Capítulo 8

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Pasaron dos semanas desde aquella fiesta, y cuando llegó el sábado por la noche, decidieron organizar una pijamada para conversar sobre lo ocurrido, ya que las semanas anteriores habían sido muy agitadas

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Pasaron dos semanas desde aquella fiesta, y cuando llegó el sábado por la noche, decidieron organizar una pijamada para conversar sobre lo ocurrido, ya que las semanas anteriores habían sido muy agitadas. Surgieron nuevos chismes entre ellos, poniéndolos al tanto de algunas novedades; todo parecía ser parte de un plan de George.

No obstante, antes de que llegara la noche, tenían que hacer algunos recados. Por ejemplo, Carlos y Sergio se levantaron temprano para recoger lo que había en el huerto. Habían estado recolectando las mejores cosechas del mes, que sumaban casi cinco kilos, para entregarlas al restaurante que gestionaban algunos amigos de Carlos.

El español le comentaba a su padre que vivía cómodamente en Mónaco y que, además, el negocio de la cafetería había prosperado. Decía que disfrutaba de la cocina, lo cual era parcialmente cierto, pero también mentía, ya que usaba parte de su sueldo como acompañante en el club para mantener a flote el negocio. Aunque sus amigos intentaban ayudarlo, él se negaba por orgullo.

Valtteri los llevó al restaurante alrededor de las ocho de la mañana, ya que estaba en el centro de la ciudad. No hubo problemas para llegar, pero el español extrañaba cocinar, por lo que decidió quedarse al menos un turno para ayudar en la cocina.

— Listo, dejamos los tomates y los pimientos. ¿Hay algo más en lo que pueda ayudarles? —preguntó Sergio mientras señalaba los ingredientes ya organizados.

— Oh, cierto. ¿Podrías ser camarero por unas horas... tres? Te pagaremos. —respondió uno de los encargados, algo avergonzado—. Uno de nuestros meseros avisó que no vendría porque estaba enfermo. ¿Podrías cubrirlo?

— Claro, no hay problema. Después de todo, no puedo irme sin Carlos. —señaló al mencionado, quien se movía por la cocina con varios ingredientes.

— ¡Perfecto, muchas gracias! Solo tendrás que ponerte un delantal rojo, no exigimos el uso de uniforme realmente.

Sergio aceptó, en parte porque quería hacerle un favor al español, que lo miró con cara de súplica cuando pasó a su lado. Cuando le pasaron el delantal, simplemente se lo puso y se acomodó un poco el cabello; no quería parecer tan humilde ante los comensales. Aunque todavía no había mucha gente, pronto se llenarían, ya que el servicio de desayuno se ofrecía hasta las 11, según lo que le había comentado Carlos.

Salió de la cocina y se dirigió a la parte principal del restaurante para limpiar las mesas y colocar los portapapeles donde correspondía. Luego, entró al baño de empleados para lavarse las manos y, de paso, asegurarse de que su parche no se hubiera movido del cuello.

Usaban parches para cubrir su aroma, ya que no querían ser reconocidos como acompañantes del club en las calles. A pesar de que existía una página web del club aparecían sus nombres sin fotos, eso no garantizaba nada, pero esa página estaba fuera de su control; al parecer, la habían creado algunos "clientes" del club.

𝐀𝐜𝐨𝐦𝐩𝐚𝐧̃𝐚𝐧𝐭𝐞𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora