Un nuevo destino

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Elin despertó al día siguiente con una nueva determinación. Las palabras de Ivar y Aslaug resonaban en su mente, pero también el eco de esa figura que había visto en su visión. Sabía que su destino era complejo y lleno de desafíos, pero también entendía que no estaba sola. Aunque su conexión con los dioses la hacía única, también la convertía en parte de algo mucho más grande.

A medida que avanzaban los días, Elin se integraba más en la vida diaria de Kattegat. El entrenamiento con Ivar se volvía cada vez más riguroso. Bajo su tutela, Elin no solo aprendía a manejar la espada, sino también el arte de la estrategia. Ivar la llevaba al límite, exigiendo de ella una precisión que a veces le parecía imposible de alcanzar, pero poco a poco, su cuerpo se adaptaba, y su mente se agudizaba.

Elin comenzó a percibir que la relación con Ivar iba más allá de la de maestro y aprendiz. Había algo en él, una tormenta interna que ella empezaba a comprender. En su dureza, había un eco de la batalla que libraba consigo mismo cada día. Aunque rara vez se mostraba vulnerable, Elin podía ver la lucha en sus ojos, y en ese silencio, una conexión tácita se formó entre ellos.

Aslaug, por su parte, la introdujo en los misterios de las runas y los antiguos ritos. La mujer era severa en su enseñanza, pero siempre justa. Pasaban horas en el templo, descifrando los mensajes ocultos en las piedras, invocando a los dioses a través de antiguos cánticos y rituales. Durante estos momentos, Elin sentía una conexión profunda con Aslaug, como si fueran dos almas destinadas a encontrarse en este punto del tiempo.

Una noche, después de un día particularmente agotador de entrenamiento, Elin se encontraba en la gran sala, observando a los guerreros que se reunían alrededor del fuego, compartiendo historias y risas. Rollo, el tío de Bjorn, la observaba desde el otro lado de la sala. Finalmente, cruzó el espacio entre ellos y se sentó a su lado.

—Has progresado mucho, Elin —dijo Rollo, su voz profunda rompiendo el silencio entre ellos—. Pero dime, ¿qué piensas de todo esto? ¿Realmente crees en los dioses y en el destino que se te ha impuesto?

Elin lo miró, sorprendida por la pregunta. Rollo, a pesar de ser un gran guerrero, siempre había sido una figura complicada, atrapada entre su lealtad a su familia y su deseo de encontrar su propio camino.

—No lo sé con certeza —admitió Elin—. Pero cada día siento más que mi lugar es aquí. No sé si es el destino o simplemente las circunstancias, pero hay algo en Kattegat, en todo esto, que me hace sentir que debo seguir adelante, que hay algo que solo yo puedo hacer.

Rollo asintió, su expresión más seria de lo habitual.

—Los dioses son caprichosos, y a veces sus caminos no son claros. Pero también he aprendido que el destino puede ser algo que construimos con nuestras propias manos. Kattegat es un lugar de luchas, de alianzas cambiantes y de enemigos por todas partes. Pero también es un lugar de poder y de oportunidades. Si de verdad eres la hija de Odín, el destino te seguirá, pero dependerá de ti cómo lo enfrentes.

Las palabras de Rollo quedaron flotando en el aire, mientras la música y las voces de la sala los rodeaban. En ese momento, Elin comprendió que, aunque su destino estuviera vinculado a los dioses, tenía la capacidad de moldearlo con sus decisiones.

En los días que siguieron, la relación de Elin con los otros miembros de Kattegat se profundizó. Lagertha, la exesposa de Ragnar, llegó a Kattegat después de una campaña en tierras lejanas. Al conocer a Elin, Lagertha la miró con una mezcla de curiosidad y algo más, un respeto mutuo que no necesitaba palabras.

—Sé lo que es tener que cumplir un destino que no pediste —dijo Lagertha una noche, mientras practicaban juntas en el campo de entrenamiento—. Pero también sé que la fuerza no viene solo de los dioses, sino de quienes nos rodean. Usa esa fuerza, Elin. Apóyate en quienes te respetan y te seguirán. Ese es el verdadero poder.

Elin | VikingosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora