Prólogo

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Fiesta, alcohol, destrucción.

Tres palabras que creaban la descripción perfecta de su existencia.

En su vida de adolescente encajar en la sociedad era una de las cosas más primordiales en su día a día, excluyendo estar a la moda y burlarse de aquellos que no tenían sus mismos privilegios.

Salir de fiesta, tener noches alocadas, gastar dinero sin preocupaciones; todo eso era parte de su rutina. Por ello, cada vez que alguien le recriminaba por ser un irresponsable, se preguntaba: ¿Por qué preocuparse de algo si ya tenía la vida resuelta?

Y no era por sonar más arrogante de lo que ya era, sino porque lo sabía claramente.

Teniendo las mejores calificaciones de la escuela a pesar de no esforzarse, siendo alabado por todos a su alrededor y, por supuesto, teniendo en espera una empresa a la cual heredar, ¿de que debería preocuparse si su vida era simplemente perfecta?

O eso pensaba, pues de un momento a otro, esa ideología se corrompió.

— ¡No puedes mandarme a un lugar varado en la nada!

Su padre lo miraba sin expresión alguna, esperando una oportunidad para poder responderle.

— Te la pasas holgazaneando todo el tiempo.— habló con un tono de voz frío.— Estoy haciéndote un favor.

— ¿¡Un favor!? ¡Me estás privando de mi libertad!— exclamó irritado.

— Estoy dándote una lección.— corrigió.— Para que aprendas el valor de la vida.

¿El valor de la vida? Casi soltó carcajada ante tal comentario ¿De que carajos le iba a servir en la vida?

— Esa no es justificación para que me mandes a un lugar de dudosa procedencia, dónde dudo tener una interacción decente al menos de que hablé con las rocas.

— Esos comentarios son otra razón por la cual te mando.— dijo mientras le daba la espalda.— Debes de aprender a respetar a la gente pobre.

Volvió a reprimir una carcajada sarcástica, ¿por qué respetar a personas que ni siquiera eran capaces de mantener estables sus situaciones económicas?

— Cuando mi madre se entere de esto— sin poder terminar su padre le interrumpió.

— Tu madre no llega dentro de dos meses, por lo que será tiempo suficiente para que te adaptes allá.

Intento volver a refutar, pero su padre empezó a avanzar hasta su habitación.

— Tus maletas están hechas, te vas está misma noche.

¿Esa

Misma

Noche!?

Al notar como su padre se encerraba en su recámara no dijo nada más, pero enfadado corrió escaleras arriba para buscar sus cosas.

Nada.

No había nada.

Siendo cegado por la irá corrió hasta abajo, quedando frente a frente en la entrada principal.

Todo estaba guardado en cajas.

¡Todo estaba guardado en unas estúpidas cajas de cartón!

Tomó una y la lanzó al suelo sin ninguna delicadeza, rasgando el material para sacar las cosas.

— Joven Joo, el patrón nos indico que lleváramos eso al auto.— dijo la ama de llaves con voz temblorosa.

— ¡Me vale un carajo lo que les dijo mi padre!— grito observando a su empleada.— ¡Quiero que guardes mis cosas en mi habitación!

La pobre joven lo miraba con miedo, cosa que lo hizo enfadarse más.

' Vaya inútil' pensó mientras tomaba otra caja e imitaba la acción anterior.

Él no se iría de la comodidad que le brindaba su casa.


****

Lo obligaron.

Tras una gran lucha para mantener su honor y dignidad, dónde debatió y defendió sus derechos hasta el fin, lo único que terminó obteniendo fue una gran derrota.

Por ende se encontraba en esa situación.

Llevaba tan solo dos horas en el coche, observando los grandes edificios de los angeles.

Vaya que los extrañaría.

Recargó su cabeza en el cristal, intentando no perder la cordura.

Estúpidos todos los del mundo, excepto sus famosos favoritos.

24 horas encerrado allí.

¡Estaría 24 putas horas encerrado en un maldito coche el cuál se dirigía a un lugar de porquería donde de seguro la gente olía a abono!

Quería asesinarse, quería cerrar los ojos y que mágicamente los abriera en  un antro para que después le dijeran que todo eso había sido una estúpida alucinacion suya.

Pero no siempre se tiene suerte, y eso lo comprobaba él mismo.

Tras salir a las nueve de la noche de su casa, y llegar a las once de la noche del día siguiente a su lugar de destino, le hizo darse cuenta que no era ninguna pesadilla o alusión.

De verdad estaba jodido.

Sin prestar nada de atención a su alrededor se metió de inmediato a su nueva habitación, ignorando por completo al señor que le daba la bienvenida. Acción de la cuál se arrepintió al instante.

Tal vez estaba exagerando, pero sus lujos le hacían incapaz de ver lo positivo en aquel lugar.

Paredes rudas mostrando la textura de las rocas, luces amarillas dándole un aspecto cálido, espacio reducido, armario pequeño, vista hacia el jardín, olor a granja.

Toda una pesadilla.

Se tiró a la cama sin muchos ánimos.

' Ni siquiera es cómoda' pensó frustrado.

Tras varias horas buscando una posición cómoda, finalmente llegó a quedarse dormido.

Esperando que su suerte aumentará con el paso del tiempo.





****

Fin del prólogo.

Pobre Jaekyung, le quitaron sus privilegios 🥲

Bajo el cielo de Texas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora