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Se miró por última vez en el espejo, apreciando la ropa que traía puesta. Era un conjunto bastante sencillo, compuesto únicamente por un pantalón negro, un poco suelto de las piernas, y una camisa del mismo tono.

No era la mejor ropa que se había probado o usado, pero era la única opción decente para salir a un evento de ese tipo.

Maldición, si hubiera sabido que iría a un baile junto a un muchacho atractivo, definitivamente hubiese empacado ropa totalmente diferente.

Salió de la casa con muchos nervios, encontrando a primera vista a aquel chico que sería su acompañante. Por la impresión se vio obligado a abrir los ojos, sintiendo como su corazón se aceleraba al instante.

Se veía... Fantástico.

Sí, aceptaba que aquella ropa que traía era bastante sencilla como la suya, pero aquel pantalón formal y camisa blanca abotonada le hacían ver de una manera tan atrayente que resultaba cautivador.

En el transcurso de su vida había conocido a varios chicos, los cuales en su momento le habían parecido los más atractivos del planeta. Sin embargo, al tener a aquel pueblerino frente suyo, aquel pensamiento cambio, pues ninguno de ellos se comparaba con Dan.

Simplemente era inexplicable.

Porque, aún si vestía las prendas más viejas y desgastadas, aquel muchacho podía resplandecer de una manera tan auténtica que parecía irreal.

Porque, aún si pareciera que aquel no tenía una buena educación, él podía darte los consejos más sabios o unas pláticas tan intelectuales que te dejarían sorprendido.

Porque a pesar de todos los prejuicios que uno pudiera llegar a pensar a la hora de verlo por primera vez, él siempre terminaba demostrando lo contrario.

Y eso era admirable, pues aquel joven era simplemente fascinante.

¡Te ves bien!— exclamó Dan mientras se acercaba—. Bastante sencillo para tu extravagante gusto ¿No te parece?

—Es porque nadie me dijo nada acerca de este baile — respondió mientras se cruzaba de brazos—. Además, no sabía en ese entonces que terminaría invitando a un chico lindo para que fuera mi acompañante.

El notorio sonrojo se hizo presente en las mejillas de Dan, convirtiéndolo en la representación viva del rojo. Notó como intentaba responderle, pero de su boca parecía no poder salir nada.

—Vamos allá, me muero de curiosidad por saber cómo es un baile en estas zonas— dijo mientras tomaba su mano y avanzaba en dirección al evento.

Sin protestar Dan lo siguió, dejando que sus manos se mantuvieran entrelazadas. Al llegar varias personas se le acercaron, pues todos tenían curiosidad sobre él.

¿Y como no sentirla? Si desde que había llegado únicamente había convivido con Dan, pues se encontraba tan necio a su negatividad que se había rehusado a salir de la casa, siendo las únicas excepciones aquellas ocasiones donde tenía que trabajar o deseaba platicar con Dan en el aire libre.

Señoras y señores mayores, chicos y chicas de su edad o con edades similares, niños pequeños, todos esos se encontraban ansiosos por preguntarle cosas.

Tras varias horas de plática finalmente era libre, quedando justo al lado de Dan, quien lo veía con una sonrisa burlona.

—Creo que le gustaste a cinco chicas.

—Que lastima por ellas, pero las mujeres no me gustan— contestó con simpleza.

Vio como el más bajo se sorprendía, dejando todo a plena vista. ¿Acaso no era obvio su gusto por los hombres? Es decir, casi todo el tiempo se le quedaba viendo como un estúpido, ¿eso no era más que suficiente para dar a entender todo? O es que ¿Lo había relacionado con un retraso cerebral?

Bajo el cielo de Texas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora