𝟏𝟕 | 𝐂𝐎𝐍𝐅𝐋𝐈𝐂𝐓𝐎𝐒

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Me senté en el ensayo, mirando a Leonardo con una mezcla de frustración y desánimo

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Me senté en el ensayo, mirando a Leonardo con una mezcla de frustración y desánimo. No podía creer que estuviéramos fallando tanto. De repente, mi mente comenzó a vagar y recordé el concierto de Alejandro y Gabriela que había visto hace unos días. Alejandro había tocado el violín con tanta pasión y habilidad, y Gabriela lo había acompañado perfectamente en el piano. Su dúo había sido impecable, y me había sentido inspirada... pero también intimidada.

"¿Por qué no puedo tocar como Alejandro?", me pregunté, sintiendo una punzada de inseguridad. "¿Por qué no puedo tener la misma conexión con Leonardo que Gabriela tiene con Alejandro?

Leonardo me sacó de mis pensamientos.

—¡No puedes tocar ese pasaje! ¡Lo estás arruinando todo!— Comenzó a gritarme

Sentí que las lágrimas comenzaban a acumularse en mis ojos.

—¡No puedo hacer nada bien para ti! —grité, con la voz quebrada—. ¡Siempre me criticas, siempre me dices que no soy lo suficientemente buena!

—¡Es porque no te esfuerzas lo suficiente! —replicó Leonardo, su voz llena de frustración—. ¡Alejandro y Gabriela practican todo el día, y mira cómo tocan! ¡Tú solo te quejas y no haces nada para mejorar!

Las palabras de Leonardo me hirieron profundamente. La mención de Alejandro y Gabriela solo aumentó mi sensación de insuficiencia.

—¡No necesito que me compares con ellos! —grité, sintiendo la ira y la tristeza mezclarse—. ¡Soy yo quien está aquí, tratando de tocar contigo!

—¡Pues no lo estás haciendo muy bien! —dijo Leonardo, con desdén—. ¡Si no puedes seguirme, entonces tal vez deberías dejarlo!

Me levanté, furiosa.

—¡Tal vez debería! —grité—. ¡Tal vez debería dejar de tocar contigo, porque eres un compañero de dúo horrible!

Salí del salón de ensayo, dejando a Leonardo solo con su piano. Las lágrimas corrían por mi rostro mientras caminaba por el pasillo vacío. Me detuve frente a una ventana y miré hacia afuera, tratando de calmarme. Después de unos minutos, decidí que lo mejor sería irme a casa y alejarme de la tensión.

Leonardo

Me quedé en el salón, tocando el piano de manera distraída. No podía concentrarme. Las palabras que nos habíamos dicho resonaban en mi mente. Finalmente, dejé de tocar y me senté, con la cabeza entre las manos. Sabía que había sido injusto con Sofía, pero también sabía que no podía permitirme perderla como compañera de dúo. El concurso era demasiado importante.

Me sentía atrapado entre la presión de ganar y la necesidad de mantener una buena relación con Sofía. Sabía que mi actitud no estaba ayudando, pero la frustración me superaba.

¿Por qué no podíamos sincronizarnos como Alejandro y Gabriela? ¿Qué nos faltaba?

Después de un rato, decidí que tenía que hablar con ella. No podía dejar que las cosas quedaran así. Salí del salón y me dirigí a su casa. Cuando llegué, toqué la puerta con nerviosismo. Sofía abrió, sorprendida de verme allí.

—¿Qué haces aquí? —preguntó, aún con los ojos rojos de llorar.

—Necesito hablar contigo —dije, con sinceridad—. Lo siento, Sofía. Fui un idiota. No debí haberte hablado así.

Ella me miró, dudando.

—¿De verdad lo sientes? —preguntó.
Asentí, sintiendo el peso de mis palabras.

—Sí, lo siento. Pero también necesito ser honesto contigo. No solo te estoy pidiendo disculpas porque me siento mal. Te estoy pidiendo disculpas porque no puedo perderte como compañera de dúo. Este concurso es muy importante para mí, y no puedo hacerlo sin ti.

Sofía suspiró y asintió lentamente.

—Está bien —dijo—. Pero necesito que entiendas que esto es importante para mí también. Quiero ser mejor, pero también necesito sentir que estamos en esto juntos.

Sonreí ligeramente, aliviado de que estuviera dispuesta a escucharme.

—Lo entiendo. ¿Te parece si damos una vuelta y hablamos más? —sugerí.

Ella asintió y ambos salimos a caminar. Después de un rato, llegamos a un restaurante de comida rápida y decidimos entrar. Nos sentamos en una mesa y pedimos algo de comer.

Sofía

Mientras esperábamos nuestra comida, el ambiente se sentía más relajado. Decidí aprovechar el momento para hablar de lo que realmente me preocupaba.

—Leonardo, ¿alguna vez te has sentido... intimidado por otros músicos? —pregunté, jugando con la servilleta en mis manos.

Él me miró, sorprendido por la pregunta.

—Sí, muchas veces —admitió—. Especialmente cuando veo a alguien como Alejandro. Es difícil no compararse.
Asentí, sintiendo un poco de alivio al saber que no era la única que se sentía así.

—Eso es lo que me pasa a mí —dije—. Cuando vi a Alejandro y Gabriela tocar, me sentí tan... pequeña. Como si nunca pudiera alcanzar ese nivel.

Leonardo suspiró y tomó un sorbo de su bebida antes de responder.

—Entiendo cómo te sientes. Pero no podemos dejar que eso nos detenga. Tenemos que usarlo como motivación para mejorar.

—Lo sé —respondí—. Pero a veces es difícil. Siento que siempre estoy fallando.
Leonardo me miró con seriedad.

—Sofía, eres una violinista increíble. Tienes un talento que muchos desearían tener. Solo necesitas creer más en ti misma.

Sonreí ligeramente, agradecida por sus palabras.

—Gracias, Leonardo. Eso significa mucho para mí.

Nuestra comida llegó y comenzamos a comer en silencio por un momento, disfrutando de la tranquilidad del lugar. Después de un rato, Leonardo rompió el silencio.

—¿Sabes? Creo que parte de nuestro problema es que estamos demasiado enfocados en ser perfectos. Tal vez deberíamos relajarnos un poco y disfrutar más de la música.

Lo miré, considerando sus palabras.

—Tienes razón. Quizás estamos poniendo demasiada presión sobre nosotros mismos.

Leonardo asintió.

—Exactamente. La música debería ser algo que disfrutemos, no algo que nos cause tanto estrés.

Asentí, sintiendo que una carga se levantaba de mis hombros.

—Vamos a intentarlo. Vamos a disfrutar más de la música y ver qué pasa.

Terminamos nuestra comida y salimos del restaurante, sintiéndonos más ligeros y optimistas. La conversación había sido exactamente lo que necesitábamos para aclarar nuestras mentes y renovar nuestro enfoque.

Cuando Leonardo me llevó de regreso a casa, nos despedimos con una sonrisa, sabiendo que habíamos dado un paso importante hacia la mejora de nuestra relación y nuestra música. Subí las escaleras hacia mi habitación, sintiéndome más ligera y esperanzada. Me cambié rápidamente y me metí en la cama, esperando dormir rápido.

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