La calma antes de la tormenta

9 2 0
                                    

La noche en Kattegat era fría y tranquila, una paz inusual después de la terrible batalla que casi los consume. Elin, aún con algunas heridas frescas y el cansancio acumulado en cada músculo, se encontraba frente a la hoguera en la gran sala. A su alrededor, la gente bebía y reía, tratando de ahogar el recuerdo de la violencia en vino y camaradería. Lagertha se acercó a ella con un cuerno de hidromiel y una sonrisa cansada en el rostro.

—¿Pensabas que dejaríamos que te quedarás sola esta noche? —dijo Lagertha, tendiéndole la bebida.

Elin tomó el cuerno y brindó con ella antes de beber profundamente.

—No esperaba... todo esto. Tampoco pensé que Kattegat se convertiría en mi hogar. —Respondió Elin, mirando a Lagertha a los ojos con sinceridad.

Lagertha la observó por un instante, como si buscara algo en su mirada.

—Nos has dado mucho hoy, más de lo que muchos hubieran estado dispuestos a ofrecer. Has mostrado tu lealtad. ¿Crees que puedes seguir luchando por este lugar?

Elin bajó la mirada, sopesando cada palabra.

—Creo que sí. Pero hay algo que me inquieta, Lagertha. No puedo evitar sentir que mi destino aquí va más allá de esta batalla... Odín me lo advirtió, y hay algo más en este sacrificio, una responsabilidad que aún no comprendo.

Lagertha asintió, su rostro endureciéndose.

—Los dioses a veces nos piden más de lo que entendemos en el momento. —Ella le puso una mano en el hombro, apretándolo con firmeza—. Pero escucha, Elin. Aunque Odín te haya llamado, recuerda que también tienes a quienes lucharán contigo hasta el final. No cargues sola con este peso.

De pronto, Bjorn se acercó a ellas, con una expresión entre admiración y reproche.

—¿Ya estás hablando de nuevas batallas, madre? —dijo Bjorn, lanzando una mirada traviesa a Lagertha antes de centrarse en Elin—. Quizás Elin necesita una noche de descanso antes de que volvamos a recordarle el caos que vive Kattegat.

Elin soltó una pequeña risa, algo que hacía mucho no hacía con tanta naturalidad.

—No tienes idea de cuánto necesito una noche de paz —respondió Elin con una sonrisa—. Pero tampoco me sorprendería que en cualquier momento se presentara otro enemigo en nuestras puertas. Es como si el destino me persiguiera.

—Bueno, entonces esta noche, el destino puede esperar —dijo Bjorn, dándole un golpe amistoso en el brazo—. Esta noche, eres una de nosotros. Vamos, quiero escucharte reír como lo hace un verdadero vikingo.

Lagertha miró a su hijo con una sonrisa de orgullo, mientras Elin no pudo evitar sentirse reconfortada por la cercanía y la camaradería de aquellos que hasta hace poco le eran prácticamente desconocidos.

Pero justo en ese momento, Ivar apareció en la puerta, observándolos desde la distancia. Había una oscuridad en su expresión, una intensidad que siempre lo acompañaba. Elin lo miró y supo que quería hablar. Se disculpó con Bjorn y Lagertha, y caminó hacia él.

—¿Ivar? ¿Pasa algo? —preguntó Elin.

—Ven conmigo —dijo él en voz baja, dándose la vuelta sin más explicación.

Intrigada, Elin lo siguió hacia el exterior. La noche era helada, y la luna iluminaba el paisaje con una luz espectral. Caminaban en silencio hasta que llegaron al borde del muelle, donde la calma del agua contrastaba con el caos de los pensamientos de Ivar, que parecían reflejarse en sus ojos oscuros.

Finalmente, él habló, con la mirada fija en el horizonte.

—Hoy has sido más fuerte de lo que pensaba, Elin. No sé si el sacrificio que has hecho te hará algún favor en el futuro, pero respeto tu decisión. —Pausó, como si se debatiera en si continuar—. Cuando era niño, Odín nunca se apareció ante mí. Nunca me eligió. Pero a ti... a ti te ha concedido su favor.

Elin notó la mezcla de resentimiento y curiosidad en su tono, y decidió hablar con franqueza.

—El favor de los dioses no siempre es una bendición, Ivar. Hoy hice un sacrificio, sí, pero no estoy segura de cuánto me costará en el futuro. Creo que tú, mejor que nadie, entiendes lo que es ser diferente, sentir que tu destino te marca.

Ivar la miró por fin, con una sonrisa amarga.

—Sí, sé bien lo que significa. Todos me subestiman por mis piernas, por mi manera de ver el mundo. No entienden que soy capaz de cualquier cosa... cualquier cosa que decida hacer.

Elin asintió, captando las palabras ocultas de Ivar. Lo miró con intensidad y una ligera advertencia.

—Y sé que cualquier cosa que decidas hacer la harás, Ivar. Pero recuerda que ahora somos un pueblo, y hoy hemos ganado porque luchamos juntos. Odín me advirtió que esto es solo el principio. Quizá sea hora de que todos dejemos de vernos como rivales y veamos la verdadera amenaza que se avecina.

Ivar la observó durante un largo momento, y aunque no respondió directamente, su expresión reflejó una comprensión silenciosa. Sin decir más, giró y se adentró de nuevo en la noche, dejando a Elin sola frente a las aguas tranquilas.

A la mañana siguiente, Aslaug la despertó temprano, con un tono solemne.

—Ven, Elin. Los dioses tienen algo que decirte, y no puedes posponerlo más —le dijo, llevándola hasta el templo.

Dentro, una serie de runas y símbolos habían sido dibujados en el suelo. Aslaug tomó su lugar en el centro y comenzó a cantar en una lengua ancestral. Elin sintió un escalofrío recorrer su cuerpo cuando las palabras de Aslaug se entrelazaron con sus propios pensamientos, resonando en su mente.

—Los dioses nos han revelado que un enemigo aún más oscuro acecha más allá de nuestros mares —dijo Aslaug, sus ojos cerrados, completamente inmersa en la visión—. Uno que ningún hombre o mujer sola podrá enfrentar.

Elin sintió una opresión en el pecho, y se atrevió a preguntar.

—¿Qué debo hacer, Aslaug? ¿Cuál es mi papel en todo esto?

Aslaug abrió los ojos y la miró con gravedad.

—Odín te ha marcado, Elin, y con ello, ha sellado un destino más grande que cualquiera de nosotros. Debes reunir a los clanes. El enemigo que enfrentaremos no puede ser derrotado por un solo ejército.

Elin sintió el peso de las palabras de Aslaug, como si el destino mismo cayera sobre sus hombros. Sin embargo, respiró hondo, dispuesta a aceptar lo que los dioses le pedían.

—Haré lo necesario para proteger Kattegat y a todos los que confían en mí. —dijo Elin, con firmeza—. Si eso significa unir a los clanes, entonces así será.

Aslaug asintió, y una pequeña chispa de orgullo cruzó sus ojos.

—Entonces, comienza con los aliados más cercanos. Lagertha y Bjorn estarán contigo, pero debes ganarte la lealtad de todos, incluso de aquellos que te miran con duda. Porque cuando llegue la batalla final, solo un pueblo unido podrá sobrevivir.

Elin salió del templo, su espíritu más decidido que nunca. Sabía que Kattegat la necesitaba, y, ahora, su misión iba mucho más allá de sí misma.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Oct 30 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Elin | VikingosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora