Capítulo 12

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Ya eran alrededor de las tres y media de la madrugada cuando ni los ronquidos del mayor español se escuchaban en la planta baja

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Ya eran alrededor de las tres y media de la madrugada cuando ni los ronquidos del mayor español se escuchaban en la planta baja. La luz de la cocina se encendió, revelando a un mexicano adormilado que había bajado a buscar algo de beber.

Había estado durmiendo tranquilamente unos treinta minutos hasta que sintió la garganta seca y decidió ir por un poco de agua. Justo cuando iba a dejar la jarra de jugo en su lugar, dio un pequeño sobresalto al notar a un rubio frotándose los ojos con cansancio atrás suyo. Aunque se veía adorable, no quitaba el hecho de que le había dado un susto.

 — ¿Max? ¿Qué haces despierto a estas horas? —murmuró, arqueando una ceja.

— Lo mismo podría preguntarte a ti, Checo... ¿Acaso dormiste mal? —preguntó Max mientras se acercaba para examinarlo. Tomó su rostro y, aún con los ojos entrecerrados, negó levemente—. Aún te ves tan lindo como cuando te acostaste.

— Oh, Max... Qué dulce, pero anda, vuelve a dormir. Yo solo bajé por un poco de agua, ¿ves? —insistió, señalando su vaso vacío.

— Te acompaño a tu habitación, no vaya a ser que se te antoje otra cosa en el camino. —respondió sin pensarlo mientras sonreía de forma juguetona—. Ya me cansé de escuchar roncar a Fernando.

— Oh, pobre niño. Está bien, pero deberías abrir más los ojos, si no te vas a caer al subir. —dijo con gracia.

El menor solo asintió, frotándose los ojos con cuidado, y se arremangó la pijama dispuesto a seguir al mayor. Checo no pudo evitar sonreír con ternura ante el comentario atrevido del rubio, notando que aún seguía adormilado. De lo contrario, sus mejillas estarían sonrojadas y se estaría cubriendo para evitar que lo notara. Apagó las luces de la cocina y echó un vistazo rápido para asegurarse de que nadie más estuviera despierto. Luego, tomó la muñeca del chico para guiarlo a su habitación.

Sin embargo, en el cuarto escalón Max tropezó, aferrándose a la cadera de Checo mientras este se sujetaba de la pared por poco e iba a bajarle los pantalones haciendo aquello, quedaría en vergüenza si los demás integrantes de los departamentos lo vieran. Ambos rieron, y el mexicano se cubrió la boca para no hacer ruido.

— ¡Te dije que abrieras los ojos! —le riñó en voz baja, aguantando la risa.

— ¡Lo siento, lo siento! Ya estoy más despierto. —aclaró Max, ya más alerta.

— Corre antes de que alguien se despierte.

El menor se levantó como pudo, y Checo se subió un poco los pantalones de su pijama mientras subían al siguiente piso. Agradecía que los del segundo piso tuvieran el sueño pesado. Al llegar a la puerta de su habitación, empujó al menor suavemente adentro y cerró la puerta con calma. Estando dentro, soltó unas cuantas carcajadas al ver la expresión de Max, apenas visible en la oscuridad.

— Wey, tu cara... pfff. Ay, dios, me duele el estómago de tanto reír. —dijo, tomando asiento en su cama y sujetándose el estómago.

— Qué malo eres, Checo. —respondió Max, haciendo un leve puchero y cruzándose de brazos.

𝐀𝐜𝐨𝐦𝐩𝐚𝐧̃𝐚𝐧𝐭𝐞𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora