dispuesto a llegar tan lejos, entonces las amenazas contra Felix no eran en vano. No podía arriesgarse a quedarse y ponerlo en peligro.

Con el corazón hecho un nudo, Minho decidió en ese momento que no tenía elección. Debía irse, por el bien de Felix. Sabía que dejarlo era lo último que quería hacer, pero el miedo de que algo peor pudiera pasarle si él seguía cerca lo obligaba a tomar esa decisión. No tenía derecho a ser egoísta, no cuando la vida de Felix estaba en juego.

Guardó sus cosas en silencio, luchando con cada movimiento, deseando que hubiese otra forma, cualquier forma que no implicara alejarse de la persona que amaba. Antes de irse, se acercó a Felix por última vez. Se agachó junto a él y depositó un beso suave en sus labios, tan ligero que apenas perturbó su descanso. Ese beso le rompió el corazón en mil pedazos. Minho sabía que se llevaba consigo algo irremplazable, dejando tras de sí un vacío que él mismo había creado.

Antes de salir, llamó a Jisung y le pidió que cuidara de Felix en su ausencia. No podía confiar en nadie más. Jisung comprendió la gravedad de la situación y aceptó sin dudar. Minho sabía que su amigo haría lo que fuera necesario, pero incluso eso no aliviaba el peso que cargaba en su pecho. Mientras salía del apartamento, sintió que dejaba atrás una parte vital de sí mismo, una parte que nunca recuperaría.

  𝗣𝗲𝗿𝘀𝗼𝗻𝗮𝗹 𝗚𝘂𝗮𝗿𝗱⇉minlix ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora