𝟏𝟓 | 𝐔𝐍 𝐂𝐎𝐍𝐂𝐈𝐄𝐑𝐓𝐎 𝐈𝐍𝐄𝐒𝐏𝐄𝐑𝐀𝐃𝐎

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Leonardo

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Leonardo

Cuando llegué a la casa de Sofía para recogerla, me sorprendió verla salir vestida de una manera que nunca había visto antes. Llevaba un vestido hasta las rodillas y un recogido que resaltaba su belleza. Se veía diferente, más elegante y sofisticada. Me quedé un momento sin palabras, admirando su transformación. Mi corazón latió más rápido al verla, y me di cuenta de que estaba viendo a Sofía bajo una nueva luz.

—Te ves increíble —dije finalmente, tratando de mantener la compostura.

Sofía sonrió, un leve rubor tiñendo sus mejillas.

—Gracias, Leonardo. Tú también te ves bien.

Mientras conducíamos hacia la sala de conciertos, no pude evitar robarle miradas de vez en cuando. Había algo en su presencia que me hacía sentir nervioso y emocionado al mismo tiempo. Mis pensamientos se arremolinaban, cuestionando si esta noche cambiaría algo entre nosotros.

Sofía

Me sentía nerviosa cuando Leonardo llegó a mi casa para recogerme. Me había esforzado por vestirme de una manera especial para la ocasión, y estaba ansiosa por ver su reacción. Cuando subí al coche, no pude evitar observarlo. Leonardo es un chico atractivo, con unos ojos grises que parecen ver derecho a través de ti. Su cabello oscuro y despeinado le da un aire de misterio. Pero es su sonrisa lo que realmente me hace sentir incómoda. Es como si supiera un secreto que yo no sé.

—¿Estás lista para el concierto? —preguntó, rompiendo el silencio.

—Sí, estoy lista —respondí, tratando de sonar más segura de lo que me sentía.

Esa noche, Leonardo y yo nos sentamos en la sala de conciertos, esperando a que Alejandro y Gabriela subieran al escenario. El ambiente estaba cargado de emoción y anticipación. Las luces tenues y el murmullo del público creaban una atmósfera casi mágica. Sentía una mezcla de nervios y curiosidad. Cuando las luces se atenuaron y el escenario se iluminó, mi corazón comenzó a latir más rápido.

Alejandro y Gabriela subieron al escenario con una confianza palpable. Desde el primer acorde, supe que estábamos presenciando algo especial. La química entre ellos era innegable; se complementaban perfectamente, y su música era emocionante y apasionada.

Cada nota parecía contar una historia, y no pude evitar sentirme inspirada y, al mismo tiempo, un poco celosa.

Miré a Leonardo y vi la admiración reflejada en sus ojos.

—Son increíbles —susurré, sin apartar la vista del escenario.

—Sí, lo son —respondió él, igualmente impresionado.

A medida que el concierto avanzaba, no podía dejar de pensar en cómo ellos lograban esa sincronización perfecta.

Sabía que Leonardo y yo éramos buenos, pero no entendía por qué no podíamos alcanzar ese nivel de conexión. Me frustraba ver cómo, a pesar de nuestro talento individual, no podíamos ser tan buenos juntos como Alejandro y Gabriela. Noté que Leonardo también compartía mi frustración.

Leonardo

Mientras observaba a Alejandro y Gabriela, no pude evitar sentir una punzada de envidia. Su sincronización era impecable, y su música fluía con una naturalidad que parecía inalcanzable para nosotros. Me preguntaba qué nos faltaba a Sofía y a mí para lograr esa conexión.

¿Era cuestión de práctica, o había algo más profundo que nos impedía trabajar en armonía?

Después del concierto, mientras esperábamos a que la multitud se dispersara, Sofía y yo comenzamos a hablar sobre la música y nuestros propios objetivos. Fue la primera vez que hablamos sin la tensión y la frustración del ensayo.

—Me encanta la música —dijo Sofía, sonriendo—. Me hace sentir viva.

Asentí, devolviéndole la sonrisa.

—A mí también. Me ayuda a expresar mis emociones.

En ese momento, Alejandro y Gabriela salieron del escenario, aún radiantes por su impresionante actuación, y se acercaron a nosotros con una sonrisa confiada.

—Bueno, ¿qué les pareció el show? —preguntó Alejandro, con un tono arrogante.

Sofía se encogió de hombros, tratando de mantener la calma.

—Fue bueno, pero no impresionante.
Gabriela frunció el ceño, claramente ofendida.

—¿No impresionante? ¡Fue increíble! ¡No pueden competir con eso!

Me uní a Sofía, y por primera vez sentí una conexión con ella que nunca había sentido antes.

—No necesitamos competir con ustedes —dije, con una sonrisa tranquila—. Tenemos nuestro propio estilo y talento.
Alejandro se rió, despectivo.

—¿Estilo y talento? ¡Ja! ¡No tienen nada que ofrecer!

Sentí la ira burbujear dentro de mí, pero mantuve la compostura. Sofía, sin embargo, no se quedó callada.

—Lo que ustedes tienen es arrogancia —dijo, su voz firme y clara—. Pero la arrogancia no gana concursos. El trabajo duro y la pasión sí.

Gabriela dio un paso adelante, su mirada desafiante.

—Nosotros estamos invictos. Nadie ha podido ganarnos en dúo. Así que, buena suerte intentando superarnos.

La tensión entre nosotros cuatro se intensificó. Leonardo y yo nos miramos, y supe que estábamos listos para enfrentar a nuestros rivales. Por primera vez, estábamos uniéndonos como equipo, y eso nos daba una nueva fuerza.

—Eso lo veremos en el concurso —dije, con una sonrisa fría.

La tensión en la sala era palpable. Gabriela y Alejandro se retiraron, visiblemente molestos. Sofía y yo también nos alejamos, ambos con el ceño fruncido y la mente llena de pensamientos.
Sofía

El camino de regreso a casa fue silencioso al principio. Podía sentir la tensión en el aire, pero también una extraña sensación de camaradería con Leonardo.
Finalmente, él rompió el silencio.

—¿Te molesta lo que dijeron? —preguntó, sin apartar la vista de la carretera.
Suspiré, mirando por la ventana.

—Un poco. Pero también me motiva. Quiero demostrarles que están equivocados.

Leonardo asintió, una sonrisa apareciendo en sus labios.

—Eso es lo que me gusta de ti, Sofía. No te rindes fácilmente.

Me giré para mirarlo, sorprendida por sus palabras.

—Gracias, Leonardo. Eso significa mucho para mí.

Hubo un momento de silencio, pero esta vez no fue incómodo. Sentí que estábamos en sintonía, listos para enfrentar cualquier desafío juntos.

—¿Sabes? —dijo Leonardo, rompiendo el silencio de nuevo—. Creo que este concurso es nuestra oportunidad de mostrar lo que realmente podemos hacer. No solo a ellos, sino a nosotros mismos.

Asentí, sintiendo una nueva determinación crecer dentro de mí.

—Tienes razón. Vamos a dar lo mejor de nosotros.

Llegamos a mi casa y me despedí de Leonardo, agradecida por su apoyo.

Mientras subía las escaleras hacia mi habitación, sentí una mezcla de emociones: nervios, y una emoción que no sabía descifrar. Me cambié rápidamente y me metí en la cama, dejando que el cansancio del día me arrastrara al sueño.

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