𝟑𝟕 | 𝐋𝐀 𝐒𝐎𝐌𝐁𝐑𝐀 𝐃𝐄 𝐋𝐀 𝐃𝐔𝐃𝐀

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Al entrar al camerino, no pude contener mi emoción al ver a mis papás y a mi amiga Valeria, junto con los profesores Thomson y Martínez

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Al entrar al camerino, no pude contener mi emoción al ver a mis papás y a mi amiga Valeria, junto con los profesores Thomson y Martínez. Corrí a abrazar a mi profesor.

—Gracias, profe, por confiar en mí. Si no hubiera sido por su ayuda en estos años, no estaría aquí —dije, con lágrimas en los ojos.

Thomson sonrió y me abrazó con calidez.

—No, Sofía, las gracias se las dé a usted misma. Es por su esfuerzo y dedicación. Eres muy talentosa.

Me retiré, sonriendo, y me acerqué a mis padres y a Valeria, que me recibieron con un abrazo y me felicitaban efusivamente. Sentía una mezcla de orgullo y alivio, como si un peso enorme se hubiera levantado de mis hombros. El ambiente estaba lleno de alegría y satisfacción, y podía sentir el calor y el amor de mi familia y amigos.

—¡Sofía, estuviste increíble! —dijo mi mamá, con lágrimas en los ojos.

—Estamos tan orgullosos de ti, hija —añadió mi papá, abrazándome con fuerza.

—Sabía que lo lograrías, Sofía. Siempre has sido la mejor.— me abrazó valeria.

Sentía una calidez inmensa al escuchar sus palabras. Cuando de repente, la voz elevada del papá de Leonardo interrumpió nuestra conversación.

—¿Excelente? Pudo haberlo hecho mucho mejor. Para eso le pago, para que no le enseñe a mi hijo a conformarse con eso.

La felicidad en el camerino se desvaneció gradualmente a medida que el padre de Leonardo comenzó a hablar, su voz crítica y desaprobatoria cortando el aire como un cuchillo. La atmósfera se volvió tensa y pesada, y pude ver cómo la expresión de Leonardo cambiaba de orgullo a frustración.

Leonardo, molesto por la intervención de su padre, lo interrumpió.

—Papá, no es necesario. Ya sé que puedo mejorar, pero esto es un logro importante para mí.

El papá de Leonardo se volvió hacia él, con una mirada crítica.

—¿Un logro importante? No es suficiente. Debes ser el mejor, siempre.

La tensión en el camerino era palpable. Me acerqué a Leonardo, preocupada por mi amigo.

—Leonardo, no le hagas caso. Lo hiciste genial.

Pero el papá de Leonardo no se detuvo.

—No, Sofía, no entiendes. Mi hijo tiene un talento increíble, y no voy a dejar que se desperdicie. —Se dirigió a Leonardo—. Te lo dije desde un principio, esa violinista solo te iba a hacer conformista al quedarte en ese ritmo.

Sentí un hueco en el estómago por lo que dijo el papá de Leonardo. Mi papá intervino.

—¿Pero de qué habla, señor? Los dos muchachos estuvieron excelentes. Su interpretación les fascinó a todo el mundo. Esas no son maneras de dirigirse a los muchachos.

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