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Los nervios del más joven se dispararon al tenerlo de frente. Trató de decir algo, pero no pudo articular palabra alguna.

El pelinegro le dio un vistazo al más joven, creyendo que era lindo y desde hace tiempo no tenía aún cliente tan bonito. Agradeció que fuera así de atractivo, pues eso haría más fácil el trabajo para él.

—¿Te he hecho esperar mucho? —preguntó mientras se quitaba el reloj y caminaba hacia el tocador.

—No, acabo de llegar.  —Lo vio de reojo mientras le daba la espalda y ponía su reloj en el sillón. 

Felix veía atento sus movimientos y ponía atención a cada detalle de su acompañante. 

—¿Quieres empezar o quieres beber algo? —Tan pronto se dio la vuelta, los ojos de Felix rápidamente se desviaron a otra dirección para no ser descubierto observándolo.

—Yo… —El más joven no sabía qué hacer, él ya estaba dispuesto a irse cuando fue sorprendido y ahora no sabía cómo salir de ahí.

Una sonrisa de lado se dibujó en sus labios al ver lo tímido que era su cliente. —Estás sudando y todavía no hemos hecho nada. —Se acercó hasta quedar de frente. Su mirada profunda paralizó a Felix. Aquella mirada seria e intimidante seducía al más joven inconscientemente. —interpretaré tu silencio como un “ya quieres empezar”. —Y tomándolo por sorpresa, presionó sus labios con los suyos.

Felix tardó cinco segundos en reaccionar y darse cuenta de lo que estaba pasando. —¡Espera…! —lo empujo y cubrió su boca. 

 —¿Qué pasa? — Aquello desconcertó al pelinegro, era la primera vez que un cliente lo apartaba. —Descuida, no tengo enfermedades; si es lo que te preocupa, estoy limpio. —Creyó que al ser nuevo podría tener dudas de su salud sexual. —De hecho, puedes ver mis exámenes semanales en recepción si no estás seguro.

—¿Exámenes? No es eso, ¿no te importa? —Felix no dudaba de su salud. Lo que le preocupaba era aquel prejuicio tan marcado con el que había crecido.

—¿Qué cosa? 

—Soy un chico —Con solo mencionar lo obvio, su corazón aceleró más sus latidos.

—Ya lo noté. —Confundió hablo, pues no entendía a dónde quería llegar con aquello. 

—¿Y entonces? —Esperaba que se sincerara y dijera que le daba asco esta citación. 

Ser homosexual en estos tiempos era algo terrible, en especial para la gente de alta sociedad, era considerado una deshonra y era visto como algo asqueroso. Felix había sido educado con el pensamiento que la homosexualidad era una enfermedad y una aberración.

—¿Entonces qué? —Seguía preguntando sin ninguna clase de sentimiento a que era un hombre.

—Ya lo dije, soy un chico —seguía esperando escuchar lo que cualquiera en su sano juicio diría. “Que esto no estaba bien y era asqueroso”.

—¿Y…? —Pero nuevamente su respuesta no era lo que esperaba.

—¿De verdad no te importa? —Felix era quien más se juzgaba así mismo en aquella habitación. Esperaba que el pelinegro dijera que estaba enfermo por pagar sus servicios, siendo ambos chicos —No tienes por qué hacerlo. —Si bien había pagado, Felix creía que la situación era desagradable para el otro, lo mejor era que terminara ahí.

—Pero si para eso me pagaste, ¿o no? —Lo decía con tanta simpleza. Qué le daba entender que le daba igual

—Pero aun así, soy un hombre. —Insistió como si su vida dependiera de que reafirmara lo que pensaba y confirmara que hacer aquello estaba mal.

Enamorado de un prostituto (Hyunlix)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora